Rodeados de 190 invitados, celebraron a lo grande en la Estancía Villa María el 14 de diciembre de 2013
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Hubo corridas, nervios y carcajadas en las suites principales del casco estilo normando de la Estancia Villa María. Y por supuesto, también lágrimas de emoción. Allí, Araceli González y Fabián Mazzei se preparaban –junto a sus seres más queridos– para escribir el capítulo más importante de su historia de amor. Afuera, los primeros invitados enfriaban el calor sofocante del sábado 14 de diciembre de 2013 con exquisitas limonadas y té helado. Todo estaba listo, solo restaba esperar a que los novios bajaran y caminaran por la pasarela blanca bordeada de pétalos para llegar hasta el altar, ubicado en medio del espectacular parque.
“SI, QUIERO”
Pasadas las siete y media de la tarde –cuando el sol ya empezaba a caer–, se escucharon los primeros acordes de “Now We Are Free”, el tema de la película Gladiador, y Fabián hizo su aparición –de impecable smoking– en la puerta del palacete, seguido por cuatro caballeros de honor. Detrás de ellos, Florencia Torrente, la hija de Araceli, llevó la punta de las damas de honor. Katia, una de las integrantes del cortejo, anunció que el gran momento estaba por llegar cuando desfiló por la pasarela un cartel que decía: “Viene la novia”. Del brazo de su hijo Tomás Kirzner y visiblemente emocionada, Ara caminó al encuentro del hombre de su vida, mientras sonaba la canción de Cinema Paradiso.
La ceremonia, oficiada por Lito Dorfman, empezó con el relato de una fábula elegida por los novios. “Cuentan que dos enamorados fueron a ver a un sabio para pedirle una fórmula, un conjuro, algo que les asegurara que su amor sería eterno. El sabio los escuchó, los miró a los ojos y solamente les dijo una palabra: ‘Amense’ (…). Amar es una elección, es dedicación y entrega, es admirar y valorar (…). Por sobre todas las cosas, cuiden ese amor, les recomendó antes de que partieran…”. Araceli y Fabián, siempre tomados de la mano, se miraron a los ojos y sonrieron cómplices. Tres velas sobre el altar esperaban el gran momento.
Las madres de los novios, Rosita y Jacinta, fueron las encargadas de encender dos de las velas y los enamorados, la restante. Adrián González –hermano de Ara– y Rodolfo Rosasco –íntimo de Fabi– fueron nombrados “custodios” del pacto de amor que se celebraba esa tarde. Antes de los anillos, firmaron un pergamino que llevaba impresa la frase: “Amar es encontrar en la felicidad del otro la propia felicidad”. Estamparon la firma los novios, sus madres, los “custodios”, las damas y los caballeros de honor y llegaron las alianzas. “Sos la persona que curó mi casa, curó mi alma, amó a mis hijos y me respeta. Estoy inmensamente feliz de estar al lado de un hombre como vos. Te amo”, le dijo Araceli a Fabián antes de ponerle el anillo. Hubo un gran beso y un aplauso de los presentes. “Siento que la vida nos eligió, es el destino que nos juntó nuevamente porque yo creo en la existencia de vidas pasadas. Creo también que nos vamos a seguir juntando por todas las vidas que vengan. Te quiero, te amo”, respondió él, y el “Ave María” colmó el lugar.
Aún quedaba un último ritual: romper la copa con un fuerte pisotón. “Dale duro”, le gritó Florencia a Fabián, y así lo hizo. Orgulloso y con una enorme sonrisa, mostró a todos la bolsita bordó que contenía los cristales rotos. “Viva la vida”, de Coldplay, fue el broche musical para verlos caminar convertidos en marido y mujer, mientras los invitados les arrojaban pétalos a su paso. Todo salió como lo habían ensayado una semana antes en la casa que comparten en Pilar.
ESPERAR A LOS RECIEN CASADOS
Mientras los novios hacían los posados de rigor, los 190 invitados disfrutaban de los primeros tragos y delicias en los camastros blancos y las pequeñas mesas ubicadas a orillas de la laguna. Allí había un “mozzarella-bar”, regalo de Donato De Santis, donde se podía degustar los quesos, con hongos y morrones asados en aceite. Además de las bandejas con langostinos, bocaditos de salmón, guacamole, tarteletas de espuma de queso brie y paté sobre láminas de manzana, entre otras delicias, que formaron parte del cóctel de la recepción.
Ya era de noche y las luces, dispuestas como guirnaldas, iluminaban el lugar. “Les pido un momento de su amable atención”, dijo Florencia micrófono en mano. “¡Démosles la bienvenida a los novios!”, y acto seguido empezó a cantar “Love”, de Frank Sinatra. Araceli y Fabián avanzaron hasta encontrar un lugar preferencial frente al improvisado escenario. Después de saludar a sus parientes y amigos, la novia fue por su segundo vestido de la noche. “Chau, me voy a cambiar y vengo, no se vayan, ¡eh!”, exclamó entre risas.
EL SALON AZUL
Dos livings –uno con fotos de Araceli y otro con imágenes de Fabián– se presentaban como antesala de la gran carpa iluminada por más de 1.500 velas de diferentes alturas. “Ara quería recibir a sus invitados como si fuera su casa. Ese fue el primer objetivo: crear un espacio cálido en el que se sintieran cómodos”, contó a ¡Hola! Argentina Guillo D’Aiello, encargado de la ambientación.
La mesa de los recién casados se destacaba por tres grandes Chandelier, de cinco brazos adornados con perlas de cristal. Cuando todos estuvieron ubicados en sus respectivos lugares, llegó el primer video de la noche que empezó con una escena de la novela Mil millones, donde se los veía a Ara y a Fabián en una situación cotidiana y él le decía: “Quién te dice, quizás algún día pase algo entre nosotros”. En ese entonces corría el año 2002, y sin que ellos lo supieran, era un presagio de esta historia de amor que ya lleva seis años. Entonces entraron los novios, la carpa explotó de música y salieron todos a bailar.
El menú de la comida incluyó burrata fresca, sobre de rúcula y peras caramelizas como entrada; solomillo de cerdo, chutney de damascos y peras y aumonière de puerros al gruyère; y como postre, apple crumble con helado de crema americana. Después del plato principal, hubo otro video con fotos de los recién casados, familiares y amigos y, acto seguido, Florencia volvió a cantar, esta vez acompañada en algunos temas por su amigo Felipe Colombo. El clásico vals y el brindis fueron otros de los momentos inolvidables de la noche. “Los que están acá es por algún motivo especial y por eso queremos darles las gracias de todo corazón. Disfruten de la fiesta”, dijo Fabián y levantó su copa de Kir Royal.
FIN DE FIESTA
A las 4 de la mañana y después de la mesa dulce, hubo un show de fuegos artificiales que iluminó la laguna y el campo. Aún quedaba tiempo para seguir bailando. Cuando empezó a amanecer, algunos emprendieron la retirada. En un antiguo ropero ubicado fuera de la carpa –en uno de los livings– estaban los souvenirs: cajas de té de un blend especial (“Spicy Chic”) inspirados en los novios y creado por Inés Berton. Al día siguiente, Araceli y Fabián agasajaron a treinta íntimos –que se quedaron a dormir en la estancia– con un asado.
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