En pareja con Jordan Belfort, la cordobesa Cristina Invernizzi nos cuenta su historia de amor con el hombre que inspiró la película y revela: “Sueño con una boda en Argentina”
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Una sucesión de hechos afortunados los unió e hizo que la chispa del amor se encendiera en México. Corría noviembre de 2019 y Cristina Invernizzi (32) había viajado para explorar posibilidades como actriz. Oriunda de Córdoba, donde se licenció en Recursos Humanos y obtuvo su matrícula como martillera y corredora pública, la novia de Jordan Belfort (58, el verdadero “Lobo de Wall Street” que inspiró la película de DiCaprio), ya había cumplido con el mandato familiar de estudiar algo “en serio” y sentía que era hora de cumplir un sueño postergado. Después de estudiar teatro durante siete años en Buenos Aires, con maestros de la talla de Lito Cruz, Nora Moseinco y Raúl Serrano, Cristina había decidido escuchar esa voz interior.
“No diría que fui a probar suerte porque las cosas no se resuelven en dos meses. En México hay mucho mercado para la actuación y yo necesitaba cambiar el enfoque. Creo en el destino, en que hay algo que te guía hacia un lugar, y me fui en modo ‘exploración’”, cuenta desde el living de su casa en Los Ángeles, donde atiende la videollamada de ¡HOLA! Argentina. “Tenía dos opciones: ir a México o venirme para acá a estudiar inglés. ¡Fijate vos lo que son las vueltas de la vida…!”, agrega, divertida, con una leve tonada cordobesa. Le entusiasma contar su historia de amor con el ex corredor de bolsa a quien Martin Scorsese le dedicó una película.
UNA HISTORIA GRANDE
Decíamos, entonces, que Cristina estaba en México cuando el azar hizo su trabajo en un coqueto restaurante de Guadalajara. Unos días antes de emprender la vuelta a Buenos Aires, nuestra entrevistada se había juntado con dos amigos. En la mesa de al lado estaba Jordan, quien hoy es un exitoso orador motivacional, con un grupo grande. “Uno de los que estaba con él nos invitó a la disco de al lado a tomar unos tragos. Fuimos, pero esa noche intercambiamos dos palabras, literal: Hola y chau”, cuenta.
–¿Sabías quién era él?
–Sí, pero porque este chico nos había dicho que era el “Lobo de Wall Street”. A mí me sorprendió porque había visto la película, pero nada más.
–¿Y qué pensaste de él después?
–No mucho porque no hablamos. Me pareció un copado y punto. ¿Qué impresión podés tener de alguien que no conocés? Recién me di cuenta de que era muy interesante y encantador cuando empezamos a chatear y empecé a darme una idea de cómo era él.
Volvamos, entonces, a la boite. Esa noche, Jordan se ocupó de dos cosas: sacarse una foto con todos los que lo acompañaron y “arrobar” a Cristina en la historia que subió a su cuenta de Instagram. “Al día siguiente, me mandó un mensaje para invitarme a una conferencia que daba el fin de semana en Ciudad de México y como me parecía interesante, acepté. Yo no hablaba inglés fluido, pero sabía que en esos eventos suele haber traducción en simultáneo y pensé: ‘Lo que cazo, cazo y lo que no, no importa’. Me pidió el teléfono para mandarme el código QR para entrar. Yo imaginé que un asistente me iba a contactar, pero no: me escribió él.
–Estaba dispuesto a conquistarte.
–Él lo que quiere lo consigue. Me mandó un mensaje y como yo no entendía algunas cosas, puse el traductor, le respondí y así arrancó un ida y vuelta que se convirtió en una charla superinteresante.
–“Sostenida” por el traductor de Google.
–Claro, porque si bien yo tuve inglés en el colegio, en Villa María [allí nació y se crio], el nivel que tenía no me alcanzaba para hablar con fluidez.
–¿Les costó entenderse?
–Eso es lo más loco de todo: con Jordan nunca tuvimos ni un problema de comunicación y eso que para una relación la comunicación es todo.
–¿Y cuándo te enamoró?
–Fue entre los mensajes. ¿Viste cuando algo fluye, que no lo podés creer? Eran horas y horas y horas de chateo por día.
–¿Qué sentiste cuando finalmente se vieron?
–Los dos ya estábamos bastante enganchados y en la conferencia nos gustamos. De hecho, me quiso invitar a cenar esa noche y yo le dije que no. “Mirá, todo bien, pero no puedo ir a comer porque no hablo inglés”, le dije. [Se ríe].
–¿Y qué te respondió él?
–”No te preocupes. En una semana voy a hablar fluido en español”. A mí me parecía imposible, pero lo logró. Tiene una capacidad superior y cuando se le pone algo en la cabeza, lo logra. Dejó de hacer todo lo que estaba haciendo, configuró el teléfono y la televisión en nuestro idioma, y se puso a estudiar 14 horas por día.
La comida fue una semana después, en castellano y en Miami. Cristina se volvía a Buenos Aires desde allá y Jordan tenía que ir a Art Basel. El fotógrafo británico David Yarrow iba a exponer un retrato de él y “El Lobo”, como lo llaman en Estados Unidos, estaba invitado a la inauguración. ¿La foto? Se vendió por 200 mil dólares a los 10 minutos de la apertura de la feria. “Ahí empezó el amor. En esos días que compartimos en Miami nos dimos cuenta de que queríamos estar juntos”, recuerda Cristina. “Él estaba en quinta y yo medio asustada, pero divertida. Soy de poner distancia y muy realista. Estaba enganchada pero no lo quería asumir”.
–¿Cómo fue la despedida?
–Ninguno sabía qué iba a pasar, pero estábamos en la misma sintonía. Sentíamos que lo nuestro era intenso, real y totalmente recíproco. Me volví a Buenos Aires para pasar Año Nuevo con mi familia y él voló a Punta del Este dos días sólo para verme. “Venite a Los Ángeles”, me dijo antes de irse y, bueno, me vine. Quería ver qué onda él y si era un lío como en la película me volvía. Yo sabía que a ese barco no me iba a subir.
–¿Cuándo te instalaste allá?
–A fines de enero. Me vine a estudiar inglés y nos agarró la cuarentena. Empezamos a convivir por la pandemia y la verdad es que nos vino bárbaro porque nos fortaleció muchísimo. Convivir con alguien es un desafío enorme y a nosotros nos permitió darnos cuenta de que funcionábamos como pareja.
–¿Qué descubriste de él durante la convivencia?
–Que es un divino total y un amor de persona. Jordan es muy cariñoso, muy compañero y muy respetuoso. No hay nada que me disguste. Hace un tiempo, alguien me preguntó si era difícil vivir con él y todo lo contrario: es facilísimo. Estando acá, terminé de conocer a un flaco que me ama, que siempre está atento a que yo esté bien, feliz, y no creído o en otra.
Y ELLA DIJO “SÍ”
–A más de un año y medio de relación, ¿hablan de casamiento?
–Estamos comprometidos desde el 14 de febrero. Estábamos en Nashville porque él tenía que dar una charla y en la cena me empezó a enumerar todos los motivos por los que me ama. Tenía pensando preguntarme si me quería casar con él después, pero se creó un momento tan emotivo que le surgió decírmelo ahí. “Quiero pedirte que te cases conmigo”, me dijo. Fue lo más romántico que me pasó en la vida y le dije que sí.
–¿Ya tienen fecha?
–La idea era casarnos en Argentina en noviembre, pero con todo esto del Covid lo más probable es que sea el año que viene. Allá está todo muy delicado…
–¿Cómo te imaginás el gran día?
–Por el momento, me da cosa pensarlo. Soy medio fóbica. Debería estar planificándolo ya, pero todavía no sé si quiero algo grande o más privado. La idea inicial era hacer algo en Buenos Aires o la Patagonia. Me gusta la idea de mostrarle a Jordan nuestro país, que es hermoso, y nuestra cultura. La otra posibilidad es hacerlo en la playa, que es muy romántico. Algo más chiquito, en Tulum, por ejemplo. Tenemos que terminar de definirlo.
–¿Te gustaría ser madre?
–Sí, a los dos nos gustaría [Jordan tiene dos hijos, Chandler (27) y Carter (25), y un hijo “del corazón”, Bowen (24), de su última pareja], pero no ahora. Él está con sus proyectos, yo sigo estudiando inglés y sumé clases de actuación. Apenas me salgan los papeles acá, empiezo con audiciones.
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