En su casa de Pilar, la psicóloga y especialista en Terapia de Vidas Pasadas revela cómo se rehabilita y cómo la espiritualidad juega un rol fundamental en el proceso. Estuvo casada durante treinta años con el veterinario y ex polista Álvaro Pieres y sufrieron la pérdida de su hijo Alvarito, de 10 años, en 2002
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Dice que los golpes de la vida pueden sobrellevarse mejor cuando uno se entrega a cambiar la mirada lineal y acotada por otra que no sabe de tiempos ni espacios, la Mirada del Águila, como ella la llama. Será esa la clave para que Sarita Sammartino (60), psicóloga, discípula de Deepak Chopra, especialista en Psicología Transpersonal y en Terapia de Vidas Pasadas con orientación chamánica –una disciplina en la que se zambulló en busca de respuestas dos décadas atrás, tras la muerte de Alvarito, su hijo de 10 años–, pueda descubrir en el dolor un sentido profundo de aprendizaje y transformación para su alma.
Gran jineta, un año atrás la vida volvió a desafiarla. Haciendo equitación, sufrió una caída grave por la que hoy está en plena rehabilitación esperando volver a caminar. Aunque sea un proceso que, como ella misma dirá más adelante, “por más elevado que estés, todos sufrimos”, se la percibe fuerte. Es una mañana de otoño perfecta y en su casa de Pilar, donde nos recibe, se desplaza en su silla eléctrica en busca de un chal, un par de aros adecuados y su trilogía de libros: Sanar con vidas pasadas, Amores que vienen de vidas pasadas y Almas que necesitan ayuda para ir a la luz. “Caí del caballo y el golpe me presionó la médula. Me operaron y estuve al borde de la muerte. En un momento mi diafragma dejó de funcionar y les dijeron a mis hijas (Agustina, de 31 y Bárbara, de 24) que no pasaba la noche, pero reaccioné. Yo al principio pensé ¿para qué volví? Pero para algo será”, le dice a ¡HOLA!
–¿Cuál creés que es la razón?
–En el último tiempo estaba un poco acelerada, yendo de un lado para el otro, muchas veces sin respetar lo que mi cuerpo me decía o pedía. Me voy a dar cuenta más adelante, todavía está a flor de piel. Yo pasé por cosas peores, como la muerte de mi hijo, y ahora me pasa de nuevo... Es muy humano plantearse qué habrá querido hacer mi alma. ¿Evolucionar más rápido?
–Vos hablás de la Mirada del Águila...
–Muchas veces estoy enojada conmigo misma, me pregunto por qué otra vez, por qué así, en esta etapa de la vida en la que podría estar disfrutando. La Mirada del Águila es mirar tu vida desde una perspectiva más amplia. ¿Qué es lo que mi alma quiere aprender? Esto para mi cuerpo y mi mente es tremendo pero sé que para el alma es necesario para evolucionar. Pero claro que me pregunto ¿cuánto voy a evolucionar en esta vida para que se justifique tanto dolor? La balanza no se equilibra, es normal sentir esa sensación de injusticia. Pero si lo pienso a través de muchas vidas, porque creo en la reencarnación, entonces sí se justifica.
–No bajás los brazos.
–No me rindo: sigo trabajando y cumpliendo con mi misión. Claro que por más elevados que estemos sufrimos igual.
–¿Quiénes conforman tu núcleo más incondicional?
–Mi familia, mis amigos, mi ex marido (Álvaro Pieres, de quien se separó hace cuatro años, después de treinta de casados), con quien tengo una excelente relación y está muy pendiente de mí. Todos los Pieres son unos grandes. Con la separación un poco me había alejado, aunque no había una razón en especial, pero con el accidente esta familia maravillosa me abrió los brazos. También me ayudan terapeutas, coaches, o colegas que también trabajan con la psicología transpersonal, con lo energético, lo espiritual, y con distintas técnicas de sanación. Me siento muy agradecida. Sé que mucha gente rezó por mí, me mandó su energía.
–¿Cómo te estás rehabilitando?
–De lunes a viernes voy a un centro de rehabilitación, tres horas por día, y también hago ejercicios en casa. Algunos colegas que ven más allá visualizan que en algún momento me voy a parar. Además, sigo trabajando. Tengo una escuela de formación de regresión con orientación chamánica. El chamanismo es la espiritualidad y los métodos de sanación de los pueblos originarios. Con la pandemia aprendimos a trabajar por Zoom, tengo un equipo docente maravilloso. Y apenas me pude incorporar, incluso estando internada, empecé a dar los teóricos. Al principio los filmaba porque no sabía si me iba a cansar. Y ahora, además, vamos a volver a dar el posgrado. Es un gran desafío, pero tengo que lograr que vuelva la energía. Quiero ayudar, somos mucho más que lo que creemos porque somos seres espirituales en estado de evolución.
–¿La muerte de tu hijo fue el disparador para estudiar terapia de vidas pasadas y chamanismo?
–Sí. En realidad, con Deepak Chopra, empecé a estudiar antes de la muerte de Alvarito (se recibió en Estados Unidos de instructora de meditación) y lo presenté en el teatro y me llamó cuando murió mi hijo. Hace treinta años, él hablaba de meditación pero no se metía en ese momento tan a fondo con la reencarnación. Yo empecé a abrirme a lo espiritual, investigar qué pasaba en el más allá, qué hay después de la muerte. Quería saber qué había pasado con él, con su alma. Había escuchado de la técnica de las regresiones, pero no sabía que se podía estudiar ni ayudar a la gente. Iba a viajar para estudiar con Brian Weiss hasta que me enteré de que había una persona acá que enseñaba su técnica.
–¿De qué se trata?
–La técnica se llama regresión: es expandir la conciencia para ir a una situación del pasado que no pudimos resolver y nos sigue afectando, aunque no la recordemos. Pueden ser fobias, angustias, dolores, o problemas con las personas, que necesitan sanar. Primero le pido al paciente que se acueste, le hago una relajación profunda, que es una hipnosis sin pérdida de conciencia. Sabe dónde está, y es como una inducción que lo lleva a la experiencia que el alma decide que necesita trabajar, porque a veces va por capas. Puede ser una experiencia en esta vida, que es parecido a lo que ya descubrió Freud, pero también una vida pasada. El terapeuta lo guía para revivir esa experiencia traumática, revive emociones, sensaciones físicas, hace insight y se trabaja para que haga lo que no pudo hacer en ese momento como, por ejemplo, defenderse o decir lo que no pudo decir. También se trabaja con el perdón, pero primero tiene que liberar su dolor, recuperar su energía. Se hace un contacto de alma a alma y se le pide la energía de vuelta. Revivís, completás la experiencia y te liberás.
–En el caso de tu duelo, ¿cómo te ayudó?
–Hice varias regresiones y sanación chamánica y me encontré con mi hijo en otra vida. Saber que está bien alivia. También se trabaja con la despedida porque muchas veces no hubo tiempo o quedaron cosas por decir.
–¿Vos tuviste tiempo de despedirte?
–No, porque fue un accidente, de golpe. Pero fui recibiendo señales antes de que sucediera. La semana previa me empecé a sentir muy triste. Y un día me encontré llorando y me dije: “Lloro como si se me hubiese muerto un hijo”. Mi alma estaba captando lo que iba a pasar.
–¿Cómo te sostuviste?
–Fue duro. Empecé a hacer cosas para sentirme mejor, como yoga, fui a terapia y a los tres meses empecé a estudiar. Además, en aquel momento me invitaron a un encuentro poco habitual, con una señora que ya había partido de esta vida pero se me presentó valiéndose del cuerpo de una de las personas que estaba conmigo que le “prestó” su voz. Es lo que se llama mediumnidad. A través de ella recibí un mensaje de mi hijo diciendo que no quería que estuviéramos tristes, que nos quería mucho y que ese había sido su momento de partir. También me habló de un rebenque que nosotros se lo habíamos quitado y guardado sobre la chimenea porque la perseguía a su hermana. Nos habíamos olvidamos del tema y esta mujer no hay forma de que pudiera saberlo. Y nos pidió que se lo regaláramos a un chico que había estado con él en el accidente y la estaba pasando mal. Después, mi hijo se me apareció en los sueños. Lo que hay que ver es que el alma de esa persona se haya elevado. Hay que ponerse receptivos y guiarlos hacia la Luz, si hace falta, a través de una meditación, o diciendo una oración. A veces el alma ni siquiera se da cuenta de que su cuerpo murió porque nos seguimos sintiendo vivos.
–Contame alguna otra señal.
–Años atrás, un polista de alto handicap, horas antes de jugar la final del Abierto de Palermo de 2002, escuchó en su interior una voz que le decía: “Hoy vas a jugar por mi familia y antes los vas a llamar para contarles”. Supo que era la voz de mi hijo, y aunque fue una situación difícil para él, tomó coraje, lo llamó a mi marido y se lo contó. Ese día jugó mejor que nunca, tanto, que se ganó la copa al jugador más valioso. Al terminar el partido, nos la regaló diciendo que no le pertenecía.
–¿Qué pasa cuando el entorno duda de estas manifestaciones?
–Puede pasar. Yo les digo que se fijen a quién se lo van a contar porque se exponen mucho, aunque ahora la cosa cambió. Incluso cuando yo empecé a enseñar meditación, era mala palabra, y ya no lo es. También podés elegir no compartirlo.
–Vos lo plasmaste en tres libros.
–Sí, compartí todo, me abrí. Y aunque dudaba, recibí un mensaje de mis maestros espirituales diciendo que tenía que escribir. Nunca había hecho ni un taller de escritura, pero resultó bien. Primero los publiqué yo y luego la editorial Urano, que tiene sede en España. Quizás fueron inspirados, quién sabe… No son manuales ni guías, sino libros para ayudar a través de mi experiencia y la de otros. Cuando estás pasando un dolor muy grande, sea cual sea, necesitás que las palabras entren directo por el corazón y por el alma. Muchos lectores me escriben que gracias a mis libros sanaron. Mi mensaje es que la muerte no existe, que somos seres espirituales. Si creés en la reencarnación, buenísimo, pero si no, el mensaje es el mismo. Es un mensaje de esperanza.
Maquillaje y peinado: Joaquina Espínola (@joaquinamakeup_)
Agradecimientos: Florencia Panelo de Pieres
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