Viene de una familia de actores y él, más bajo perfil, apuesta por el teatro independiente
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La fama está en su ADN familiar. Es hijo de Daniela Cardone y del cirujano plástico Rolando Pisanú, hermano de Brenda Gandini y, por extensión, cuñado de Gonzalo Heredia. Sin embargo, Rolando Junior Pisanú (29), o simplemente Junior, como todos lo conocen y a él le gusta que le digan, cultivó el bajo perfil y enfocó su vocación artística lejos de las cámaras y los flashes. “Mi refugio es el teatro independiente”, asegura con vehemencia el joven actor, que viene de hacer La Patria al hombro en Mar del Plata y se prepara para estrenar Café Central en El Tinglado, entre otros proyectos teatrales. Como estudiante de la carrera de Dirección Escénica en la Universidad Nacional de las Artes (está en cuarto año), el año pasado tuvo su gran debut con Los justos, de Albert Camus, obra que adaptó, produjo y dirigió en el Payró. “Fue una experiencia increíble. Quiero seguir dirigiendo, pero la actuación todavía me tira mucho. Aunque ya hice bastante, hay que seguir, explorar y estar activo”, cuenta a ¡HOLA! Argentina desde su cálido departamento en San Isidro, donde los libros son los indiscutidos protagonistas de la escena. El cine es otra de sus grandes pasiones, y después de casi una década de hacer castings, Junior se muestra muy entusiasmado por su primera película, La herida, de Diego Gottheil, que se estrenó este lunes 5 en el Festival Iberoamericano de Miami.
–Venís de una familia con presencia mediática. ¿Cuándo sentiste que querías dedicarte a la actuación?
–Artísticamente tengo ascendencia tanto por la rama de mi madre como de mi padre. La mamá de mi papá fue una actriz de cine de los años 40 y 50 en Argentina. Su nombre artístico era Gloria Bernal e hizo las películas La amada inmóvil y Lucrecia Borgia. Le fue muy bien, pero para la tercera tuvo que abandonar porque conoció a mi abuelo. El patriarcado y todo lo que eso implica, hoy en día lo vemos muy mal, pero en ese entonces era así. Dejó todo y se dedicó completamente a la familia, y yo siento que hay algo de su historia que me tironea. Me siento muy agradecido de hacer lo que me gusta pese a las trabas en el camino, a diferencia de ella, que en esa época tuvo que abandonar.
–¿Y ella qué te dijo cuando empezaste a estudiar actuación?
–Con mi abuela nunca pude hablar del tema. Me enteré por mi viejo que había sido actriz, nunca me habló de eso y nunca se lo pregunté. Recuerdo que murió el año que empecé a estudiar teatro en Timbre 4. Un viernes, cuando salí de clase, mi viejo me llamó y me dijo: “La abuela está mal, venite”. Fui y la vi por última vez. Tenía Alzheimer, estaba ida, pero con los ojos abiertos. Me quedó esa imagen de salir del teatro para despedirme de ella. Y lo sentí como si de alguna forma me hubiese dicho: “Ahora que vos arrancaste, yo ya me puedo ir”. Fue muy fuerte, y me quedó esa espina de no poder hablarlo con ella. Hoy en día, cuando voy a pisar un escenario o arranco una obra, siempre pienso en ella, la invoco. Me encantaría que se me aparezca de alguna forma, sería un sueño tener una charla con mi abuela. Aparte tengo imágenes de ella de joven, de las películas que hizo, rubia de ojos claros, hermosa, y se parece mucho a mi hermanita Lola, que tiene 18 años y este año arranca a estudiar teatro en la universidad. Es muy loco.
–Aparte de la conexión con tu abuela, ¿tu mamá y tu hermana Brenda influyeron en tu carrera?
–Con mi madre viví un montón de cosas. Después, mi hermana se abocó a la actuación mucho más seriamente y me dio un montón de consejos, igual que mi cuñado [Gonzalo Heredia]. Siempre me gustó el teatro, siempre me llamó la atención el escenario, el aquí y ahora. Es hermoso para poder comunicar lindos mensajes, y a mí me interesa eso, tener algo para contar, no me importa si hay mucha plata de por medio. Si leo algo y es muy vacío en cuanto al sentido… Hoy en día no sé porque está muy difícil la situación, pero no es a lo que aspiro.
–¿Cómo fue criarse con una madre tan famosa?
–Fue complicado. Yo tenía 6 años y no podía encontrar un momento para estar tranquilo con mi vieja. Después lo fui entendiendo y aceptando, y dejándola ser. Hay que dejar ser, no hay por qué poner un impedimento, más si es tu madre. Al principio fue duro, pero después la llevé muy bien y tuve mucha contención de mi padre y de mi hermana, que era par mío pero diez años mayor. Ella ya había vivido cosas y tenía una bajada de línea que me decía: “Che, tranquilo, esto es por acá”. Yo absorbía todo eso y me hacía bien. Y también tuve charlas con mi vieja que me hicieron bien en ese sentido. Pero hubo un momento, alrededor de los 16 años, en que el clic lo hice yo y dije “basta”. Me costó porque era un niño que tenía que dar explicaciones todo el tiempo. Mis compañeros de colegio por ahí me decían: “Tu vieja está desnuda en esta revista”. Y yo tenía que explicar que era su laburo. En un sentido fui un niño maduro y me las tuve que ingeniar porque estaba solo en casa y resolvía las cuestiones diarias, me hacía la comida. Ese tipo de cosas me marcaron y me hicieron crecer de golpe. De todas formas, estoy muy agradecido con mi mamá, nunca me faltó nada material, ni alimentos, ni educación, no me puedo quejar.
–¿Cómo te llevás con ella ahora?
–No la veo todos los días, pero charlamos bastante. Ella siempre fue un poco ermitaña, y hay que saber por dónde entrarle y en qué momento. Pero estamos en contacto y le cuento las cosas que hago.
–¿Y con tu papá, Rolando, qué tipo de vínculo tenés?
–Mi viejo fue y es un gran pilar, siempre apoyándome en todo. Lo veo más seguido porque vivimos cerca, tengo hermanos más chicos de su parte, Lola y Tomás, y mi perra está en su casa, así que voy mucho también por esos motivos. Es muy cercano el vínculo que nos une, somos más compinches y tenemos muchos gustos en común: somos fanáticos de Racing, nos gusta el cine, la pintura y la gastronomía, principalmente el asado y el vino. Es un vínculo de cuasi amigos. Él tiene 70, hay mucha diferencia de edad, pero hablamos de todo, nos damos consejos, tenemos una muy linda relación.
–¿Qué te gusta hacer por fuera de la actuación?
–Me gusta mucho el deporte, ya sea jugar al fútbol, salir a correr o ir al gimnasio, me desconecta. Me encanta pasear a mi perra, es un gusto adquirido, no lo tenía tanto y me gusta esa complicidad que se genera. También soy muy lector. Puedo tener un mal día, agarrar un libro y desconectar de todo. Y, a la vez, puedo tener un hermoso día y revisar un autor que me gusta y alegrarme aún más. Y también pasar tiempo con mis amigos.
–¿Estás en pareja?
–No, estuve en una relación de seis años, pero cortamos en octubre. La verdad es que estoy muy agradecido de haberla conocido porque aprendí un montón de ella, incluso me enseñó a generar ese vínculo tan lindo con mi perra. Juntos formamos algo muy genuino y puro, aunque tal vez caímos en una monotonía, no sé. Es todo muy reciente, todavía estoy pensando y procesando lo que pasó.
–¿Sos de las personas que, terminada una relación, disfrutan de la soledad o, por el contrario, enseguida se vuelven a enamorar?
–Soy dado, me gusta el amor, calar hondo, no me gustan los vínculos superficiales. Ahora estoy haciendo el duelo, no te puedo decir que estoy disfrutando de la soledad porque sería mentira. Además, no estaba soltero desde hacía seis años, es todo muy nuevo para mí.
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