Antes de competir en el primer Grand Slam de la temporada, el jugador y hermano de Guillermo Coria nos comparte sus sueños y proyectos junto a Florencia Gómes
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Un día antes de viajar a Melbourne –donde lo espera el Australian Open–, Federico Coria (31) se hace un tiempo para repasar su gran año junto a su novia, la licenciada en Recursos Humanos Florencia Gomes (29). Hijo del profesor de tenis Oscar Coria y hermano menor del ex tres del mundo y actual capitán del equipo argentino de Copa Davis, Guillermo Coria (41), Federico dice estar “más que feliz” con lo que le deparó 2023. Además de posicionarse entre los cien mejores jugadores del mundo (en febrero pasado alcanzó el puesto número 49 del ATP, su mejor ranking) y conquistar dos títulos (el Challenger de Szczecin, en Polonia, y el Challenger de Concepción, en Chile), Fede le propuso casamiento a su novia y ya hay fecha para la boda. “La ceremonia será el 14 de diciembre de este año y la queremos hacer en el jardín de nuestra casa, que todavía está en plena obra de construcción”, cuenta entusiasmado el tenista.
–¿Cómo se conocieron?
–La primera vez que nos vimos fue hace como ocho años, en un boliche. Hablamos y nos juntamos a tomar un café al día siguiente (los dos teníamos horarios medio locos). Ahí empezó nuestra historia de amor. En nuestra segunda salida la llevé a ver un show de Martín Bossi, que es amigo mío. Me acuerdo de que nos había dado muy buenas ubicaciones y en medio de la función él le habló al público y agradeció que yo estuviera ahí. Me sorprendió, y mucho más cuando dijo algo así como “Fede nos va a dar muchas alegrías en el tenis”… ¡me dio una vergüenza! Pensá que en ese momento yo estaba en el puesto 400 del mundo, la plata no me alcanzaba y hasta estaba pensando en dejar todo. No era esa “joven promesa del tenis” que decía él. Ese tren para mí ya había pasado. Y eso siempre lo tuve en claro, sé que me subí tarde a este juego.
–¿Qué fue lo primero que te atrajo de Florencia?
–En ese momento tenía 24 años y nunca me había puesto de novio. Vengo de una familia de grandes historias de amor; mis dos hermanos están casados: Román, con su novia desde los 13 años, y Guillermo, que se casó a los 21. Yo, en cambio, todavía seguía de joda, era el tío copado y solterón. Hasta que la conocí a Flor y sentí algo que nunca antes había sentido en mi vida. Enseguida me di cuenta de que era distinta, que no era para pasar el rato.
–En otra entrevista dijiste que ella fue muy importante en el vuelco de tu carrera…
–Exacto. Gracias a ella y a mi coach, Andrés Schneiter, descubrí otra manera de ver las cosas, la vida, y empecé a trabajar mi carrera desde otro lugar. Para mí el tenis no era prioridad, no se me pasaba por la cabeza ser tenista profesional. Yo quería jugar, pero seguir haciendo la mía. Ahí Flor cumplió un rol fundamental, porque fue la primera en decirme “Che, ya estás en una edad en la que tenés que empezar a tomar decisiones sobre tu futuro, ¿vas a pedir plata prestada toda tu vida? ¿Qué pensás hacer?”. Y era verdad. Yo sabía que tenía condiciones para construir una carrera, pero mi problema era que no me tenía mucha fe, no me creía esa película. Hoy reconozco que no tenía el valor de siquiera intentarlo. Por eso siempre digo que Flor y mi coach me ayudaron a salir adelante. Ella sin dudas es parte de mis logros. De verdad cambió mi vida y la manera en que hoy vivo el tenis.
–¿Cómo manejás esa constante convivencia con la frustración que implica el tenis profesional?
–¡Uf! Como tenista te acostumbrás a perder, porque es parte de esta carrera. Por ejemplo, este año jugué 30 semanas y gané sólo dos torneos. Y a pesar de los resultados, siento que estoy en un muy buen momento. Viajo por el mundo, conozco nuevas culturas y por primera vez en mucho tiempo gano bastante dinero. Sí, es un estrés de locos, porque también tengo que mejorar todo el tiempo y tratar de no perder mi posición. No te olvides de que este circo sólo está armado para cien personas.
–¿Te sigue afectando el peso del apellido?
–No, hace años que ya no. Hoy siento orgullo de decir quién soy y quién es mi hermano. Antes era distinto, me daba bronca. Si bien sentía que tenía esa suerte de ser hermano de Guillermo, me pasaba que en mi vida personal y deportiva me jugaba en contra. Todos querían ver al hermano del tres del mundo y yo recién era un nene que estaba arrancando… Con decirte que hasta pensé en cambiarme el apellido. Fue un momento de mucha locura.
–¿Cómo es tu vínculo con el tenis hoy?
–Así como te digo que antes quería vivir la vida del tenista sin ser tenista, hoy estoy enamorado de este deporte. Vivo y respiro tenis. [Se ríe]. Sé que siempre tuve en mi interior este amor, pero me daba miedo despertarlo.
–Dijiste que te subiste tarde al tren. ¿Por qué?
–Claro, yo ya tenía 25 años y el tenis me estaba abandonando. Los números no me daban. Recién ganás plata cuando estás dentro de los cien mejores y sobrevivís dentro de los doscientos. Yo estuve mucho tiempo dentro de los 400. Y a los 27 empecé a jugar bien. Antes de eso, ya estaba pensando en dejar, no quería pedirle plata prestada para competir a nadie más. Me acuerdo de que me quedaba pendiente el Challenger de Savannah. Y dije “Juego este torneo y me retiro”. Y justo gané y seguí en el tren. [Se ríe]. Hoy siento que pude cumplir todos mis sueños. Ahora lo que tengo por delante son objetivos.
–¿Cuáles son los sueños que cumpliste y tus próximos objetivos?
–Yo soñaba con jugar la Copa Davis y lo hice, con mi familia viéndome en la tribuna y mi hermano de capitán. Fui a las Olimpíadas de Tokio, pegué onda con mi ídolo, Novak Djokovic, y hace cuatro años que estoy entre los cien mejores tenistas del mundo. Mi objetivo ahora es ganar un ATP. En lo personal, quiero terminar de construir mi casa y empezar una nueva etapa con Flor.
–En ese plan, ¿está el sueño de formar una familia?
–Sí, me encantaría. También lo pensé. Pero ese ya es un objetivo para 2025. [Se ríe].
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