La actriz y empresaria nos abre las puertas del refugio que comparte con su marido, el político Juan Manuel Urtubey
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Acá. Acá, a poco más de 10 kilómetros de Salta y en un paisaje de yungas, con quebradas y climas que van y vienen. Acá, en esta localidad de casas de estilo colonial, una iglesia que honra al Santo Patrono San Lorenzo Mártir y calles que recuerdan la gesta de Martín Miguel de Güemes, vive la actriz y empresaria Isabel Macedo (47) con su marido, el abogado y ex gobernador Juan Manuel Urtubey (53), sus dos hijas, Isabel “Belita” (4), Julia (10 meses) y Mateo [hijo de Urtubey con Ximena Saravia Toledo. También tiene a Marco, Mateo, Lucas y Juana]. En esta casa, pasó su infancia Juan Manuel con sus nueve hermanos, hijos del abogado Rodolfo Urtubey y su mujer, la escribana Lía Mera Figueroa. “Mi casa es mi lugar feliz. En cada habitación, en cada rincón, vas a sentirte así: bien y feliz”, promete Isabel, mientras los ambientes recuperan los sonidos habituales: hoy, ella ofició de anfitriona de un encuentro de compañeros de secundaria de su marido. “No soy experta en nada, pero la necesidad me fue llevando a muchos descubrimientos: desde la cocina hasta el arte de recibir gente. Muchos aprendizajes inmensos los he tenido acá. Salta es un lugar sagrado por todo lo que me dio”, dirá ella. La construcción de su familia –uno de sus deseos más grandes– y su apuesta por Beneïda, la marca de indumentaria que lanzó durante la pandemia, no son los únicos descubrimientos.
En Salta, también nació una Isabel más inquieta y, a la vez, más consciente. “La conciencia de lo que tenemos es el regalo más lindo que recibí de mi familia. Y, en este último tiempo, se despertó, acá, una gran oportunidad: profundicé mi búsqueda personal. Desde entonces, medito cada día para estar conectada y para valorar lo que tengo. Me siento muy agradecida de estar viva y con mi día a día. Quiero fortalecer mi interior, seguir aprendiendo. Quiero ser mi mejor versión”, manifiesta a ¡HOLA! Argentina.
UN BUEN EQUIPO
Llueve desde hace cuatro días en este rincón de Salta. Pero al mal tiempo, los Urtubey-Macedo le ponen buena cara. Ahora, en la tarde de este domingo de abril, mientras Juan Manuel toma mates con Julia en brazos, Isabel y Belita hacen galletas para la hora del té. “La cocina es un sitio importante para mí, un lugar en el que quiero estar. Antes era un lugar de paso, pero la pandemia me enfrentó a la necesidad de tener que cocinar… ¡para todos los que estábamos en casa! Empecé a investigar y, en la búsqueda, descubrí que me encanta”, reconoce. Desde entonces, involucra en sus recetas a Belita. “Ella quiere meter las manos en cada cosa que hacemos… galletas, budines, todo. Le divierte y, a mí, me enamora ese momento que pasamos juntas. Al mismo tiempo, lo tomo como una gran responsabilidad: le hago sentir que la comida que hacemos juntas la vamos a compartir en familia”, dice.
–¿Belita es tu versión mini?
–Mucha gente me lo dice, ¡tiene sólo 4 años! Tanto ella como Julia [de diez meses] son dos papeles en blanco y mi objetivo es acompañarlas lo mejor posible sin imponerles nada mío. Sueño que sean ellas, lo que ellas quieran ser. Pero también deseo que sean buenas –como hizo Belita la otra vez, que construyó casas para hormigas o que me trajo una mariposa porque se lastimó–. Y quiero explicarles todo, contarles todo para que tengan una cabeza bien amplia, y con toda la información posible para, después, poder decidir.
–Entonces, tendrás muchas charlas con ella.
–En todo momento. Estoy mucho sola porque Juan Manuel, desde que lo conozco, viaja por trabajo. Antes lo acompañaba, pero con las chicas se hace difícil: Belita va al jardín y ya tiene actividades extraescolares. Aprovecho cada minuto, en el auto, cuando la llevo a algún lado, en la cocina e, incluso, en la mesa. Antes, a los chicos no se les dejaba hablar en la mesa: no eran adultos y no podían interrumpir. Esa mirada, a mí, no interesa.
–¿Belita se enteró de los comentarios que le hicieron a su hermana Julia? [A principios de año, Isabel posteó una foto de su hija menor, en la playa, y muchos usuarios hicieron comentarios ofensivos sobre el cuerpo de la beba].
–Desde ya que no tiene ni idea. Gran parte de lo que sucede con las redes sociales no lo podés manejar, pero sí podés dar herramientas dentro de tu núcleo familiar. Tu presencia, tus valores y todo aquello en lo que creés hacen que tu pequeño mundo sea un mundo feliz. La mirada del otro no debería tener ningún valor sobre uno mismo. Pero es un aprendizaje.
–Tu reacción frente a esa situación fue muy aplomada.
–Mucha gente me contactó por privado, diciéndome: “Qué capa que fuiste, qué altura que tuviste”. La verdad es que no fue que me quedé sin palabras. Responder una barbaridad hubiera sido lo más fácil. Mucha gente habla sin tener en cuenta el daño que genera con su sola palabra. Entonces, cuando te das cuenta, cuando sos consciente de eso, elegís otra manera de contestar. Elijo todo el tiempo quién quiero ser. Tengo mil palabras para decir: decido decir las buenas, las correctas y no hacer sentir mal al otro. Si no tenés nada bueno para decir, no digas nada. Me interesa ser ese ejemplo para mi familia y para mí misma.
–A través de sus redes, Juan Manuel bancó tu postura.
–Sí, desde nuestras cuentas, chocamos los cinco virtualmente. Juan Manuel y yo formamos un lindo equipo. Estamos muy bien; yo sé lo que quiero y él también. Y los dos sabemos lo que queremos para las chicas. Avanzamos juntos con lo que nos importa de verdad.
–Este año, cumplen siete años casados. Con dos hijas y las obligaciones de cada uno, seguro que los tiempos como pareja no son los mismos que al principio.
–Me parece muy importante seguir construyendo con él la historia que imaginé cuando lo conocí. Soy una defensora férrea de la relación que tenemos y, entonces, trato de organizar el tiempo de manera inteligente para todos. Al principio, cuando Belita era chiquita, aprovechábamos para salir juntos a comer, e incluso, solíamos tener como rutina bailar en casa, a lo Ginger y Fred, pero en la cocina. [Se ríe]. Pero, ahora, cuando él vuelve de sus viajes, baila con las chicas; y verlos bailar juntos es espectacular. Hay un tiempo para todo. Ahora los dos disfrutamos de darles a nuestras hijas el espacio de amor para escucharlas, saber lo que quieren y que crezcan seguras. Después, habrá tiempo para nosotros. Igual… a las 8.30, ellas se duermen y aprovechamos para contarnos las novedades.
–Ahora, que está en campaña para su precandidatura presidencial, los viajes de Juan Manuel se van a intensificar. ¿Cómo lo viven?
–Las chicas y yo lo extrañamos un montón. Pero sé de su fuerte vocación de servicio y trato de explicárselo a las chicas. Les digo que su papá cree que el país puede estar mejor y que él puede ayudar. Me interesa que entiendan cómo vivimos, qué hacemos y a qué nos dedicamos.
–¿Te imaginás como primera dama?
–La vocación de servicio es el sueño y la pasión de Juan Manuel, y yo deseo con mi corazón que él sea feliz con lo que hace. Somos una familia y, en ese caso, ocuparé mi rol para que la familia siga funcionando. Cuando fue gobernador, hice trabajo social con emprendedoras. Aprendí un montón. Durante seis o siete horas, dejaba a Belita en casa: creía que con ese proyecto podíamos darles herramientas a las mujeres para salir de la situación de vulnerabilidad en la que estaban. Nunca me quedaría en mi casa haciendo galletas si pudiera modificarle la vida a otro. ¡Lo haría otra vez sin dudar!
–¿Y cómo fue recibida tu apuesta por Beneïda [significa ‘bendecida’ en catalán], tu marca de ropa?
–Tengo muchos cuadernos en los que hago listas interminables de cosas que quiero hacer o aprender. Escribo, tacho y pongo una tilde cuando el objetivo está logrado. Creo que el tiempo es muy corto y yo quiero comerme el mundo. [Se ríe]. No sé si me va a dar el tiempo. Siento que, mientras estamos en esta vida, podemos cumplir nuestros sueños respetándonos y acomodándonos como familia. Nunca me imaginé con una marca de ropa, pero para mí supuso un gran crecimiento personal. Fue muy lindo descubrir que el límite está en la mirada ajena. La marca surgió durante la pandemia y, a diferencia de mi socia, Natalia González Najurieta, yo no estudié diseño, pero me encanta. Cuando grababa en Telefe, me iba en colectivo al barrio de Once, compraba remeras, le ponía mi impronta y las vendía en el canal. De golpe, acá, la historia cerró. En un año y medio, hicimos pie en cuatro países. Nunca se me pasó por la cabeza dejar de trabajar por haberme mudado a Salta. Desde que soy chica, mis padres me enseñaron a ser independiente. Trabajo desde los 16 y amo trabajar. De hecho, me costó un montón poner la libido en otro lugar que no fuera ahí. Si bien deseaba con toda el alma formar una familia, para mí, fue un gran desafío: ¡no sentía que era productiva! Cuando hoy veo la familia que construí con Juan Manuel, con mis dos chiquitas y con Mateo, que vive con nosotros, digo: “Guau, cumplí el sueño de la mesa larga”. Me encantó verme poniendo mi energía, pasión y fuerza para construir mi familia. Dentro de poco, pondré todo eso en la actuación [el año pasado, filmó Franklin sangra por la boca con Sofía Gala y Germán Palacios para Star+]. Y, cuando eso pase, volveré a mi otro lugar feliz.
Fotos: Osvaldo Orlandi
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