Tuvo doble festejo: en su casa de San Isidro y en la montaña de San Martín de los Andes. Y luego volaron a Marbella
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Con globos, tortas, muchos amigos y familiares y buena energía, Alejandro Gravier celebró el fin de semana pasado su cumpleaños número 60. Se trató de un festejo en dos capítulos: el primero, en la casa que la familia Gravier-Mazza tiene en San Isidro, en Buenos Aires; y el segundo, en las montañas nevadas de San Martín de los Andes, en Neuquén. “Quisimos volver de Europa para festejar su cumpleaños con sus afectos, en la Argentina. Quería celebrar con María Cristina y Emilio, sus padres, que tienen 87 años”, contó su mujer, Valeria Mazza, quien se puso al hombro la organización de los eventos a miles de kilómetros de distancia.
La pareja, junto con sus hijos Taína y Balthazar, estaba en Marbella, España, donde desde el 10 de junio se está realizando el Starlite Catalana Occidente XI, uno de los festivales de música y gastronomía más importantes de Europa del cual Valeria es la embajadora. “Ella hizo un impasse para armarle la fiesta a Ale, que quería celebrarlo acá, con sus amigos de toda la vida y su familia”, contaron algunos de los invitados a ¡HOLA! Argentina.
Y se va la primera...
El 30 de julio, cuando llegaron a Buenos Aires, Valeria definió los detalles para el primer festejo, que empezó al anochecer del jueves 4. “Hicimos una comida en casa con la familia – sus padres, hermanos y sobrinos– y los amigos del corazón, como llama Ale a sus amigos de siempre”, contó Valeria, que fue quien se encargó de prepararle a su marido su preferida, la “torta Valeria”, con chocolate y dulce de leche. De la ambientación también se encargó ella: eligió globos rojos con el número “60″. Ya en la medianoche del jueves, Alejandro sopló las velitas y brindó junto a sus padres, con Taína y Balthazar y su troupe de amigos.
“Guauuu. Pensar que el primer cumpleaños que festejé con Alejandro fue cuando él acababa de cumplir sus 28 años. Una locura. Hemos pasado la mitad de nuestras vidas juntos. Esta es nuestra quinta década juntos”, reconoció Valeria, impactante, con un vestido by Ménage à Trois color fucsia con plumas de marabú, en la gama encendida que Alejandro (con camisa de jabot y zapatos de terciopelo sin medias) llevaba en el bolsillo de su saco. Desde que se conocieron en un desfile de Roberto Giordano en el Hotel Hermitage de Mar del Plata, en febrero de 1990, cuando tenía 18 años, Valeria Mazza nunca se separó de Alejandro Gravier.
El amor de su vida hizo su secundario en el Colegio Marianista (en Caballito) y después estudió Ciencias Económicas en la Universidad Católica Argentina (UCA). Fanático de los deportes (desde el fútbol hasta el rugby, que fue su deporte favorito), acompañó a Valeria en su carrera como modelo, al tiempo que se lanzaba como emprendedor: a los 23, fundó su primera empresa vinculada al mundo de la construcción hasta que, en 1995, el amor también se convirtió en una sociedad laboral cuando crearon una empresa que, además de representar a Valeria, se encargó de desarrollar producciones artísticas para el mercado internacional. Se casaron el 9 de mayo de 1998, en la basílica del Santísimo Sacramento. No hay quien no recuerde a Alejandro con su galera y mucha actitud cuando llegó al Hipódromo de Buenos Aires en un carruaje tirado por cuatro caballos para encontrarse con Valeria, una novia soñada, con traje de Giorgio Armani.
Celebración en la nieve
Como es “muy amiguero y generador de buenos momentos”, tal como dice Valeria, la fiesta de Alejandro tenía que continuar con los Mazza Gravier que faltaban. Por eso, al día siguiente, Alejandro, Valeria y sus dos hijos partieron rumbo a Patagonia, donde estaban Benicio y Tiziano, que, como esquiadores eximios, competían en Chapelco. “Allí logramos estar los seis juntos y, además, se sumaron más amigos. Pasamos un fin de semana inolvidable”, resumió Alejandro.
Se instalaron en la hostería Las Pendientes y organizaron el segundo festejo para el 6 de agosto, en La Casita del Bosque, con goulash y torta rogel. “La familia, la amistad… Nos encanta celebrar y brindamos por eso. Cualquier acontecimiento es un buen pretexto para festejar y, mucho más cuando se trata de un cumpleaños, que es sinónimo de vida”, dijo él, feliz, antes de regresar a Buenos Aires y subirse al avión que los llevaría a todos a Marbella.
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