La actriz, conductora y empresaria cuenta cómo se reinventó después de la pandemia y nos habla de su relación de más de una década con el productor Luis Scalella: “Tenemos una relación madura”
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Esa cámara de fotos hoy tiene atrapada la atención de Flavia Palmiero (57). “Es mi chiche nuevo. Es como las de las influencers, y me permite sacar fotos buenísimas de mis productos”, dice ella, refiriéndose a los trajes de baño, leggings, vestidos lenceros, accesorios y los demás ítems de su propia marca, un emprendimiento que inició hace tres años. Ella se encarga del diseño, la fabricación, las ventas y también de la imagen: y, cada vez que posa con sus creaciones, sus seguidoras la aplauden. “Las mujeres me agradecen no sólo porque con mis diseños se sienten lindas y empoderadas, sino porque mis fotos no tienen retoques. Los filtros pueden parecer divertidos, pero confunden. Prefiero que las fotos sean naturales. Eso sí: las elijo. Seleccionar la mejor foto no es mentir: a veces, tenemos kilos de más o de menos –porque una va cambiando con el tiempo y hay que amigarse con eso–, y busco los mejores ángulos”, reconoce ella.
–¿Cuándo y cómo gestaste tu marca?
–Durante la pandemia. Sentí un gran vacío en ese tiempo. Me acuerdo haber pensado que, quizás, mi carrera como actriz o como conductora no seguiría más. En ese momento, además, mi hijo Gianmarco [es chef, tiene 29 años; y es, junto con Giuliana, 34, uno de los dos hijos que Flavia tuvo con su exmarido, el empresario textil Marco Battellini] me anunció que se iba a Copenhague. Fue una tristeza enorme. Recuerdo que fui a mi escritorio y dibujé los seis diseños con los cuales empezó el proyecto. Lo hice para no deprimirme y siento que ahí resurgí. Mi marca, Flavia Palmiero Collection, significó salir adelante con un sueño.
–La pandemia puso a muchos frente al desafío –o en el aprieto– de reinventarse…
–Desde los 17 años, canto, actúo, bailo, conduzco… ¡No había trabajado de otra cosa! No sabía que tenía esta creatividad dentro de mí. Hoy siento que entre montar un programa de televisión y crear un traje de baño hay un mismo proceso creativo. Aunque desde otro lugar, finalmente, es el contacto con la gente lo que está presente. Las mujeres confían en mi manera de combinar la ropa y ven que yo me pongo lo que fabrico: notan que no diseño vestidos con escotes grandes porque yo tampoco los usaría…
–¿Quién te ayudó?
–Al principio, nadie. A Giuliana, mi hija, la consulté mucho e, incluso, fue modelo para los trajes de baño, mi nave insignia. Des - pués, ella, que es arquitecta, me ayudó con el showroom. Lo inauguré en junio y estoy feliz.
–Mencionás a tus hijos, que no viven en Buenos Aires. ¿Cómo viviste esas partidas?
–Fue durísimo. Cuando me hablaban del nido vacío, no imaginaba que sería tan doloroso. Yo no era pro de que se fueran de la Argentina. No, no, no. No quería: ellos lo eligieron. Que se vayan del país es mucho más que tener un nido vacío: es un país vacío el que sentís. Giani se fue hace un año y medio y Giuli, hace un mes. Cuando ella me comunicó que se iba, lloré y lloré. Si bien lo razonaba diciéndome a mí misma que era algo bueno, me encontraba rezando todas las noches para superar el momento.
–¿Y ahora cómo estás?
–Soy una mina que nunca se deja caer. Ahora estoy tristemente feliz. Es raro, pero es así. Hablamos todos los días: ellos me cuentan de sus vidas y yo, del showroom, de la serie que protagonicé el año pasado, los actualizo con las novedades de Freddo y de Connor, nuestros gatos [tienen 13 y 4 años, respectivamente]. ¡Son un dulce de leche! Tienen personalidades muy diferentes. Me acompañan y, cuando estoy mal, se pegan a mí.
–¿Te cuesta la soledad?
–Soy un poco solitaria, tal vez, por ser hija única. Lo que me cuesta es el silencio en la casa: el silencio me hace ruido. Cuando empecé con mi marca, había instalado todo acá porque me gusta que la casa tenga movimiento. Amo que esté viva, que venga gente, que se esté cocinando… Trato de generar situaciones para que no esté en silencio: instalé música en todos los ambientes. O prendo la tele y la tengo así todo el día.
–¿Tu pareja te sostuvo con la partida de tus hijos? [Flavia y el productor cinematográfico Luis Scalella, director de Argentina Sono Film, están juntos desde 2012].
–Nos hemos turnado. Cuando sus hijos se fueron, yo lo contuve a él. Ahora, él me contiene a mí. Con Luis tenemos una relación muy afectuosa.
–Seguro estará ahí en el caso de que seas abuela…
–[Se ríe]. Seré abuela el día que mis hijos decidan ser padres. Pero ni Giuli ni Giani hablan del tema. Yo todavía soy mamá.
–Durante la pandemia, con Luis convivieron un tiempo. ¿En qué situación están ahora?
–¡Qué sé yo! [Se ríe]. Hay momentos en los que él duerme más en mi casa y otros, no. Vamos y venimos; nos visitamos. Y no tengo idea cómo seguirá. A mí me gusta que él esté acá… si es que está de buen humor porque, a veces, tiene cambios repentinos de humor. [Se ríe]. A, veces, él me dice que a los gatos les dejo hacer de todo y a él no. ¡Es que los gatos son gatos: ellos hacen lo que quieren en esta casa! Tenemos nuestros chispazos, pero estamos bien. No hay papeles, pero hay un vínculo fuerte. Hoy tenemos una relación madura: me respeta; fui creciendo mucho a su lado.
–Antes, cuando te preguntaban qué cualidades buscabas en una pareja, decías que te gustaba que fueran protectoras y que aportaran contenido…
–Mmm. A esta altura del partido, no. Hoy siento que ni la vida ni los vínculos son tan descriptivos. Si hay que completar casilleros, estás frente a un currículum vitae. A la hora de elegir parejas, fui práctica: no me gusta la gente complicada y no me he metido con gente que no estuviera libre. No he sido atrevida ni he perseguido a nadie, aunque sí me han perseguido y alguno que otro me alcanzó… aunque no tantos. [Se ríe]. Nunca me hicieron propuestas indecentes: me crucé siempre con gente seria; también yo planteé las cosas de esa manera. Me gusta disfrutar de la libertad de estar con esa persona; de elegirla y que esa persona me elija a mí.
–Cuando viajan con Luis, ¿te tiene paciencia con las valijas que llevás o cuando tenés que sacar fotos?
–Es parte del combo. [Se ríe]. Llevo mucho equipaje. Cuando fuimos a Cannes, en mayo, llevé ropa de mi marca para sacar fotos y también los vestidos para la alfombra roja. En julio, en Miami, hice fotos con los vestidos de playa. Me cambio muchas veces por día. Soy exigente y sigo trabajando 24/7, incluso cuando viajamos: abro la computadora y me pongo a chequear hasta tarde stocks de telas, la fabricación...
–Suena cansador.
–Muchas veces, en mi vida, pude haber elegido no trabajar, pero porque trabajo me fue como me fue y me va como me va. No soy una esclava de lo que hago: le debo mi libertad a eso. Hasta que me dé el cuerpo, voy a seguir. La edad no es una excusa: echarle la culpa a la edad es ponerle excusas a la vida. Cuando llega la producción de ropa y la acomodo, tengo uno de los momentos de mayor felicidad. Es como seguir jugando. Más allá de que este proyecto recién arrancó, siento la responsabilidad de seguir adelante como agradecimiento: significa que estoy en movimiento; es una oportunidad que la vida me dio. ¡Tuve millones de ideas que no pude concretar! Y, cuando no se puede aflojar, no aflojo. Pero, si me canso, me pongo el pijama temprano, me hago una comida rica, me tiro en el sillón a ver una serie y espero hasta recuperarme. Apoyo la cabeza en la almohada y, si bien sigo enganchada, pensando hasta tarde las cosas que tengo que hacer, me siento contenta por el día que viví.
–¿Antes no sentías eso?
–No me daba cuenta de esas cosas. No las disfrutaba. Siempre sentía que me faltaba algo. Ahora, con el tiempo, empecé a disfrutar muchísimo eso, a soltar algunas cosas y también a amigarme con otras. Soy muy insistente y me decía: “Tengo que poder hacer esto”; y me fui dando cuenta de que hacer eso no era necesario y que ¡estaba todo bien! Ahora, si me equivoco, por ejemplo, con la elección de una tela, digo: “¿Cuál es el problema?”. El paso del tiempo tiene mala prensa, sí, pero a mí me trajo mucho disfrute.
–Y el paso del tiempo, ¿atenta contra la sensualidad?
–La sensualidad va mutando. En mi caso, en determinado momento, dejé de sentir que era una exigencia externa: empecé a querer sentirme bien para mí y no para los demás. Una no busca transmitir una imagen sexy; lo que sí se transmite es plenitud. Con el paso del tiempo, la seguridad, la tranquilidad y la plenitud aumentan. Y eso potencia tu actitud, tu sensualidad. Hoy me siento plena. Tengo calma para algunas cosas y, al mismo tiempo, inquietudes y proyectos. Con los años, además, empezás a entender muchas cosas, a valorar más tu salud y la de tus hijos, a cuidar los afectos. La foto va cambiando y, en la película, vas encontrando otras escenas que están muy buenas.
Peinado: Joaquina Espínola
Agradecimientos: Bernie Catoira, Elías de Cerini y Mauricio Camilo
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