La inestabilidad del medio lo llevó a encontrar otra forma de ganarse la vida. “Hoy estás allá arriba, pero mañana llamás al que te dio trabajo y no te atiende”, aseguró
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Su llegada a la televisión fue por pura casualidad. A principios de 1991, después de trabajar el verano como tarjetero del boliche The Box, Octavio Borro (51) fue convocado junto a sus amigos por una incipiente agencia de modelos para hacer publicidades. Y aunque no tenía experiencia, tampoco estaba en sus planes estudiar, por lo que decidió embarcarse en esta aventura. Se hizo un book de fotos y el primer casting al que lo enviaron fue al de Jugate conmigo, un programa de entretenimientos producido y conducido por Cris Morena. “Pasé varias etapas y me acuerdo que a lo último te sentabas frente a Cris y ella te hacía preguntas. Todos decían ‘yo canto, bailo, toco instrumentos’. Y cuando fue mi turno le dije ‘no sé cantar, bailar, ni tengo experiencia. Estoy acá porque me mandaron, es mi primer casting’”, recuerda desde la comodidad del sillón de su casa en Quilmes, donde recibe a ¡HOLA! Argentina. Aun así, la productora lo eligió para integrar la primera camada del programa que lo lanzó al estrellato junto a Romina Yan, Hernán Caire, Pamela Rodríguez, Carla Méndez, Gaspar Teverovsky, Carolina Rauch, Andy Botana, Agustina Saubidet, Eric Grimberg y Moira Gough.
−¿Cómo te llevabas con esa fama repentina?
−No me gustaba, pero sí disfrutaba de sus beneficios. Hoy todavía algunos me reconocen por la calle, pero en esa época era insoportable. Me gustaba el laburo, pero no la exposición. Soy tímido, me cuesta entrar a un lugar y saludar a todo el mundo. En ese sentido, era complicado. Además, nunca me la creí, siempre supe que lo que pasaba era efímero, y que si yo no estaba en ese lugar podía estar otro y sería lo mismo. Hoy estás allá arriba, pero mañana llamás al que te dio trabajo y no te atiende.
NUEVOS RUMBOS
Tras el éxito de Jugate, Octavio estudió actuación con Raúl Serrano y se mantuvo en el medio por alrededor de quince años: participó en telenovelas como ¡Grande, Pa! (donde conoció a su mujer, la actriz Julieta Fazzari [44], quien interpretaba a Angie, una de las “Chancles”, las hijas del viudo que encarnaba Arturo Puig), Chiquititas, De corazón, Como vos y yo, Los buscas de siempre, Costumbres argentinas y Paraíso rock, entre otras, e integró el elenco de la película de Eliseo Subiela No mires para abajo. Pero como los baches laborales lo impacientaban, encontró una nueva forma de ganarse la vida que realmente lo apasiona: la carpintería.
−¿Por qué decidiste dejar de actuar?
−Hay ciertos actores a los que no les pasa porque siempre tienen trabajo, pero hay muchos, la mayoría, que están esperando que los llamen. No saber cuándo iba a volver a trabajar me producía mucha incertidumbre, más allá del dinero. Mucha gente se deprime y no quería llegar a esa situación. Cuando estuve bastante tiempo sin laburo dije “esto no es lo mío”. Uno nunca deja de ser actor, y quizás en algún momento surja algo interesante. De hecho, a fines de 2021 volví a la televisión con Hogar, dulce hogar (conducido por Eugenia Tobal) y fue bárbaro porque conjugaba la televisión con la carpintería. No es que no me gusta la tele, no me gustan los parates. No me hacía bien, no podía quedarme esperando.
−¿Qué los motivó para irse a vivir a Panamá?
−Con Julieta estábamos sin trabajo y un día vino de visita un amigo que vivía en Panamá, nos mostró fotos del lugar y nos convenció de ir a trabajar allá vendiendo las artesanías que él compraba en distintos lugares. En dos meses dejamos la casa que alquilábamos en Palermo y viajamos a fines de 2006. Estábamos en Isla Grande, cerca de Portobelo, y en la época de lluvias, que había poco turismo, nos fuimos un tiempito a Cerdeña [después volvieron al país centroamericano]. La experiencia estuvo buenísima porque, si bien estás alejado de tus afectos, crecés. No tenés todo a mano ni a quién pedirle ayuda, entonces te toca solucionar todo solo. Estoy agradecido de haber viajado. Nos costó adaptarnos a la idiosincrasia y extrañábamos a nuestros seres queridos, aunque fue una experiencia alucinante. Y el lugar era un paraíso, estábamos a quince minutos de una isla con palmeras y corales. Pero bueno, el paraíso no lo es tanto cuando vivís ahí.
−¿Y cómo empezaste con la carpintería?
−Siempre me atrajo, mi papá hacía de todo y me gustaba verlo, aunque no se dedicaba a eso. Viviendo afuera, empecé de forma autodidacta. Le hice las ventanas a un vecino y las mesas a un restaurante. Incluso ya había hecho algunos muebles simples cuando nos habíamos ido a vivir juntos con mi mujer. Cuando volvimos de Panamá, después de un año y medio, empecé a trabajar en la carpintería de un conocido de Quilmes que se llama Gastón Cámpora, fue mi maestro. Mientras tanto, fui comprando mis herramientas, y al año abrí mi propio taller en el garaje de casa. Estoy muy contento porque hago lo que me gusta, disfruto de hacer mis diseños, que son muebles no tan convencionales en los que uso también partes de otros objetos.
DE UN BESO DE FICCIÓN A FORMAR UNA FAMILIA
−Con Julieta, tu mujer, se conocieron en ¡Grande, Pa!...
−Sí, ahí nos dimos el primer beso, yo interpretaba a su profesor de teatro. Pero en la vida real ella era muy chica y yo estaba en otra. El amor nació alrededor de 2001 o 2002, durante una gira por el interior cuando hacíamos El Mago de Oz. Ella era la bruja mala y a mí me llamaron para hacer del mago cuando terminé Reality, reality, un programa con famosos que hizo Quique Estevanez y fue un pelotazo, no lo vio nadie. Nos casamos por Civil en noviembre de 2011 cuando Nina (12), nuestra primera hija, cumplió un año, y después tuvimos a Mila (10).
−¿Tus hijas saben que sus padres trabajaban de actores?
−Se enteraron por sus maestras en el colegio. Era inevitable, pero no queríamos que les influyera, por eso nunca les dijimos. Sólo vieron ¡Grande, Pa! en YouTube, porque tratamos de no mostrarles mucho
−¿Imaginás que ellas quisieran dedicarse a la actuación?
−Si el día de mañana lo deciden va a estar bien, pero cuando sean más grandes. No me parece bueno que a esta edad trabajen. Tienen que divertirse, jugar, no quiero que les haga mal la fama.
−¿Cómo es la dinámica familiar?
−Como yo trabajo en casa, les cocino y las llevo al colegio y a sus actividades extracurriculares [la más grande juega al fútbol y la más chica hace gimnasia artística], y Julieta las ayuda con la tarea. Eso es lo lindo de la vida, acompañar a los hijos. Nunca me va a pasar de perderme algo con ellas por estar trabajando. Para mí, eso es lo más importante.
Agradecimientos: Up Rad (@uprad_co)
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