La actriz repasa su carrera en Estados Unidos y recuerda a su papá, a 34 años de su muerte
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Tiene la magia del humor en su ADN. “No sé cómo explicarlo… Me nace, fluye. No soy de las que hacen chistes, simplemente tengo salidas graciosas. Y la gente se ríe”, reflexiona Sabrina Olmedo (52) desde su departamento de Miami Beach, donde vive desde hace veintidós años junto a su marido Felipe Alvarado y su hijo Thiago (12). La actriz, hija de Alberto Olmedo y Tita Russ, recibe a ¡HOLA! Argentina en su mundo privado y en una charla emotiva cuenta cómo construyó su carrera en Estados Unidos –es guionista, figura de stand up y una de las artistas latinas favoritas de las cadenas Telemundo y Univisión– al tiempo que recuerda a su padre a treinta y cuatro años de su trágica muerte.
–Formaste una familia lejos de tus raíces.
–Sí, totalmente. Felipe y Tiago son las personas que más amo en el mundo. A Felipe lo conocí hace dieciocho años, es colombiano criado en Miami. Él también se lanzó a una nueva aventura y hace poco abrió su propio estudio de arquitectura, todo a pulmón. Y eso es lo que más admiro de él: se arriesga a emprender y a abrirse camino. Somos parecidos en ese sentido.
–¿Qué te motivó a instalarte en Miami?
–Todo se dio de manera muy impulsiva. Vine de vacaciones cuando tenía veintitantos años y apenas llegué tuve esa extraña sensación de que también podía vivir acá. Se lo planteé a mi mamá y ella me apoyó, que en ese momento fue muy importante para mí. El plan era vivir seis meses y después regresaba a Buenos Aires y me fui quedando…
–¿Qué fue lo que te decidió a quedarte?
–Un buen día le dije a un amigo: “Bueno, me voy porque ya está”. Y él me respondió: “¿Pero vos no habías venido para probar suerte? ¿Y probaste?”. Y yo que no había probado nada, abrí los ojos y me puse las pilas. Alquilé un nuevo departamento con un contrato por un año y me puse a buscar trabajo. El primer laburo fue como vendedora de vestidos de novias carísimos en Coral Gables. Y al poco tiempo la pegué en un casting como actriz que con el tiempo me terminó abriendo las puertas para todos los laburos que vinieron después.
–¿Cómo fue?
–Me enteré de que estaban buscando chicas para la obra Confesiones de mujeres de treinta. Yo no tenía contactos ni representante y me mandé de una. Llegué para el último día de pruebas y quedé. Nunca había hecho monólogos en mi vida.
–¿Siempre fuiste así de audaz?
–Sí, soy muy corajuda. Siempre pienso que lo peor que me puede pasar es que no me llamen. Mil veces me he cuestionado si acepto o no una propuesta que me da miedo y por lo general termino diciendo que sí.
–Volviste a empezar.
–En Miami descubrí esa hoja en blanco llena de oportunidades, el tema es que hay que saber tomarlas y trabajar para que sucedan. Yo sé que mi carrera artística fuerte la hice acá, aunque reconozco que siempre me va a quedar la duda de qué hubiera pasado si me hubiese quedado en Buenos Aires. Si bien en algunas cuestiones fue positivo el cambio, te aseguro que no fue fácil. Contrario a lo que muchos imaginan, a los artistas argentinos acá no se les abre las puertas así nomás. Mientras me hacía un lugar descubrí que también podía escribir humor y ser guionista y no sé si esa misma posibilidad la hubiera tenido en Argentina.
–Recién mencionabas la hoja en blanco. ¿Te ayudó el apellido o te resultó un peso?
–[Piensa]. Para mí es un orgullo ser hija de mi papá, pero la gente cree que los hijos de artistas famosos tenemos allanado el camino y no es así. Yo soy de las que creo que nos es mucho más difícil. Por eso cuando llegué a Miami me di cuenta que me llamara Olmedo o García era lo mismo. De hecho, en un momento fui conocida como “Sabrina, la argentina”, a secas, sin Olmedo.
–¿Y eso era algo que vos querías?
–No es algo que hubiese buscado, se dio así. Fue raro escucharlo, pero también super bueno. Porque por primera vez sentí que me contrataban porque les había gustado lo que había hecho. Punto. “Contratá a esta chica que trabaja bien”, decían. Después de eso, ya no me pesó tanto ser “la hija de” y que la gente pensara que tenía trabajo por mi padre. Finalmente había encontrado en Miami una oportunidad para ser reconocida más allá de mi apellido.
–¿Te gustaría volver a actuar en nuestro país?
–Claro que sí. Yo siempre tengo la ilusión de trabajar en Argentina. Me encantaría tener la posibilidad de ir a grabar una serie y después volver.
–¿Es difícil hacer reír?
–Muy. A mis alumnos suelo decirles que el humor para mí es una canción divina, pero si alguien te la canta y está desafinado, va a parecer horrible. En el humor pasa lo mismo: podés escribir algo muy gracioso, pero si lo contás mal, si no manejás bien el timing, los modos de decirlo, no se te va a reír ni tu madre. Reírse hace bien, el humor sana.
"“Tengo la ilusión de volver a trabajar en Argentina. Me encantaría grabar una serie y después regresar a Miami”"
–¿Qué sentís que heredaste de tu papá?
–Creo que heredé la espontaneidad, tan característica de él. Y la pasión por actuar. En algún momento llegué a cuestionarme si era actriz por mi papá o porque me gustaba de verdad. De hecho, soy licenciada en Publicidad y pensé en dedicarme a eso. Pero cada vez que tomaba la decisión de salir de este medio, me enteraba de un casting y me iba derecho para allá. Evidentemente me gustaba de verdad. Y cuando me di cuenta de que además tenía buenos resultados dije: “Esto es lo mío, lo llevo en los genes”. Muchos de los que me ven en el escenario me dicen que tengo los gestos idénticos a los de mi viejo. Y eso me encanta porque para mí él fue un actor increíble, él era genial en el escenario. Qué mejor halago que ese.
–Tiago, tu hijo, ¿vio alguna de sus películas?
–No, todavía no. Tampoco sé si entendería ese humor. Si bien él mantiene un estilo de vida norteamericano, yo sigo luchando por no olvidar nuestras costumbres. Todos los años viajamos a Argentina por un mes y medio. Y sabe que su abuelo Alberto es famoso. Si bien nunca llegó a conocerlo, lo reconoce. De hecho, te voy a contar algo: cuando él era chiquito me decía que hablaba con su abuelo.
–¿Qué te decía?
–Una vez Tiago me mostró un dibujo que había hecho de una escalera. “La dibujé para que mi abuelo baje porque me dijo que quería jugar conmigo”. Y puede ser que sea verdad. A mí me gusta pensarlo así.
–¿Y vos hablás con tu papá?
–¡Sí! Por lo general lo hago antes de salir al escenario cuando los murmullos de la gente que escuchás de fondo te estrujan la panza de nervios. Es un momento crítico donde siempre le digo: “Escuchame, estoy por salir, dame una mano. Vos ya lo viviste, ya sabés cómo es esto. Tirame un poco de tu luz, tirame, un poco de tu chispa”.
Pelo y Make Up: María Laura Carrizo
Agradecimientos: Ari Baigorria Zapatos; Beau Management
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