A los 16 años, Raquel Gorospe desfilaba y posaba para las marcas más importantes, pero abandonó precozmente su carrera. Con ¡HOLA! Argentina habla de las críticas, de cómo logra reinventarse y de por qué el baile del caño cambió su forma de ver lo cotidiano
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Hasta los 14 años, sus padres la mantuvieron en una burbuja protectora: no la dejaban ir a fiestas de 15 o quedarse a dormir en la casa de sus amigas. El lugar seguro que ellos aprobaban para su hija, además del colegio, era el club. Y, curiosamente, sería en ese sitio donde la burbuja estallaría… En el club descubrieron su potencial como modelo y en poco tiempo Raquel Gorospe recorría el mundo entre desfiles y producciones fotográficas. A los 16 firmaba contratos de trabajo en París, Milán y Tokio para las grandes casas de moda, como Valentino, Chanel y Dior. “¡Todo era una locura, porque era otra época! No había celulares y Pancho Dotto, mi representante, manejaba los contratos por fax”, se ríe hoy Raquel, a los 53. “Tenía 15 años cuando viajé a Colombia para hacer una campaña para la tienda española El Corte Inglés y ahí les gustó mi estilo y me contrataron para trabajar en Europa”.
–¿Te acompañaba alguno de tus padres?
–¡No! Viajaba con mis compañeras modelos. No entendía nada. Cuando tuve que instalarme en Tokio vivía con dos chicas, una era hawaiana y la otra, californiana, en un departamento que elegía y pagaba yo (porque ganaba muy bien) y quería sentirme en un lugar lindo, como si fuera mi casa. Los fines de semana no sabía qué hacer en esa ciudad, por lo que me gastaba parte de lo que ganaba en Tokio Disneyland y les pagaba a mis amigas que estaban ahí para que me acompañaran. Desfilaba para los diseñadores más importantes, pero mi mejor foto de esos tiempos es una en la que estoy abrazada a Mickey. Ahí te das cuenta de la inocencia que tenía. No entendía lo que estaba viviendo, las cosas iban saliendo casi por casualidad… hasta hice una prueba de cámara para Pedro Almodóvar junto con Penélope Cruz… y yo no quería ser actriz.
–¿Te arrepentís de haber comenzado a trabajar desde tan chica?
–No. Yo lo único que recomendaría es terminar el colegio antes de empezar a trabajar, porque a mí me costó un montón hacerlo. De hecho, recién tuve el título secundario el año pasado, porque se había perdido la cursada libre de Matemática. ¡y tuve que volver a rendir de grande! [Se ríe].
CRECER DE GOLPE
El otro gran cambio en su vida se dio a sus 21 años, cuando conoció a quien sería el padre de su hijo. “Tenía pocos días para volver a ver a mi familia y Pancho me invitó tres días a Punta del Este. Yo debía regresar a Milán a trabajar y ahí conocí a Gastón y nos enamoramos a primera vista. Le dije a Pancho que no volvía a Milán y casi me mata. Cuando les conté a mis viejos que viajaba con mi novio, se opusieron, me dijeron que ni loca iba a viajar con alguien que no fuera mi marido y… ¡entonces nos casamos! ¿Qué loco, no? Yo viajaba sola por el mundo desde los 16 y no me dejaban viajar con mi novio. Mis viejos eran muy contradictorios y muy estrictos en un montón de cosas”, reflexiona Raquel. Dos años después nació su hijo [que se llama Gastón], pero tras ocho años de relación, la pareja se separó y, cuando su hijo se convirtió en un adolescente, ella decidió que lo mejor era que viviese más tiempo en la casa de su papá. “Durante muchos años vivía mitad y mitad. Pero yo tenía que laburar y a Gasti lo tenían que cuidar mis viejos. Su papá se volvió a casar y ahora mi hijo tenía dos hermanas que lo adoraban y una casa grande. El colegio estaba en zona norte, cerca de Nordelta, y yo vivía en Buenos Aires y no tenía auto… ni manejo. La mejor opción para él era que tuviese la posibilidad de estar cerca de sus amigos y que estuviese acompañado”, recuerda la ex modelo.
–¿Y cómo manejaste esa distancia?
–Casi me muero… Tenía un agujero en el corazón. Pero sabía que era lo mejor para él.
–Y tus padres, que eran tan estrictos, imagino que no reaccionaron bien con la idea.
–No fue fácil, fue duro, pero todos con el diario de lunes podríamos haber mejorado las decisiones.
–¿Tu hijo te lo reprochó?
–A veces sí. Siento que tiene la misma mirada que tengo yo con mis viejos… Esos cuestionamientos que todos tenemos con los padres.
Antes de cumplir 30 años, Raquel decidió dejar de modelar y se convirtió en productora de moda y en relacionista pública. Siempre está buscando cosas nuevas para hacer: ahora está estudiando Ceremonial y Protocolo.
–Cuando dejaste de trabajar como modelo, ¿te dio incertidumbre lo que ibas a hacer?
–No. Como trabajo desde tan chica veo oportunidades en todo, y también había ahorrado desde joven. Yo siempre digo que soy como los hámsters, que necesitan los escalones para girar en la rueda. Como soy buena haciendo deporte, si falta un escalón, salto y sigo rodando. Laburo a diario y en los momentos que no hay trabajo me reinvento. Tengo el hábito del ahorro instalado. Y por la salud de mi papá necesito trabajar sin horarios fijos.
–¿Podés contar lo que le pasa a tu papá?
–Luego de la muerte de mi mamá, en 2017, a papá le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Mi hermana mayor y yo nos mudamos con él porque sabíamos que con el carácter de mi papá era muy difícil que alguien trabajara en casa y mi hermano, que está casado y tiene sus hijos, se mudó cerca. O sea, los tres nos vamos complementando. Mi papá necesita dos personas, así que cada decisión de lo que vamos a hacer está basado en priorizar el organigrama para que él esté bien y, sobre todo, intentar que siempre haya dos de nosotros con él, por las dudas.
–Además del golpe que significa recibir ese diagnóstico, volver a vivir con tu papá y tu hermana… debe haber sido muy difícil para vos.
–¡Imaginate! Yo a los 16 me fui a trabajar afuera y no volví más a la casa familiar. Para mi papá volví a tener esa edad, una adolescente, y mi hermana era la adulta responsable. Hubo que aclarar y reformular, y cada tanto saltan las térmicas.
–En tus redes sociales mostrás que hacés pole (baile del caño) y decís que eso te salvó. ¿Por qué?
–Porque me enseñó muchas cosas. Me conectó con mi lado femenino en los momentos más difíciles, me hizo sentir mejor conmigo cuando aumenté de peso y cambió mi forma de ver la vida. El poledance me enseñó que, si cuando estás en el caño mirás al costado para compararte con otro, te caés porque no estás en tu eje. Lo mismo que pasa en la vida.
–Antes de la entrevista y ahora hacés mención a tu peso. ¿Sentís que por haber sido modelo los demás son más críticos con tu físico?
–¡Totalmente! Si supieras la cantidad de veces que me dijeron: “¡¿Qué te pasó que estás tan gorda?!”. Y más, trabajando en moda. La gente suele ser muy cruel con sus críticas cuando no sabe qué te está pasando. Yo sufrí un evento muy traumático… [Apenas recuerda la dura situación que vivió, Raquel se angustia, se quiebra y empieza a llorar. Ella llama “el accidente” a un ataque del que fue víctima y que prefiere no describir ni detallar]. Me costó varios años volver a sentirme bien. Hablaba poco, lloraba mucho. Engordé como forma de protección. Perdí casi un 50 por ciento de la visión, se me caía el pelo, me agarraba claustrofobia por el eco del miedo que sentía. Tuve que volver a usar aparatos fijos en la boca por el impacto de un golpe que recibí y durante muchos años sólo iba a trabajar, sentía pasar mi vida sin que fuera mía. Creo que lo que me pasaba se llama “despersonalización”. Para peor, en esa época salía con un hombre que todo el tiempo me decía que tenía que adelgazar, en lugar de contenerme por lo que estaba pasando. En ese momento colapsé.
¿Después de eso no te volviste a enamorar?
Sí. Me enamoré de una persona increíble que me hizo volver a sentirme bien. Aunque ya no estemos juntos, siento que él fue el amor de mi vida.
–Todo en tu vida fue intenso. ¿Te gustaría ahora vivir un amor más tranquilo y maduro?
–Sí, me gustaría volver a formar pareja, pero con alguien que tenga las cosas resueltas. Necesito que la persona que esté a mi lado sume y acompañe a esta mujer que soy hoy.
Maquillaje: Joaquina Make Up.
Agradecemos a Vevu Atelier
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