Tiene 27 años, creció entre Uruguay, Argentina y Europa, es licenciada en Literatura, fanática de la moda y está muy enamorada del financista Xander Alari-Williams, su marido desde hace cuatro meses.
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Se siente diferente y en esta nueva etapa de su vida, se anima a salir del caparazón y dejar por un rato su habitual bajo perfil para dar su primera entrevista. María Toscana Garfunkel (27), hija de Rossella Della Giovampaola y el banquero Jorge Garfunkel –nieto del fundador de BGH, Boris Garfunkel, Jorge presidió el banco Buen Ayre y murió en 1998, a los 53, de cáncer–, recibe a ¡HOLA! Argentina en Londres, la ciudad de la que se enamoró cuando tenía apenas 10 años. “Desde que iba al colegio soñaba con vivir acá. Las clases de Cultura e Historia Inglesa no hacían más que aumentar mis deseos de conocer Inglaterra”, cuenta “Tosqui”, como la llaman cariñosamente, quien vive con su flamante marido, el financista Xander Alari-Williams (28), en el coqueto barrio de St. James.
–Entonces tu sueño de vivir en Londres se hizo realidad.
–Sí. Tenía tantas ganas de venirme para acá que a los 14 años le dije a mamá que quería terminar el secundario en Reino Unido. Si bien en ese momento yo iba a uno de los mejores colegios de Uruguay –donde pasé gran parte de mi vida–, no me parecía que la institución me daba el nivel de instrucción que necesitaba para el resto de mi vida… Estaba convencida de que mi futuro era en Londres, así que organizamos un viaje para visitar todos los colegios. Al final apliqué a tres, quedé en dos y elegimos Bedales School, uno con sistema pupilo, muy estilo Harry Potter. [Se ríe].
–¿Cómo reaccionó tu mamá cuando le propusiste la idea?
–No fue una sorpresa porque siempre vio en mí ese deseo. Estaba claro que mamá y Gustavo (Yankelevich, su pareja desde hace veinte años) no iban a dejar Buenos Aires para irse a vivir a Europa y para mí, ser pupila me parecía toda una experiencia. Hoy a la distancia, valoro muchísimo cómo mamá me apoyó en ese momento, se tomó muy en serio mi planteo. Cualquier otro padre podría haber dicho “dejate de hinchar, viajá a los 18″. Mamá, en cambio, me apoyó a pesar de que en el fondo quería que me quedara.
–¿Qué hiciste cuando terminaste el colegio?
–Me fui a Milán e hice una licenciatura en Lenguas y Literaturas extranjeras durante cuatro años. Volví a Inglaterra, hice un máster en Literatura Comparada y después me volqué a la antropología social. Hoy estoy cursando un doctorado de investigación en la University College London.
–Lo tuyo es el ámbito académico…
–Me gusta estudiar, leer, y además soy muy curiosa. Ahora estoy muy enganchada con un proyecto focalizado en el mundo social de los chicos menores de 18 años que perdieron a un ser querido, un padre, una madre, un amigo y la forma en la que ellos perciben la vida y la pérdida.
–¿Por qué elegiste esto?
–Siempre me gustó trabajar con chicos y hace unos años empecé a colaborar como voluntaria en ONG de Londres que acompañan a chicos y familias después de una pérdida. Y ahí nació mi interés por investigar más. Mi idea es seguir trabajando desde el ámbito académico y de investigación dentro de la universidad.
–No es casual tu enfoque de investigación habiendo vivido una experiencia similar con la muerte de tu papá…
–Ese tema trato de no tocarlo. Así como prefiero no hablarlo acá, tampoco lo hago en la universidad, de hecho, mis profesoras me alientan a que comparta mi experiencia, pero todavía no puedo. Hay temas que todavía necesito guardarlos para mí. Claramente después de mi propia experiencia me di cuenta de lo importante que fueron mis amistades y mis vínculos sociales en ese momento de pérdida y duelo.
–¿Qué es lo que más te gusta de la vida en Londres?
–En algunas cuestiones, las cosas se dan de manera más fácil y la calidad de vida es bárbara. La cantidad de museos y las actividades culturales que ofrecen son infinitas… En cuanto a lo gastronómico, me gusta probar restaurantes nuevos y la vida nocturna es divertida. Europa es mágica, cada rincón tiene su historia, cada edificio tiene un pasado y sentís que todo tiene alma. A veces con Xander nos gusta ser turistas y hacer visitas guiadas a la Torre de Londres o al Parlamento, por ejemplo. Vivimos muy cerca del St. James Park, uno de los parques más lindos del mundo.
–¿Cómo se conocieron con Xander?
–Por Tinder. Lo más gracioso es que era mi primera vez en esa aplicación. Si bien teníamos una amiga en común, para mí fue como una cita a ciegas. Y me fue pésimo en la primera salida. [Se ríe]. Tuve que salir, literalmente corriendo, porque me sentía mal. Organizamos una segunda salida y ahí fue divino. En ese encuentro entendí que quería compartir mi vida con él.
–¿Qué te enamora de él?
–Él es mi cable a tierra y siempre lo fue. Me gusta que sea un hombre trabajador. Cuando se propone algo, lo logra. Antes de ser matemático, fue nadador profesional. De hecho, participó en competencias internacionales representando a Inglaterra y casi integra el equipo olímpico para Londres 2012 (quedó en cuarto lugar para integrar la selección nacional). Con esto te digo que tiene espíritu de dreamer. Es muy perseverante y no solamente en el deporte.
"Con Xander nos conocimos por Tinder y conectamos enseguida. En la segunda salida supe que iba a compartir mi vida con él"
–Hace cuatro meses se casaron en la Toscana y Gustavo Yankelevich te acompañó al altar.
–Gustavo es para mí un padre postizo, yo lo quiero con el alma. Mamá lo conoció cuando yo tenía 7 años, con lo cual, al principio, como todos los chicos, fue difícil entre nosotros. Pero en algún momento hicimos el clic y de ahí en más, yo también me sentí parte de la familia de Gustavo. Hoy tenemos un vínculo muy amoroso entre todos. Por ejemplo, a su nieto mayor, Franco (21) –el hijo de Romina Yankelevich y Darío Giordano– me lo traje a Londres. [Se ríe]. Él me dice la tía Tosqui. Él estudia artes y actuación en Londres y fue uno de los po - cos que vino para mi casamiento.
–¿Cómo te llevás con tu mamá?
–Muy bien, es mi gran compañera. Pensá que desde chica éramos sólo nosotras dos. Si bien después llegó Gustavo, seguíamos siendo muy unidas. Es incondicional, sé que puedo contar siempre con ella.
–¿Qué sentís que heredaste de ella?
–Somos tremendamente parecidas, es impresionante. Al igual que mamá, soy una enamorada de la moda… Con ella como mamá, no había forma que no me gustara la moda. [Se ríe]. Me crié entre perchas de alta costura, pasé más tiempo en las tiendas de Prada y Oscar de la Renta que cualquier otra chica de 10 años. La moda me parecía un universo alucinante. Me acuerdo que con mi mejor amiga nos juntábamos en casa y jugábamos con los zapatos de mamá. Ella tiene una colección divina de zapatos y nos los probábamos todos. Y de grande lo sigo haciendo. Y también le robo vestidos.
–¿Tenés diseñadores favoritos?
–En eso con mamá diferimos un poco. Ella ama Valentino y Prada y a mí me gusta la onda más casual de Balenciaga, Céline y Balmain. Claro que me encantan los vestidos de Valentino y Oscar de la Renta, pero soy más tranquila para lookearme.
–Además de la moda, ¿qué otras cosas te gustan?
–Lo que más me gusta en el mundo es leer. Con Xander tenemos un ritual que para nosotros es muy lindo, pero que a otros les resulta muy curioso y es que nos leemos en voz alta. Lo hacemos después de comer, tal vez un domingo… Nos sentamos en un sillón y nos ponemos a leer cada uno un capítulo. Para mí es uno de los placeres máximos y además lo comparto con el hombre que amo.
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