Tras despedirse del musical Querido Evan, nos recibe en su departamento de Recoleta y cuenta cómo se prepara su próximo gran desafío laboral
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Hay algo de su calma y de su decir pausado que se agradece. Guido Balzaretti (34) acaba de despedirse de Connor, su personaje en el musical Querido Evan (la obra sigue en cartel con gran éxito y desde el jueves pasado se sumó el actor Alan Madanes) y está a horas de volver a a España, su segunda patria, para convertirse en Raúl en El fantasma de la Ópera, producido por Antonio Banderas. Lejos de mostrarse nervioso, abre las puertas del departamento que comparte con su pareja, el publicista y productor teatral Pablo del Campo, con una enorme sonrisa y se presta a una cálida charla.
–¿Cómo empezó tu relación con la música?
–De chico cantaba en el coro de mi colegio, El Verbo Divino, de Pilar. Pero, como jugaba al básquet, el deporte estaba muy metido en mi día a día y me demandaba muchas horas, incluidos fines de semana. En algún momento empecé a sentir la necesidad de tener un poquito más de libertad para disfrutar de mis amigos, hacer planes, y ese espacio lo ocupó el teatro, además de la música. Un día fui a ver a una amiga a un musical y, aunque no entendí nada, algo de ese engranaje me encantó. Empecé a prepararme y a los pocos meses arranqué a trabajar.
–¿Cuál fue tu primer trabajo?
–Calígula, con Pepito Cibrián. Él es un ser muy especial y me brindó un conocimiento, un oficio y una disciplina que no sé si hubiese aprendido tanto en otro lugar. En ese sentido me siento muy agradecido. Trabajé casi tres años en su compañía, hasta los 18, hicimos giras nacionales, y por países limítrofes.
–¿Cómo acompañaron en tu casa?
–Para ellos fue una sorpresa, iban aprendiendo conmigo de qué se trataba y siempre me apoyaron. Si bien vivía en Pilar, ensaya
ba en CABA, hacían cosas imposibles para acompañarme. A veces comía en el colectivo 57, o aprovechaba y dormía un poco.
–También trabajaste para éxitos como Patito feo, ¿no?
–Sí, estaba en los musicales, como el cuerpo de baile, y después en las giras. Después me llegó Despertar de primavera, en teatro, producida por Cris Morena y Gustavo Yankelevich. En Patito feo, éramos los grandes del grupo. El foco estaba puesto en los chicos, así que hacíamos nuestra vida. En el caso de Cris, que después me convocó para Casi ángeles, venía a supervisar como productora general, pero el contacto diario era con Ariel del Mastro. Después me llegó Sweeney Todd, con Julio Chávez. Y en el medio, yo había audicionado para Los miserables, que se iba a hace en Madrid, y me llamaron para avisarme que tenía que ir a hacer una última audición a Londres.
–¿Conocías?
–¡Nunca había ido a Europa! Los estudios estaban lejísimo, sólo pude asearme un poco y fui derecho. Me acuerdo que estaba vocalizando con el pianista y lo vi a Cameron Mackintosh (exitoso productor teatral, en especial, de musicales), casi me muero. Cuando me ofreció el rol yo no lo podía creer. Le conté que no conocía Londres, puso a mi disposición su chofer, que me llevó por la ciudad y de vuelta al aeropuerto, porque me volvía ese mismo día. Una semana más tarde, partí a España. Eso cambió mi vida para siempre y Madrid fue mi lugar adoptivo. Miro atrás y no sé cómo gestioné toda esa data siendo tan chico. Los primeros seis años vine a Buenos Aires de visita, aunque después empecé a necesitar no desaparecer del todo profesionalmente y me ayudó que las temporadas no se superponen y que acá se presentan títulos muy interesantes, como Querido Evan, que ya es como de culto en Broadway y Londres. Buenos Aires es el primer lugar donde se presenta en otra lengua que no sea en inglés, ¡es increíble!
–¿Dónde te encontró esta propuesta?
–Había estado unos meses en Miami con sesiones de composición y grabando unos temas originales míos. Me llamaron para una reposición de El médico, mi primera obra como cabeza de cartel, con una gira muy extensa. Terminé y me vine para Querido Evan. La obra es hermosa, emociona a muchos padres y chicos que sienten que se está poniendo en palabras lo que les pasa. Recibimos mensajes de chicos que atraviesan temas de ansiedades y fobias y la Asociación de Psicoanalistas Argentinos nos ayudó a ver qué les pasa a esos jóvenes que atraviesan por algunas oscuridades. En el programa, de hecho, escribieron una carta que invita a todos los Evan y Connor de este mundo a que no se sientan solos, que levanten la mano y pidan ayuda. Es una belleza que el teatro sea un faro. Estas historias tienen que ser contadas para ayudar a muchos.
–Con algunos de tus compañeros de Querido Evan ya habías trabajado…
–Sí, con Laura [Conforte] y con Máximo [Meyer] en Casi normales. El grupo es hermoso, y el guión y la partitura, muy amables de hacer. Que sea tan tangible esta cosa de sentir que le podés estar transformando la vida a alguien es inspirador y lo justifica todo. Me siento muy pleno y despedirme no fue fácil. Por otra parte, tener por delante El fantasma… me ordenó, disfruté como nunca mis días acá. Comí mucho dulce, torta Rogel, vi mucho a mi familia y Pablo es un gran motivo para estar acá, aunque no pasa más de un mes sin que nos veamos.
–¿Cuesta mantener la pareja a la distancia?
–Estamos juntos dese hace cinco años y se fue armando una dinámica muy buena. Además, cada uno también disfruta mucho de lo que hace.
–¿Cómo se conocieron?
–Él me conoció primero porque fue a ver Los miserables en España. Y al año de haberme ido, en un viaje en el que vine de visita, me ofrecieron audicionar para el primer Casi normales, pero no era el momento de hacerlo porque quería volver a Madrid. Pablo es publicista y un número uno en lo suyo, empezó a estar en contacto con lo teatral, vio Casi normales y averiguó todo para hacerla acá, la adaptó, la gestionó y la produjo. El año pasado hicimos una función inmersiva en el Festival Grec, con proyecciones en el suelo y en las paredes, actores en vivo y la protagonista original de Broadway, todo en sesenta minutos. Fue un proceso creativo muy lindo eso de cambiar un poco la perspectiva. Todo esto nos gusta y nos une un montón; hicimos un buen tándem. De todas maneras, también me gusta construir mi camino personal.
–¿Ya conociste a Antonio Banderas?
–Sí, en las audiciones, y después coincidimos con amigos en común. Él es dueño del teatro del Soho, en Málaga, y adquirió el catálogo de Andrew Lloyd Webber, con quien se asoció para hacer todos sus títulos. Es genial ver a una estrella como él, que es tan cercano y amable. Amigos y colegas que compartieron trabajo con Antonio dicen que la experiencia fue maravillosa. Este es un gran año para mí. Espero que me acompañen el cuerpo, las emociones y la voz. Me siento agradecido por poder cosechar todo lo que hice en veinte años.
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