A diferencia de sus hermanos, Andrea, Charlotte y Pierre Casiraghi, es princesa y le corresponde el tratamiento de Alteza Real. Con 22 años, parece decidida a levantar su perfil royal
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Mucho se escribió sobre su hermana, Charlotte Casiraghi, y sus cuñadas, Tatiana Santo Domingo y Beatrice Borromeo, pero poco se sabe de Alexandra de Hannover, “la más royal” de todas ellas y la única que tiene título de princesa y tratamiento de Su Alteza Real. Princesa de Hannover, duquesa de Brunswick y Luneburgo y princesa de Gran Bretaña e Irlanda desde su nacimiento, la hija menor de Carolina de Mónaco (64) es dueña de títulos nobiliaros de mayor rango y más historia que los de la Casa Grimaldi. Los heredó de su padre, el príncipe Ernst de Hannover (67), actual jefe de la dinastía alemana que llegó a reinar Gran Bretaña desde 1714 hasta la muerte de la reina Victoria, en 1901.
Algo tímida, esta joven noble que llegó al mundo el 20 de julio de 1999 vivió siempre a la sombra de los demás. La prensa mundial publicó páginas y páginas sobre el cuestionado romance entre sus padres (Ernst era el marido de la mejor amiga de Carolina, Chantal Hochuli, cuando empezaron su aventura en 1996) y después siguió el triste devenir del príncipe, cuyo último escándalo fue en mayo de este año, cuando fue sentenciado a diez meses de prisión, tras protagonizar varias trifulcas con la policía alemana “en total estado de embriaguez”.
En el medio, hubo cientos de reportajes dedicados a las historias de amor de sus cinco hermanos, Andrea (37), Charlotte (35) y Pierre Casiraghi (34) y los príncipes Ernst August (37) y Christian de Hannover (36). Y pocos dedicados a ella.
UNA CUESTIÓN DE LINAJE
”Con ustedes, Su Alteza Real, la princesa de Hannover, y sus hermanos, Andrea, Charlotte y Pierre”. Así se la presenta en las galas y los eventos oficiales del pequeño principado. El título, que comparte con sus hermanos paternos y sus cuñadas, Ekaterina Malysheva (35) y Alessandra de Osma (33), marca una clara diferencia de status con los Casiraghi-Grimaldi. Es que a diferencia de ellos, cuyo padre, Stefano Casiraghi, era plebeyo, Alexandra es hija de un príncipe y miembro de una dinastía de mayor peso institucional que la Casa Grimaldi.
La historia habla por sí misma: por vía materna, Alexandra es miembro de una casa noble de Italia que tomó el señorío de Mónaco en 1297. A través de su padre, en cambio, es parte de una dinastía más longeva, que data del siglo IX y que llegó a reinar en dos potencias, Alemania y Gran Bretaña, hasta entrado el siglo XX.
Fue bautizada en la fe luterana –la religión de su padre– y ocupó el puesto 411 en la línea de sucesión al trono británico hasta los 18, cuando decidió resignar sus derechos (símbolicos) a la corona inglesa y convertirse al catolicismo, el credo de su madre. En Mónaco, sólo sus tíos, los príncipes Alberto y Charlene, y sus sobrinos, los mellizos Jacques y Gabriella, cuentan con tratamiento real. Eso sí: a ellos les corresponde “Su Alteza Serenísima”, un título con menor rango que el de Alexandra... La importancia de los títulos es tal entre los nobles europeos que los expertos en realeza apuestan a que la princesa Carolina nunca se divorciará de su tercer marido, de quien se separó en 2009, para no perder el tratamiento que comparte con su hija y que adquirió al momento de casarse por civil, el 23 de enero de 1999.
LAS OCUPACIONES DE UNA PRINCESA DEL SIGLO XXI
Dueña de un bajísimo perfil, Alexandra siempre estuvo volcada a los estudios, al deporte y a una muy estable vida sentimental. “Todavía tengo un perfil muy privado, pero ya no soy una chiquita”, dijo en el único reportaje que dio, a principios del año pasado, a la revista española Telva.
“Soy muy sensible y aunque lo vivo como algo positivo, a veces me frustro cuando encuentro gente que no lo es. Cuando sos introvertida observás antes de actuar, como si quisieras estar prevenida del entorno”, se definió Alexandra en aquella entrevista.
La hija de Carolina y Ernst estudia Filosofía y Ciencias Políticas en la Universidad de Nueva York. “Más con el deseo de nutrirme intelectualmente que con una visión laboral”, explicó la royal, que es fanática de la lectura (su novela preferida es Catcher in The Rye, de J.D Salinger) y del patinaje sobre hielo, un deporte que empezó a sus 10 años y en el que sobresalía (ganó varios campeonatos), pero que abandonó para prepararse para el ingreso a a la facultad. “Admiro el nivel de exigencia de los deportes. Tenía que entrenar todos los días, pero había algo mejor: saber que nadie podía hacerlo por mí. Al deporte le da igual quién seas o de dónde vengas…”.
Políglota, habla alemán, inglés y francés de manera fluida y estudió español e italiano. Anda a caballo como su hermana Charlotte y esquía desde muy chica.
UN CORAZÓN Y UN ESTILO MUY DISCRETOS
A diferencia de Charlotte, a quien le conocimos varios candidatos, la joven royal está de novia desde los 17 con Ben-Sylvester Strautman, su primer y único amor. Él es alemán, hijo de banqueros y la primera vez que lo vimos con Alexandra fue en noviembre de 2016, en una carrera a beneficio.
Ben pasó las primeras vacaciones con la princesa y su familia dos años después de aquella presentación “oficial” y, desde entonces, es usual verlo navegando por la Costa Azul como un Grimaldi más, a bordo del Pacha III, el famoso barco de Carolina.
“Mi vida es la de cualquier estudiante de mi edad y la universidad me mantiene fuera del foco mediático. Visto acorde con ese estilo de vida, pero tengo que reconocer que agarro muchas cosas del ropero de mi madre. Mis cuñadas, mi hermana y mi madre tienen un estilo increíble y disfrutan arreglándose, así que nunca me falta inspiración”, confió Alexandra, que desde aquel reportaje a Telva parece decidida a levantar su perfil. ¿Será por eso que se mostró tan segura de sí misma y en solitario en las últimas semanas de la moda en París?
Devota de Chanel, como su madre y su hermana mayor, la belleza de sangre azul asistió a su primer desfile de la maison con tan sólo 12 años. Y, cuando la ocasión lo ameritó, siempre dio en la tecla con sus elecciones de look. Giambattista Valli, Valentino y Zimmermann son otras de las firmas que suele elegir cuando hay una gala, un casamiento o un compromiso oficial en su agenda de royal. Su pasión por la moda es tal que ya dijo que se ve como una gran personal shopper. “Compraría para los demás y disfrutaría de ese placer sin sentirme culpable…”, declaró la hija más reservada (y menos conocida) de la inigualable Carolina de Mónaco.
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