Artista, escritora, decoradora, designer y una de las socialités más famosas del siglo XX, fue una figura icónica y quien logró que las mujeres de la alta sociedad llevaran jeans. Se pasó la vida buscando amor
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Diseñadora de moda, artista, escritora, actriz, socialité, ícono fashion y millonaria, Gloria Vanderbilt –nació el 20 de febrero de 1924– siempre se movió en los círculos de la alta sociedad norteamericana: primero como heredera y después, por su intensa vida social, sus amores y matrimonios, y sus exitosos emprendimientos comerciales. Hija única de Reginald Claypoole Vanderbilt (cuya fortuna provenía del negocio de los ferrocarriles) y su segunda mujer, la suiza Gloria Morgan, tenía apenas dieciocho meses cuando se convirtió en heredera de un fondo fiduciario de cinco millones de dólares (una fortuna para el momento) al morir su padre.
Tras enviudar, su madre pasaba largas temporadas ausente: se instaló en París, donde junto a su gemela Thelma (en ese entonces amante del príncipe de Gales, Eduardo VIII, quien todavía no había conocido a Wallis Simpson, por quien abdicaría al trono) se entregó por completo a una frenética vida social, y la pequeña quedó al cuidado de Dodo, su niñera irlandesa (su nombre era Emma Sullivan Kieslich). “Mi madre siempre estaba fuera, exquisitamente vestida, recorriendo los pasillos con un hombre”, recordó Gloria mucho tiempo después. El comportamiento de Gloria Morgan impulsó a la tía Gertrude Vanderbilt Whitney, hermana de su padre, a lanzarse a una tensa y publicitada batalla legal por su custodia, que fue seguida por todo el país hasta en los más mínimos detalles (objeto de fascinación nacional, Gloria Vanderbilt, que al comenzar el juicio tenía 9 años y llegaba a la corte en una limusina Rolls-Royce gris, estuvo en la tapa de todos los diarios y la prensa la apodó “pobre niña rica”). Finalmente, Gertrude ganó la custodia y la heredera tuvo que mudarse a vivir con ella en Long Island (la separaron de su adorada Dodo, algo que la marcaría para siempre). Su madre sólo podía verla los fines de semana.
DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS
Durante los Años Locos y los de la Gran Depresión, Gloria fue la niña más famosa de Estados Unidos. Al cumplir 17, se mudó a Hollywood, donde ese mismo año, 1941, se casó con Pasquale “Pat” DiCicco, representante de actores. El matrimonio no funcionó y, cuatro años después, se divorciaron. Ella acababa de cumplir 21 y, finalmente, tuvo acceso a su fortuna. Tímida e introvertida, era una joven infeliz: había crecido con sirvientes, choferes, escuelas privadas, viajes al extranjero y todo tipo de lujos, pero buscaba afecto desesperadamente en cualquiera que pudiera dárselo. Quizás por eso, al poco tiempo de divorciarse de DiCicco se casó con el director de orquesta Leopold Stokowski (ella tenía 21 años y él, 63). El amor duró una década y tuvieron dos hijos, Stanley y Christopher. Durante la infancia de sus hijos, Gloria recurrió a su querida Dodo para que los cuidara. Según se dice, fue Stokowski quien la impulsó a perseguir sus sueños artísticos, lo que la llevó a estudiar en el Art Students League de Nueva York y a hacer la primera exposición individual de su obra en 1952. También probó suerte en la actuación: en 1954 debutó con el protagónico en The Swan y un año más tarde llegó a Broadway con la remake de El tiempo de su vida. Ese mismo año, Gloria se separó de Stokowski y antes de casarse en terceras nupcias con el productor Sidney Lumet tuvo affaires con Frank Sinatra y Marlon Brando. El matrimonio con Lumet duró siete años y apenas se separaron ella se casó con el escritor Wyatt Emory Cooper, el amor de su vida. Con él tuvo otros dos hijos, Carter y Anderson, y por primera vez era feliz: sentía que había armado una verdadera familia (Wyatt fue quien la convenció de que tenía que amigarse con su madre). Fue su último matrimonio y estuvieron casados hasta la muerte de él, en 1978. Perder al hombre que amaba la dejó devastada. “Wyatt era el padre más extraordinario. Desde el principio trató a nuestros hijos como personas. Era algo que yo nunca tuve mientras crecía”, reveló más tarde. Y, aunque no volvió a casarse jamás –tenía 54 años al enviudar–, sí tuvo una relación amorosa con el fotógrafo Gordon Parks que se prolongó hasta la muerte de él, en 2006.
POR SIEMPRE ADMIRADA
Fue amiga de Charles Chaplin, Diana von Fürstenberg, Bobby Short y Truman Capote quien, de acuerdo con la leyenda, se inspiró en ella para crear el personaje de Holly Golightly, la protagonista de Desayuno en Tiffany’s (novela de 1958). Admirada por varias generaciones, era una celebridad absoluta: el nombre de Gloria Vanderbilt nunca dejó de aparecer en las columnas de sociedad ni en las listas de las mujeres mejor vestidas. A los 15 años se publicó por primera vez una imagen suya en Harper’s Bazaar (en 1939) y Richard Avedon la fotografió en varias ocasiones para Vogue. Y, aunque jamás renegó de su historia de heredera, siempre fue por más: en 1969 sus ilustraciones la llevaron a convertirse en diseñadora de moda, cuando Hallmark decidió hacer diseños con su arte (aparecieron en tarjetas de felicitación y papelería), pero su carrera como designer literalmente explotó al asociarse con Mohan Murjani, quien en 1978 invirtió un millón de dólares en publicidad para lanzar la marca Gloria Vanderbilt, Así, la heredera de la alta sociedad bordó el ilustre nombre de su familia en jeans de diseño, con los que construyó un imperio: en 1980 generaba más de 200 millones de dólares en ventas. Los jeans con su nombre fueron un boom que caracterizó la época, el mundo de la moda se rindió a sus pies y Gloria redobló la apuesta: desarrolló perfumes, valijas, carteras y hasta una muñeca. Ganaba millones. Pero no todo era felicidad: el 22 de julio de 1988, su hijo Carter Cooper, de 23, saltó al vacío desde el piso 14 de Manhattan en el que vivían y lo hizo frente a sus ojos y pese a los desesperados intentos de Gloria por detenerlo. El ícono glam murió el 17 de junio de 2019, a los 95 años. “Ella creía en el amor más que en cualquier otra cosa. Gloria Vanderbilt murió como vivió: en sus propios términos”, dijo su hijo Anderson Cooper al despedirla.
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