Mónica Cahen d’Anvers, el amor de su vida desde 1971, encabezó el cortejo de familiares, amigos y colegas desde La Campiña hacia el cementerio municipal
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La mañana del miércoles 5 de octubre, un día después de su muerte, las palomas levantaron vuelo hacia un cielo despejado, en una coreografía perfectamente sincronizada alrededor de los árboles, hasta regresar a su palomar. César Mascetti las había criado con esmero, pero ya no estaba ahí para ser testigo del vuelo, como todos los días. El 4, el conductor histórico de Telenoche murió por un cáncer de hígado que le habían detectado apenas unos meses antes, y sus palomas se sumaron a la íntima ceremonia de despedida que le hicieron su familia y sus amigos en La Campiña, la chacra que Mascetti tenía en San Pedro junto con Mónica Cahen d’Anvers, su compañera de vida.
Poco después, el cortejo fúnebre encabezado por la periodista partió desde su casa hacia el cementerio municipal del pueblo bonaerense que había visto nacer a César 80 años atrás, el 9 de diciembre de 1941. Junto a Mónica estaban sus hijos Sandra –con su pareja, Marita Novaro Hueyo– y Vane (llamado Iván, como su papá) Mihanovich; los nietos, Sol y Sebastián; las bisnietas, Elina y Amelia; y sus sobrinas, Dolores (Lulu) y Paula Cahen d’Anvers, quienes recordaron a César “como una persona sumamente cariñosa”. En el lugar se reunió, además, una gran cantidad de periodistas y camarógrafos que querían homenajear al colega, vecinos de San Pedro y trabajadores de La Campiña, que agradecieron por lo que Mónica y César hicieron por ellos en su emprendimiento rural.
PALOMAS DE LA PAZ
Frente a la bóveda de la familia Mascetti, un sacerdote rezó una oración de San Agustín y luego se vivió uno de los momentos más emotivos, cuando Sandra leyó la carta que el “Gaucho” –como le decían al periodista– había escrito el 12 de septiembre.
“Esto dijo el Tata unos días antes, pero cuando ya sabía”, anunció Sol y, con la voz quebrada, pronunció las palabras de su abuelo del corazón: “Estoy a punto de vivir la mejor muerte. En el andén me espera mi familia para darme la mano…”. La enmudeció el llanto y entonces Sandra la relevó y contó cómo fue que, desde su casa en la calle Salta, en el escritorio que había pertenecido a su tío Facundo Larrondo, Mascetti redactó su propia despedida.
“Me estoy muriendo en San Pedro rodeado de durazneros en flor y de naranjos que esperan su turno para dejar caer sus pétalos e inundarnos a todos de perfume. Estoy en el medio del campo, caminando con mis perros, que perciben desde hace días lo que va a pasar. Estoy mirando el río, escuchando las campanas que escuchaban mis abuelos. Estoy por ver volar a las palomas que cubrirán el cielo como todas las tardecitas. Dentro de poco me llevarán con ellas para enseñarme el camino. Me estoy muriendo en San Pedro a los 80 años, donde siempre quise morir, junto a la mujer que amo, abrazado a mi familia. ¿Qué más puedo pedir? Me estoy muriendo en paz con la satisfacción del deber cumplido”, decía el mensaje que Sandra tuvo que leer en privado varias veces, para no quebrarse en público.
Se hizo otra suelta de palomas, “sus compañeras y amigas”, como las describió Sandra, quien tomó el mando una vez más para dedicarle a Mascetti la canción “Por tu ausencia”, acompañada por su sobrina Sol en la guitarra. “Gracias, Tata”, exclamó Sandra al final. Al retirarse del cementerio, abrazada por sus seres queridos, Mónica se detuvo ante los periodistas que habían asistido al funeral: “Lo único que les quiero decir es gracias por todo esto. Tata estaría contento de verlos a ustedes, que fueron parte de la vida de él, como de la mía. Gracias por haber venido, por estar, por ser un abrazo”.
SAN PEDRO, SU TIERRA
César murió en paz, acompañado por la mujer de su vida y en su lugar en el mundo, con vista al río Paraná. Así lo había imaginado en sus últimos días y por eso pidió ser trasladado del Instituto Alexander Fleming, donde estaba internado en la ciudad de Buenos Aires, hacia su adorado hogar en San Pedro, donde además tenía su chacra La Campiña, su sueño cumplido, el emprendimiento que construyó desde 1979 junto a Mónica y que funcionó también como cable a tierra cuando los dos eran la exitosa pareja de Telenoche, uno de los noticieros emblemáticos de la televisión argentina.
Allí, entre sus preciados naranjos y durazneros (en enero pasado fueron premiados con “El durazno de oro”) y el vivero de Mónica, Mascetti desarrolló además su pasión por la colombofilia, la actividad de cría de palomas que forjaba desde los 12 años. “Las palomas tienen la magia de hacerte volar; de alguna manera, volás con ellas”, decía César en una entrevista con ¡HOLA! Argentina realizada en 2015. El día del adiós, las dejaron volar, como un sentido último homenaje.
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