Las gemelas Paula y María Marull, actrices, dramaturgas y directoras hablan sobre su infancia, el desarraigo, su pasado en las pasarelas, el despertar artístico y el amor
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Son francas, cercanas y de sonrisa fácil; hablar con Paula y María Marull (50) es como estar con alguien a quien se conoce desde siempre. Algunos pensarán que porque son gemelas y han compartido tanto en sus vidas son como las caras de una misma moneda. Y algo de eso puede haber; sin embargo, mientras cae el sol y ceban unos mates en la casa de fin de semana de una de ellas, en algún lugar de la provincia de Buenos Aires, las actrices, dramaturgas y directoras de Lo que el río hace (la obra que desde su inicio se convirtió en una pieza de culto) se entregan a una charla que fluye entre un presente y un pasado que se dan la mano amorosamente, los recuerdos se actualizan como tesoros preciados según la mirada de cada una y se perciben las diferencias entre las dos.
–Trabajan, dirigen, actúan y escriben juntas. ¿Siempre están de acuerdo?
Paula: No. Pero compartimos mucho, estamos online 24 horas, ¡el WhatsApp no descansa! Nos consultamos sobre la crianza de nuestras hijas, salimos juntas, somos amigas más allá de lo laboral. Y cuando en el trabajo no estamos de acuerdo, probamos. Son instancias enriquecedoras.
María: En lo creativo, las diferencias suman.
Paula: Tratamos de encontrar reglas que impartan justicia. Cuando éramos chiquitas, por ejemplo, nos salvaba la regla “la que corta no elige”, que era clave si compartíamos un alfajor. Si no estamos de acuerdo, negociamos. O pedimos otra opinión.
–¿Qué es lo mejor y lo peor de la otra?
María: Lo mejor de Paula es el sentido del humor. Nos reímos por más dramático o doloroso que sea algo. O al menos después del llanto nos reímos.
Paula: María es incondicional, ella va a estar siempre, pase lo que pase.
–Las dejé pensar un rato, pero ninguna respondió lo peor de la otra.
María: ¡Es que no encontramos! [Se ríe].
–¿Les molesta que las confundan?
María: Es así desde que nacimos, ninguna se siente menos. Nuestra mamá es melliza con un varón y era muy evolucionada en la educación, por ejemplo, jamás nos vistió igual. Y en el colegio ni siquiera íbamos al mismo curso.
Paula: Lo tenemos asumido. Por ahí dicen “María” y me doy vuelta. Pero los que nos conocen no nos confunden.
ROSARIO, LA CUNA
Paula y María estudiaron en el Instituto Integral de Fisherton. “Era piagetiano, el más experimental en su momento. Y la secundaria la hicimos en el Politécnico, un colegio industrial técnico. Yo iba a la tarde y tres veces por semana a la mañana, y María, al revés”, recuerda Paula.
–Un colegio industrial fue una elección rara, ¿no?
Paula: Fue de rebeldes. Era muy difícil de entrar y queríamos demostrarnos que podíamos. Papá se oponía, porque decía que no tenía nada que ver con nosotras.
María: Nos encantó la experiencia de ese colegio, había algo de pertenencia muy lindo. Nos divertíamos, teníamos muchos amigos y mucho de lo que aprendimos ahí nos sirve hoy, quizás no lo que aprendimos de electricidad, pero sí la forma de organizarte, de querer dar lo mejor.
Paula: Al terminar secundaria teníamos claro qué era lo que no nos gustaba, pero no lo que sí. Fue un salto al vacío, entramos un poco en pánico.
–¿Cómo era el contexto familiar?
María: Nuestros padres se separaron cuando éramos chicas. Después mamá tuvo una hija que murió en 2017 y papá [Roque Marull] dos hijos más, Juan y Anahí, a los que les llevamos 15 y 18 años. Papá se fue a España a trabajar.
Paula: Él escribía hermoso, componía canciones, tocaba la guitarra, siempre estaba vinculado con el arte. Hizo producción de cine, trabajó en la radio, fue productor de El rigor del destino, que se filmó toda en Tafí del Valle. Era íntimo del Negro Fontanarrosa, con él fuimos a ver a Mercedes Sosa cuando volvió del exilio, era amigo de Facundo Cabral y vivió con él en España e hizo un documental de Esquina [la ciudad correntina en la que se instaló tras separarse, donde las hermanas pasaron muchos veranos entrañables y donde transcurre la obra Lo que el río hace]. No se dedicó formalmente al arte porque quizá no se le dio, pero era un artista.
María: Mamá daba clases de sensopercepción. En nuestra casa se respiraba ese aire. Nuestra abuela materna fue una de las dueñas del Teatro de la Comedia de Rosario, así que íbamos mucho a ver obras. El arte estaba, aunque no como profesión. Era un ambiente cercano.
–Y ustedes, ni enteradas.
Paula: Empezamos a escribir de muy chiquitas. Primero, un diario sencillo, y después se fue transformando. Era una herramienta personal más que algo para mostrarles a los demás.
María: Mamá nos mandaba a expresión corporal, a pintura, a canto, a cerámica, pero siempre eran hobbies.
Paula: Sentíamos que teníamos que estudiar una carrera tradicional, quizás era un mandato de la época.
María: En ese sentido, hoy es distinto, los padres fomentamos mucho lo que les gusta a nuestros hijos.
DESPLEGAR LAS ALAS
–¿Cuándo descubrieron que lo de ustedes era el arte?
María: Cuando terminamos el colegio, nos anotamos en ¡doce carreras!, con la esperanza de pensar durante el verano qué queríamos hacer de nuestras vidas. Teníamos ganas de venir a Buenos Aires, aunque no tuviésemos claro lo que dejábamos atrás ni para qué veníamos. Terminamos estudiando Diseño Industrial, que era la única carrera que allá no estaba. [Se ríe].
Paula: Era el deseo de abrir las alas. En paralelo empezamos a trabajar. En Rosario hacíamos desfiles y promociones, también trabajábamos en las barras de los boliches.
María: Había que sostenerse. Trabajamos como modelos con Pancho Dotto, lo conocíamos de los desfiles de Rosario. Después estuvimos con Ricardo Piñeiro. Y una vez acá la conocimos a Liliana Bortolini, que hacía castings para publicidad. Ella nos empezó a representar y nos mandó a estudiar a la escuela de Raúl Serrano. Eso nos cambió la vida, nos abrió las puertas a un mundo increíble, encontramos lo que amábamos.
Paula: Todo se empezó a alinear. En Rosario estábamos contenidas, pero acá no conocíamos a nadie. Al principio extrañábamos un montón. Y el ambiente del modelaje, aunque aún hoy mantenemos un grupo de amigas entrañables de esa época, no nos llenaba ni lo disfrutábamos mucho.
María: También arrancamos como noteras en la televisión, participábamos en la producción de las notas, que tenían que tener humor, un remate; íbamos tras un objetivo, como cuando hacíamos notas de fútbol. Y cuando entramos a 1,2,3, Out, que era como una kermés, salíamos por los barrios, la gente nos daba mucho afecto. Producían Nicolás Repetto y Pablo Codevilla. Fue muy lindo trabajar con ellos.
–¿Alguna vez se plantearon seguir distintos caminos?
Paula: Ahora autogestionamos nuestros trabajos, pero en algún momento pensábamos que si no estábamos juntas, no nos iban a llamar. Se dio naturalmente hacer cosas separadas, incluso tuvimos representantes diferentes para que no tuvieran que decidir a cuál de las dos le daban trabajo. Casi en paralelo empezamos a escribir obras, aunque ya hacíamos teatro [por ejemplo, María es la autora de La Pilarcita, y Paula, de Yo no duermo la siesta].
María: Hicimos mucho teatro, estudiamos, entre otros, con Serrano, Chávez, dirección y puesta en escena con Schumacher, escritura con Ricardo Monti, con Kartún. Papá nos decía que teníamos que tirarnos a la pileta de una vez, pero nos daba inseguridad. Hasta que nos animamos.
EL AMOR Y LA FAMILIA
De la mano de la televisión y el teatro, las Marull encontraron el amor. María está casada con el reconocido director y guionista de cine y televisión Damián Szifrón, con quien tiene dos hijas, Rosa (14) y Eva (9); y Paula junto a Diego Steverlynck son padres de Luisa (13), Adela (9) y Cora (6).
“A Damián lo conocí en Atorrantes, era uno de los productores. Primero fuimos amigos, y recién uno o dos años más tarde empezamos a salir. Sus opiniones y críticas siempre son bienvenidas. Tiene una mirada externa amorosa y que sepa del tema suma un montón”, cuenta María. Y Paula agrega: “Yo a Diego lo conocí en clases de actuación, con Javier Daulte. Antes de eso había estudiado con Julio Chávez, porque siempre le gustó mucho el teatro, aunque ahora se dedica a otra cosa. Opina un montón porque yo lo consulto mucho. Es muy sincero y viene a ver las funciones”.
–A vos, María, te vimos acompañando a tu marido por las alfombras rojas más importantes del mundo…
María: Sí. Es un orgullo. Fueron experiencias muy lindas.
–También te dirigió. ¿Les resulta cómodo trabajar juntos?
María: Muy cómodo, ¡es tan buen director! Y no lo digo porque sea mi marido, sabe muy bien lo que quiere, porque escribe los textos de sus ficciones. Es muy meticuloso. Compartimos varios proyectos suyos y fue un placer.
–¿Sus hijas heredaron esa pasión artística?
Paula: A mis hijas les gusta el arte. Una toca el piano, la más grande estudia actuación, la menor hace pintura con una de las hijas de María…
María: Todas vieron nuestras obras y vienen a los ensayos. Incluso es un plan llevarlas con nosotras si no tenemos con quién dejarlas un sábado. Me encanta que vean dónde estamos tantas horas, y si quieren reparten los programas entre el público. Además, tienen opiniones valiosas. Eva, por ejemplo, me marcó un cambio que habíamos hecho y era muy sutil. Tienen esa sensibilidad y sinceridad.
UNA OBRA DE CULTO EN AVENIDA CORRIENTES
Lo que el río hace, la obra que escribieron, dirigen y actúan junto a un grupo de talentosísimos actores, se convirtió en un suceso con el boca a boca como mejor publicidad. Pandemia de por medio, estrenaron en septiembre de 2022 en la sala Cunill Cabanellas del San Martín, agotando funciones desde el vamos. El año pasado pasaron al Teatro Astros (retoman las funciones en marzo) y del 23 al 31 de enero se presentarán en el Teatro Tronador de Mar del Plata.
–Esquina, la ciudad de Corrientes donde transcurre la acción, está íntimamente ligada a ustedes.
María: Hacer la obra es un poco jugar y otro poco conectarse con algo muy íntimo de uno. Nos emociona porque tiene mucho de nuestro papá y también del río. Cada palabra evoca una imagen que nos remite a nuestra vida allá. Es una experiencia sanadora, como estar en una dimensión distinta, un recuerdo presente.
–En la obra, Amelia, la escritora a la que le dan vida ambas, fue Reina de la Fiesta del Pacú. ¿Eso pasó?
María: No, aunque sí representamos a las islas Malvinas en la comparsa de carnaval, que es un gran evento. Bailamos con un gaucho, nos ayudaron a bordar los trajes. En el documental que hicimos sobre Esquina sumamos esas imágenes porque la gente de allá, tan amorosa, nos las mandó en video.
Paula: A veces en el aplauso escuchamos algún sapucay, viene mucha gente de Corrientes. Fue declarada de interés cultural. No es tan habitual ver que algo del interior se vuelva tan popular.
–Incluso tuvieron reconocimientos internacionales, como el Premio Talía, en España, al Mejor Espectáculo Latinoamericano.
María: Sí, y también recibimos otro de la Embajada de Francia. Nos impacta que se identifiquen tanto con un material que es tan personal. Hay algo de la infancia, el paso del tiempo, todos temas que se resignifican con la mirada del público. La música la compuso Antonio Tarragó Ross, a quien admiramos y encontramos el día que íbamos a la primera reunión en el San Martín. Lo interceptamos, nos sacamos una foto y quedamos en contacto. Hizo una música preciosa por la que ganó el ACE.
–La obra también habla del desarraigo, algo que conocen por experiencia propia.
Paula: El desarraigo fue muy duro. Lo sufrí tanto que jamás podría pensar en irme a vivir a otro lado. Extrañaba todo. Las amigas, la casa, el barrio…
María: No sabíamos qué estábamos dejando. El primer año volvíamos todos los fines de semana. Empezar de nuevo en una ciudad tan grande fue difícil. Pero estábamos juntas.
Producción: Jorge León. Peinado: George Rodríguez (@heorge_hair1) Maquillaje: Agus Ciaglia (@agustina.ciaglia). Agradecimientos: Gusmán, Justa Petra, Blue Sheep, Grimoldi, Las Pepas, Naima.
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