El actor y la inolvidable diva italiana se conocieron en Buenos Aires, cuando protagonizaron la película Bárbara en los años 80
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Se vieron por primera vez en el Hotel Bauen –inaugurado en tiempo récord para el Mundial de Fútbol 78 como un 5 estrellas– y “no me pude despegar de su flechazo”, revela Jorge Martínez, al recordar el instante en el que sus miradas se cruzaron presagiando un “intenso amor”. Raffaella Carrá acababa de aterrizar en Buenos Aires y el exitoso galán de novela la esperaba en el lobby para darle la bienvenida a un país que ya la adoraba y la recibía con los brazos abiertos. “Nos conocimos a través de los manager –Ovidio García y Marrone– que la trajeron a Argentina. Ella venía a hacer como quince funciones en el Luna Park y me propusieron protagonizar una película juntos”, relata el actor, que vivió un apasionado amor con la diva italiana que con los años se transformó en una gran amistad tras su forzosa separación. “Vivimos un lindísimo romance de seis meses, y aunque la relación se terminó, seguimos siendo amigos hasta el final. Todavía me impacta su partida”, dice, dolido con la noticia de su muerte el pasado lunes 5. Así la recuerda con cariño en esta charla con ¡HOLA! Argentina.
–¿Cuál fue la primera sensación cuando se conocieron?
–Era una diva y me llamó mucho la atención su humildad. Era muy hospitalaria, siempre agradeciendo. Fui su anfitrión en su estadía en Buenos Aires y la llevé a recorrer, salíamos a comer… Y así fue surgiendo un acercamiento muy íntimo.
–¿Qué fue lo que te conquistó?
–Su simpleza, la alegría con la que hablaba, el ánimo que tenía. Además de ser una mujer hermosa, era muy simpática, muy dada. Todo eso hizo que me enamorara profundamente de ella.
–¿Cómo era a la hora de trabajar?
–Junto a Grecia Colmenares [con la que protagonizó María de nadie, en 1985, Manuela, en 1991, y Amor sagrado, en 1996] Raffaella fue una de mis mejores compañeras de ficción. Era tan detallista y generosa… Cuando hacía las funciones en el Luna Park se levantaba temprano para ir a comprar medialunas a la panadería que le llevaba a sus bailarines. Yo estaba terminando de grabar Los hermanos Torterolo y al poco tiempo comenzamos con las filmaciones de Bárbara (1980), que se hizo en tres meses.
UN AMOR MÁS ALLÁ DE LA PANTALLA
En pleno boom de su carrera como cantante, con varios discos en castellano que la llevaron a alcanzar un gran éxito en toda América Latina, la diva italiana regresó al cine después de diez años con esta película argentina. “Era una comedia musical sin mucho argumento, pero fue muy linda y la pasamos bárbaro. Tuvimos un beso profesional que salió muy bien porque ya lo habíamos practicado bastante en la intimidad. Teníamos mucha química”, revela Jorge.
–¿Cómo fue la separación?
–Muy triste. Nuestras carreras nos unieron y también nos separaron. No nos separamos mal, ni con peleas, pero los dos teníamos un gran camino andado y ella no quería venir a Estados Unidos, donde a mí me esperaban compromisos laborales, y yo tampoco me animé a irme a Italia y rehacer una carrera allá. Pero quedamos amigos.
–¿Mantuvieron una amistad a distancia?
–Sí, siempre hablábamos por teléfono. La última vez que la vi en persona fue en Italia. Yo estaba siguiendo a Diego Maradona por Europa y fui a buscarla a Roma. Allá también me entregó mi segundo premio Telegatto en 1991, por La extraña dama. Fue muy cálida. Yo había viajado con mi mujer de entonces, Alejandra Gavilanes, que tenía adoración por Raffaella. Como lo nuestro ya había terminado y no había quedado nada en el tintero, no hubo celos y se hicieron amigas. Después de la premiación, Berlusconi organizó una comida en su castillo, donde iban invitados como Al Pacino, Mickey Rourke, Alain Delon, y todos tenían una actitud de divos y estrellas, salvo Raffaella que siempre mantuvo su humildad.
–¿Cuándo y cómo fue tu última charla telefónica con ella?
–Fue hace tres años. Le dije que a los 55 años de carrera me pensaba retirar de la profesión y creo que va a ser efectivamente así, aunque todavía lo estoy meditando mientras escribo un libro autobiográfico. Siempre nos poníamos al día al teléfono, aunque no sabía que tenía cáncer. Su pérdida es una gran tristeza, pero me quedo con los momentos lindos que vivimos y muy agradecido a mi profesión por haberla puesto en mi camino.
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