La modelo cuenta cómo logró dejar de sufrir el desarraigo en Europa y disfrutar de la vida al máximo. Además, habla de la intimidad detrás de su regreso a la Argentina junto a su marido y sus tres hijos, y su nueva dinámica familiar
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A fines de 2008, en el pico de su carrera, cuando era candidata a ganar Bailando por un sueño, Evangelina Anderson (40) dejó todo para irse a vivir a Alemania con Martín Demichelis (43), que entonces jugaba en Bayern Munich. La pareja estaba esperando a su primer hijo, Bastian (14), que nació el 3 de mayo de 2009. Poco más de un año después se mudaron a Marbella y, por la carrera del futbolista, también vivieron en Manchester, regresaron a España, y en 2019 se instalaron nuevamente en suelo alemán. En el medio, “Evi” y “Demi”, como se dicen cariñosamente el uno al otro, se separaron y se reconciliaron, se convirtieron en padres de Lola (11), se casaron en Argentina en julio de 2015 y dos años después tuvieron a Emma (7), quien completó ese proyecto de familia que “seguimos construyendo día a día con mucho amor y unidad”, asegura la modelo en una charla íntima con ¡HOLA! Argentina después de una espectacular producción de fotos en Casa Brit, en el barrio de Belgrano. A fines de 2022, tras casi quince años en Europa, volvieron a la Argentina para que el ex jugador cumpliera su sueño de dirigir a River Plate, el club de sus amores. Y aunque a Evangelina le costó dejar atrás lo que había construido en el Viejo Continente, no dudó –una vez más– en volver a empezar por amor.
–¿Cómo fue irte en el mejor momento de tu carrera?
–Imaginate que mi vida se congeló a los veintipico. Estuve tantos años en Europa viviendo en el anonimato, y de repente volver acá a ser Evangelina, y trabajar, me hace muy bien. Me encanta volver a ser yo y que la gente me reconozca.
–¿Sufriste el desarraigo?
–Al principio fue difícil porque soy muy familiera. No conocía a nadie en Alemania y mi marido jugaba tres campeonatos y concentraba uno o dos días antes, así que lo veía muy poco. Yo era independiente económicamente y me cambió muchísimo pasar a depender de alguien. Eso sumado a las diferencias culturales y de idioma. Creía que por haber estudiado diez años de inglés no iba a tener problemas para relacionarme, pero había mucha gente que no hablaba ese idioma. Me acuerdo que iba al supermercado y me ponía a charlar con la cajera en inglés para poder conversar con alguien porque tampoco existían WhatsApp ni las redes sociales como ahora. Me sentía bastante sola, fue difícil.
–¿Cómo lograste superar esa instancia?
–Mi marido decidió dejar Alemania para que yo estuviera mejor, y nos mudamos a España. Ahí hice un clic en mi cabeza. Dije: “Dios me da esta oportunidad de aprender idiomas, conocer culturas y costumbres diferentes. Es algo maravilloso y soy una bendecida, tengo que aprovechar esto”. A partir de ahí estudié mucho, hice cursos de oratoria, me perfeccioné en diversas disciplinas artísticas. Me recibí de maestra de Inglés en Inglaterra y de profesora de yoga en Alemania. Le saqué jugo a la vida y me hice amigos por todos lados. Cuando volví a la Argentina, sentí que había vivido diez vidas.
–¿Sentís que hay diferencias entre la Evangelina que a los 23 años se fue a vivir a Alemania y la de ahora?
–Siento que soy la misma Evangelina de siempre, no cambié en nada. Sí evolucioné y crecí. Me siento feliz y plena, soy una mujer que se puede parar frente a la vida y decir “acá estoy yo, vengan de a uno”. Llegué hasta acá con mucho esfuerzo y con los pies bien plantados. La única diferencia que noté es que antes estaba las 24 horas dedicada al trabajo, y hoy no puedo hacerlo porque tengo una familia detrás.
VOLVER A EMPEZAR
–¿Te costó asimilar la decisión de volver a la Argentina?
–Fue una decisión tomada en familia. A mí me daban miedo muchas cosas de volver, sobre todo la inseguridad. Después, viviendo acá lamentablemente te acostumbrás. También tenía miedo por el desarraigo de los chicos, ellos tienen otra manera de vivir y no sabía si iban a amoldarse al país. Cuando uno vive lejos, tus amigos se convierten en tu familia, y para mí era muy fuerte dejar todo eso. Tampoco fue un no rotundo de mi parte, jamás le iba a pinchar a Martín su sueño de estar en River. Me fui por amor sin dudarlo y volví por amor.
–Mudar todo desde Alemania fue una hazaña, y lo hiciste sola…
–Martín viajó primero y yo me quedé allá con todo. Tuve que armar las valijas, organizar las cosas de la escuela de los chicos, las despedidas de cada uno con sus grupos de amigos, trámites, y más. Una semana después, traje a los chicos y a tres de mis perros, pasamos las fiestas en Argentina y volví a Alemania los primeros días de enero para seguir con la mudanza, que me llevó un mes más. Nuestra casa era de tres pisos: teníamos un montón de muebles que mandé en barco. Mis amigas argentinas estaban chochas, repartí un montón entre ellas.
–¿Es difícil ser la mujer del entrenador de River y que apunten puertas para adentro cuando hay un mal resultado?
–Vine preparada para eso, sé que los argentinos somos muy pasionales y vivimos el fútbol con todo. Lo llevo bastante bien, somos una familia muy unida. Una cosa es adentro de mi casa y otra cosa es lo que pasa afuera, que tampoco me entero mucho. Yo estoy mucho en la calle y la gente me trata con cariño y amor, que es como yo trato a los demás. Martín ya ganó tres campeonatos y la gente de River está muy agradecida.
–¿Qué es lo que te sigue enamorando de Martín?
–Él es muy buen papá, eso me encanta y me sigue enamorando. También, los valores que tiene y les inculca a los chicos, como la lealtad y la honestidad. Nosotros tenemos un proyecto en común, que es nuestra familia, y lo seguimos construyendo día a día con mucho amor y unidad. Somos muy parecidos, tenemos las ideas claras y somos maduros emocionalmente.
–¿Cómo sería una cita ideal con él?
–Cuando estamos juntos nos gusta charlar, conversamos de todo y somos los mejores amigos. Nos conocemos demasiado, fueron muchos años viviendo afuera en donde estábamos el uno para el otro, entonces ya nos miramos y nos entendemos. Somos muy respetuosos, hablamos y cada uno escucha el punto de vista del otro. Y, principalmente, nos divertimos mucho juntos.
–¿Cómo te definirías a vos misma?
–Hablar de mí misma, como dirían mis hijos, me da cringe [vergüenza ajena]. Lo único que sé de mí es que no quiero joder ni herir la vida de nadie, y que todo el mundo sea feliz.
–¿Qué planes familiares arman cuando tu marido no trabaja?
–Por lo general el plan es ver y analizar partidos de fútbol, no hay otra cosa. [Se ríe]. Lo que siempre queremos hacer y nunca podemos, porque Martín vive trabajando hasta los días que no debería, es ir a su pueblo en Córdoba, Justiniano Posse. Amamos ir, pero, por un tema de tiempos, viene más su familia a visitarnos.
–¿Cuál de tus hijos se parece más a vos y cuál a Martín?
–Basti, el mayor, es el padre en pinta, tanto físicamente como en su personalidad. Es muy serio, centrado, ubicado y más introvertido. Imaginate que nunca lo tuve que despertar para ir a la escuela. Cuando era más chico, yo me levantaba y él ya estaba cambiado y perfumado. Ahora lo veo tan grandote, ya es casi tan alto como Martín.
–¿Y las chicas?
–La chiquita [Emma] es extrovertida como yo, es mi calco, muy pizpireta. Lola, la del medio, es más como el papá. En Alemania nos habían llamado de la escuela para hacerle un test de nivelación porque estaba en un nivel superior al resto y se aburría en clase. Ellos consideraban que había que subirla de grado porque tiene un coeficiente intelectual muy alto. Lee un montón, por ahí estamos en la mesa comiendo y hay que decirle “dejá el libro porque es un momento en familia para charlar”.
MAMÁ TODOTERRENO
–¿Te gusta ser anfitriona?
–Me encanta, mi casa siempre está llena de amigos de los chicos. Hace poco fue el cumpleaños de Emma e hicimos una pijamada con sus amigas y yo dormí con ellas. Armamos camas y me quedé controlando. Aparte, como soy maestra jardinera, me pone feliz estar entre los chicos.
–¿Te gusta cocinar?
–Sí, en Europa cocinaba mucho más, pero acá con el trabajo se me complica un poco. Mi especialidad es el risotto y las pastas con trufas.
–¿Seguís alguna alimentación especial?
–Soy vegetariana desde que tengo uso de razón. Según mi mamá, nunca quise comer carnes blancas ni rojas. ¡Me miraban como a un bicho raro! De hecho, que yo recuerde, siempre tuve que tomar complejos vitamínicos para reemplazar las propiedades de la carne.
–¿Sos una persona diurna o nocturna?
–¡Diurna! A la noche no existo, necesito dormir. En casa la rutina arranca muy temprano: Martín se va 5:30, me da un beso y yo me despierto a las seis para llevar a mis hijos al colegio. Después vuelvo a casa, me preparo unos mates, me doy una ducha y voy al canal a grabar Los 8 escalones.
–Además tenés cinco mascotas…
–Sí, estoy loca [Se ríe]. Mis hijos y yo siempre quisimos tener una mascota, pero como viajamos mucho, me daba miedo que a los perros los mandaran en la bodega del avión. Hasta que un día dijimos: “Necesitamos una mascota en nuestras vidas”. Adoptamos un perro en Alemania, y cuando tenés uno, tenés dos. Para castrarlos tenés que esperar un celo, y una quedó preñada, y así fue llegando el resto.
–¿Sos supersticiosa?
–Soy muy yoga girl, siempre llevo sahumerios en la cartera y los prendo en el camarín, trato de estar con la energía alta. De astrología no sé nada, de hecho, toda mi vida pensé que era de Leo y hace poco me enteré que soy de Cáncer.
–Si tenés un momento a solas en tu casa, ¿qué aprovechás para hacer?
–Ordeno mi armario y acomodo mis cremas y maquillajes. La verdad es que no paro, desde que estoy en Argentina no vi ni una serie ni una película.
–¿Te queda algún sueño por cumplir?
–No, estoy muy feliz y agradecida de la vida que tengo. Todo lo que se me fue dando lo acepto con mucha felicidad, creo que soy muy afortunada. Tengo unos hijos maravillosos, sanos, y ese es mi sueño de todos los días, que sigan así.
Producción: Paola Reyes Andaur
Maquillaje: Celeste Paternó
Peinado: Cristian Rey
Agradecimientos: Casa Brit, Mono Fuk, Joti Harriague, Paula Scaffino, Luna Garzón y Multitalent
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