Después de dedicarse treinta años al periodismo, cuenta cómo se decidió a cambiarlo todo y volcarse de lleno al diseño de jardines
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En la puerta de la heladera de su casa sobresale un viejo recorte de diario cuyo título dice: “Impulso para emprendedores mayores de 50”, un artículo que recorre la historia de figuras como Gordon Bowker, fundador de Starbucks a los 51 años o Charles Flint, quien creó a los 61 la reconocida empresa de tecnología IBM. “Siempre me atraparon las historias de hombres y mujeres que de grandes se animaron a patear el tablero y empezar de nuevo”, dice Juan Miceli (55), quien después de dedicarse treinta años al periodismo dejó el traje y la corbata para calzarse un par de botas de goma y sumergirse en la naturaleza. Volvió a la facultad y a sus títulos como técnico en Producción Agropecuaria y licenciado en Relaciones Internacionales, les sumó los de Jardinería y Paisajismo, sus nuevas pasiones. Puertas afuera, en su pequeño jardín encantado de Tigre, Juan se deja llevar por el tiempo mientras posa entre sus gramíneas, hortensias y agapantos para ¡Hola! Argentina.
–¿En qué momento te decidiste a hacer este gran cambio?
–En realidad hacía años que me venía haciendo ruido el trabajo periodístico y el tema de la grieta me tenía podrido. Por un lado, sabía que ya no me daba placer mi profesión y por el otro, la noción del paso del tiempo fue casi determinante a la hora de tomar la decisión. Yo soy de planificar y de proyectar... por lo que en un momento dado llegué al punto donde me encontré con 50 años y una sola pregunta: “¿Me imagino veinte años más haciendo lo mismo?”. Me acuerdo que iba al noticiero de La Nación+; llegaba al vestuario, me miraba al espejo y decía: “Ya no quiero más esto”. Sentía que se me iba la vida hablando de gente de la que hablo hace treinta años en un país que está igual que hace treinta años, o peor.
–¿El proceso de reiventarse fue difícil?
–Claro que sí, pero creo en el esfuerzo, porque en mi vida nunca tuve otra herramienta más que eso; siempre me costó todo bastante. El ejemplo más claro del valor del esfuerzo lo recibí de mi madre docente, que siempre fue un gran ejemplo de trabajo. Así empecé, me iba a estudiar a Escobar; a Pilar y tuve que aprender Química. Con decirte que me fui a recuperatorio y tomé clases particulares para aprobar. Cada tanto me asaltaba la pregunta: “¿Qué cuernos estoy haciendo acá?”. Y enseguida me contestaba: “Seguí yendo porque algo bueno va a salir de todo esto”. Pasé los fines de semana estudiando a la par del laburo en el noticiero. Hacía dibujos para la facultad y después me iba al estudio de grabación.
–¿Qué es lo que te pasa cuando estás en contacto con tu jardín? ¿Por dónde pasa el disfrute?
–Lo que más me gusta ahora es acompañar la biodiversidad. En este último tiempo, por ejemplo, me di cuenta de que traje a mi jardín una determinada variedad de plantas que atraen mariposas y colibríes y me gusta mucho ver cómo se acercan los pájaros y las abejas y acompañar la vida del jardín… El mío es un jardín de experimentación porque aprovecho la tierra para ir probando y aprendiendo. Por estos días estoy plantando muchas gramíneas, que son pastos nativos de la Pampa nuestra, y salvia, que atrae colibríes y picaflores.
–¿Qué sentís que descubriste en este nuevo oficio?
–Cuando trabajás en el jardín perdés la noción del tiempo. Podés estar trabajando toda una mañana en un terreno y cuando te diste cuenta pasaron cuatro horas y todavía no almorzaste. A mí la jardinería me desestresa: tengo un problema, voy al jardín y a los cinco minutos esos pensamientos rumiantes se fueron. Otra cosa hermosa que descubrí con la jardinería fue el aprender a aceptar cada una de las etapas de la vida. Hoy vivo las estaciones del año de otra manera. El invierno, que antes lo atravesaba como un momento de frío desagradable, ahora lo veo como una buena ocasión para hacer cambios en el jardín. Y hay algo muy importante que aprendí de un paisajista holandés, Piet Oudolf. Él aconseja no sacar esas plantas que ya están secas porque la realidad es que no se murieron todavía; hay que dejar que se cumpla el ciclo completo de las cosas. Esa planta, aunque se la vea fea, todavía está haciendo semilla adentro; entonces si la saco, le estoy quitando una nueva descendencia. El jardín te conecta con los ciclos, con la vida misma.
–¿Qué proyecto paisajístico te gustó más hacer?
–Lo más impresionante fue el diseño de la Plaza de la Juventud en Necochea que hice con tres amigas de allá; eso es lo que más me llena de orgullo. Cada vez que viajó para allá y paso por la plaza, veo gente sentada ahí y me emociono... Pienso que el día de mañana mi nieto va a decir “esta plaza la hizo mi abuelo”. La verdad es que el diseño de espacios públicos es lo que más me gusta, me encantaría hacer plazas por todo el país.
–¿Extrañás tu vida de periodista?
–No. Amo el periodismo, pero odio las noticias de este país. [Risas]. Todo el tiempo lo mismo, es aburrido, decadente, pasan los años y parece que estamos empantanados en el mismo lugar. Hace un tiempo vi un video de un tipo de 77 años que hacía kitesurf. Se le había muerto la mujer a los 50 y a partir de ahí quiso empezar a disfrutar de la vida. Él dice: “Yo hoy estoy bien de salud, pero no sé cuánto más voy a estar así”. Y pensé lo mismo. “Si existe el paraíso, igual tenemos esta única vida”. Cada una de mis decisiones me llevaron a este presente. Hoy siento que estoy empezando otra vida. Y estoy feliz.
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