En su chacra de Entre Ríos, el ex manager de modelos habla del miedo que tuvo cuando estuvo a punto de perder su pierna derecha
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“Ahora no me baja nadie”, dice entusiasmado Pancho Dotto (66) al mando de una Triumph Bonneville Black 2020. Su alegría no es para menos. Después de sufrir un grave accidente de moto cuando tenía 18 años, nunca más se animó a andar en dos ruedas. “Me quedó un trauma y por una u otra razón postergaba el tema de volver a andar en moto. Lo que viví me marcó mucho”, dice el ex manager de modelos y recuerda uno de sus peores días.
"Arriba de la moto siento que puedo dominarlo todo, aunque no sea así, pero hay un regocijo en ese viaje contra el viento"
“Me había juntado con mi gran amigo Marcelo Hernández, que esa noche se había comprado una moto. Yo estaba con la mía y fuimos juntos a comer a la Costanera y después tomamos algo en Guido, un coñac con café, y cada uno siguió su ruta. En la esquina de Luis María Campos y Federico Lacroze choqué contra un colectivo y salí literalmente volando. Tuve fractura expuesta de tibia y peroné; la pierna derecha quedó toda torcida. Me llevaron al Hospital Militar y ahí, lo llamaron a Marcelo– que en ese momento hacía la residencia de médico– y le dijeron que me tenían que amputar la pierna, de la rodilla para abajo. Me trasladaron a otro hospital y al final me la salvaron, pero perdí un músculo. Estuve un año con muletas, me llevo tiempo recuperarme y vendí la moto”, cuenta.
RENACER
Cinco décadas después de aquella noche inolvidable, Pancho encontró una excusa para organizar una multitudinaria juntada (son famosos sus eventos: es un gran anfitrión) en “El Refugio”, su chacra de Entre Ríos. Y más de cincuenta invitados llegaron al lugar en moto y otros tantos, en autos clásicos. El plan era disfrutar de un encuentro fierrero con asado, música, fogón y hasta un artista plástico pintando en vivo. “Fue un día de campo con máquinas y con amigos, los de siempre, y los nuevos de Entre Ríos, mi segundo hogar, donde de verdad conseguí formar una segunda familia”.
–¿Cómo fue volver a acelerar una moto?
–Al principio me puse como loco, es una sensación muy difícil de explicar, pero tiene que ver con el sentir una libertad única que te da la velocidad y el darte cuenta de que podés vencer tus propios límites. Yo creo de verdad que esta etapa mía tiene que ver con un volver a empezar. Hacía mucho tiempo que me debía esta oportunidad y lo logré.
–¿Vas a organizar alguna travesía?
–Vamos de a poco. [Risas]. Arriba de la moto siento que puedo dominarlo todo, aunque no sea así, pero hay un regocijo. Me encantan los fierros, tengo mis autos clásicos y ahora pude volver a la moto. •
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