La cocinera –que se ocupa de las delicias en la mesa de Juana Viale y acaba de ganar un Martín Fierro de cable– confiesa que le gustaría ser actriz y con qué colega nunca haría un programa de televisión
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“En 15 minutos estoy lista para arrancar con las fotos. Ahí les dejé pancitos caseros por si quieren hacerse unos sándwiches. También hay alfajores con dulce de leche, bizcochuelo de naranja y budín de banana. Háganse un café, un té o agarren lo que quieran de la heladera”. Así de cálida y abundante de comida –como no podía ser de otra manera– es la bienvenida de Jimena Monteverde (48) a su casa recientemente remodelada. Su hija Amparo (25, a punto de recibirse de ingeniera en Alimentos) también será de la partida. Y allí, delante de la lente de ¡HOLA! Argentina, quedarán de manifiesto la complicidad y el vínculo amoroso que tienen la cocinera y su heredera. Jimena está casada con Mariano Monteverde (63, administrador de dos clubes de polos, Centauros y Cuatro Vientos) y también es mamá de Victorio (28, se dedica al asesoramiento económico y financiero a empresas).
–Jimena, ¿por qué te dedicaste a la cocina?
–La cocina es la pasión de mi vida. Me apasiona cocinar, comer, recibir gente, agasajar… La cocina tiene arte, pasión, amor y algo de sexo también.
–¿Qué te dio la televisión?
–La televisión llegó después de haber tenido un buen recorrido como cocinera. Cocinar en la tele me dio una exposición y un reconocimiento masivos y eso me sirvió para sacar mis libros y que la gente los compre, por ejemplo. Soy una agradecida de lo que me pasa día a día –acabo de ganar un premio Martín Fierro– y sé lo que es romperse el alma trabajando duro de verdad. Yo soy muy profesional en lo que hago, pero reconozco que soy una bendecida por mi profesión. Jamás me la creo porque entiendo que esto es pasajero y en cualquier momento puedo volver a ser aquella chica joven que les vendía tortas a sus vecinas.
–¿Te hubiera gustado estudiar otra cosa?
–En el colegio siempre era la típica que llamaban para todos los actos y creo que me quedé con ganas de estudiar actuación. Me encantaría ser actriz. Me ofrecieron alguna vez hacer temporada en Carlos Paz, pero me pareció mucho. Capaz algún papelito chico en una serie no estaría nada mal. Cuando estuve en el Bailando también me llamaron para hacer teatro de revista y hasta para posar en la tapa de Playboy. ¡Querían pagarme y todo! Pero era un montón salir medio desnuda. [Se ríe].
–¿Es verdad que cualquiera puede cocinar?
–Siguiendo una receta paso a paso y sin querer complicarse por demás, cualquiera puede cocinar en su casa. Después para ser un buen cocinero, hay que tener un plus, un sexto sentido, que no se estudia en ningún lado. Mi nonna Nina lo tenía, era una visionaria en la cocina, capaz de cocinar increíblemente para treinta personas ella solita.
–¿Vos cocinás, Amparo?
–Poco. Tengo una mamá cocinera y un novio chef. Estoy salvada. [Se ríe]. Prefiero que cocinen ellos porque cuando me pongo a hacer algo, siento mucha presión. Soy vegetariana desde hace cuatro años y tengo un plato que me sale muy bien: el risotto de calabaza.
–¿Cuál es el plato que más te gusta de tu mamá?
–La lasaña de vegetales le sale exquisita. Soy cero dulcera, me empalago al toque. Entonces ella va buscando recetas con poco azúcar o budines con harina integral para conquistarme. [Se ríe]. Debe ser que de chicos comimos tantas cosas dulces que me saturé. Jimena: Se ve que se me fue la mano. Igual, si ella no come dulces, después vienen mi hijo Victorio y su novia y les encanta todo. Siempre hay gente dispuesta.
–Jimena, ¿qué te gusta comer a vos, pero preferís que lo prepare otro?
–Me encanta que me inviten a comer, pero me gusta mucho cuando me hacen un buen asado, con ese gustito especial y único. Yo lo hago y todos dicen que me sale muy bien, pero prefiero que lo ase otro.
–Amparo, ¿cómo es tu mamá fuera de la cocina?
–Nos llevamos muy bien, aunque somos muy distintas. Ella es una gran compañera y siempre le cuento todo y sabe guardar mis secretos. Nos encanta viajar juntas, siempre es un planazo. La discusión más recurrente que tenemos es por la comida porque ella me miente y me dice: “Comé tranquila que no le puse azúcar, que no le puse tanta sal”, y yo sé que sí. Jimena: ¡Mentira! No digas eso. Eso pasaba cuando eras más chica y dabas vueltas para comer.
–Jimena, ¿con cuál de ellos no harías nunca un programa de cocina? Donato de Santis, Germán Martitegui, Damián Betular, Maru Botana o Narda Lepes.
–Con Maru Botana. Tuvimos algunas diferencias y no es alguien con quien tenga feeling. Somos muy diferentes, por suerte.
–¿Te gustaría ser jurado de un programa de cocina?
–Alguna vez fui de reemplazo, pero no es un lugar en el que me sienta cómoda.
–¿Quién es el mejor cocinero de Argentina?
–Uy, qué difícil. Hay muchos cocineros y pasteleros buenos que no salen en la tele. No puedo decirte uno. Por lo general, los que no salen en la tele son grandes chefs y llevan adelante las mejores cocinas del país.
VEINTISIETE AÑOS DE CASADA
–Muchas veces hablaste de tu historia de amor con Mariano, la diferencia de edad que hay entre ustedes y que era amigo de tu papá. ¿Eso fue un problema familiar en algún momento?
–Para nada, todo fluyó naturalmente. Mi familia es bastante moderna y abierta. Él estaba separado cuando nos conocimos y no tenía hijos. Yo tenía 18 y tenía ganas de hijos, así que eso también calzó justo. Lo único que no nos pudimos casar por Iglesia, pero no se nos iba la vida en eso. Mariano me lleva quince años, pero nunca se notó la diferencia porque él tiene una actitud joven, es jodón y está muy bien físicamente. No parece un tipo de 63 años.
–¿Hay alguna fórmula para veintisiete años de casados?
–El que te dice que su matrimonio es una eterna luna de miel te miente. Hay miles de crisis que uno decide o no pasarlas juntos, miles de momentos que tenés ganas de agarrar el bolsito y chau a todo… ¡Hasta que la muerte nos separe es un montón! [Se ríe]. Nos elegimos día a día y el amor y el compañerismo son fundamentales.
–¿Cómo se mantiene la pasión?
–No se mantiene. [Se ríe]. Todo es muy cíclico. Hay momentos de mucha pasión y otros de miremos una serie y tomemos un tinto que es mejor plan. Ya no se cuenta cuántas veces por semana, ahora se cuenta por mes. [Carcajadas].
JUANA, UNA BUENA ALIADA
–¿Conocías a Juana antes de trabajar juntas en el programa?
–No, sólo nos teníamos de vista. La buena onda se dio desde el primer día que nos vimos en el programa. Y eso que le serví un pastel de bondiola braseada pensando que era de lentejas. Ella es vegetariana y me decía: “Mirá que esto tiene carne”, y yo le insistía que no. Se ve que se me mezclaron los platos y el de ella se lo comió un invitado. Después del corte, me dijo al aire: “Te tendría que haber echado” y a partir de ahí, se armó un buen dúo y nos reímos mucho.
–¿Te sorprendió esa Juana frente a todo lo que se dice o se piensa de ella?
–Al principio yo iba con pie de plomo, pero ella es un amor de persona, buena gente, una madraza, con los pies sobre la tierra y la paso muy bien trabajando con ella. Nos miramos y siempre surge algo divertido al aire.
–¿Se quejó algún invitado de la comida?
–No, jamás. Yo soy muy malcriadora por naturaleza y también con los invitados. Si hay algo que no les gusta, les preparo otra cosa. ¡Ahora todos piden! Ya casi que es un menú a la carta. [Se ríe].
–Además de Mauricio Macri, que se llevó una vianda con el helado de pistacho que le habías preparado especialmente, ¿algún otro invitado pidió vianda?
–¡Muchos me piden! La verdad es que les encanta lo que les hago y les dan ganas de repetir. La idea es que coman rico y la pasen bien. Que se lleven la vianda es un halago para mí porque siento que la misión está más que cumplida.
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