El monarca, junto con la reina Camilla y la familia real, asistió en Windsor a una celebración marcada por la preocupación que genera su tratamiento por cáncer y el de la princesa de Gales
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Los últimos dos meses han sido difíciles para el Rey. Tal vez, los más duros de su vida. Y, sin embargo, Carlos III se muestra sonriente y optimista en sus escasas apariciones públicas. El monarca, que está en pleno tratamiento por un cáncer que le diagnosticaron en febrero pasado, asistió el domingo 31 de marzo junto con la reina Camilla a la tradicional misa de Pascua en la capilla de Saint George, en el castillo de Windsor, y saludó a quienes se acercaron para desearle una pronta recuperación y una feliz Pascua. “Felicidades para ustedes también”, respondió Carlos, que estrechó las manos de sus súbditos y se dejó fotografiar junto a ellos.
La Reina, que desde que se conocieron las noticias sobre la salud de Carlos asumió algunos de los compromisos del monarca (la agenda también se repartió entre la princesa real Ana y el príncipe William), se mostró tan positiva como el Rey, estrechó manos y recibió un ramo de flores de manos de un chico que estaba tras una valla. Camilla llevó una capa de Amanda Wakeley (con un broche es de esmeraldas, diamantes y zafiros) sobre un vestido de Anna Valentine, cartera matelaseada de Chanel, botas de gamuza a la rodilla de Russell & Brombley y sombrero de Philip Treacy.
En la misa, los Reyes estuvieron acompañados por la princesa real Ana y su marido, Sir Tim Laurence, el príncipe Eduardo y su mujer, Sophie de Edimburgo, y el príncipe Andrés y su ex mujer, Sarah Ferguson, entre otros miembros de la familia real, que tras el oficio religioso recorrieron a pie el camino hasta el castillo, donde comieron cordero asado, como marca la tradición de los Windsor.
Los grandes ausentes –con aviso– fueron los príncipes de Gales, William y Kate. La princesa –que fue operada del abdomen el 16 de enero pasado– no participa de eventos desde diciembre y en el video en el que hace un par de semanas comunicó que ella –al igual que su suegro, el Rey– tiene cáncer, pidió más “tiempo, espacio y privacidad” para completar su tratamiento de quimioterapia, refugiada en el amor de su marido y de sus hijos, George, Charlotte y Louis en la intimidad de Anmer Hall, la casa de campo que les regaló la reina Isabel II a los príncipes luego de su boda.
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