Julio Oropel y José Luis Zacarías Otiñano cuentan cómo combinan amor y trabajo
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El arquitecto e interiorista cordobés Julio Oropel (60) y su pareja, el diseñador pampeano José Luis Zacarías Otiñano (59), conforman un dúo creativo que siempre marca tendencia. Su “búnker” de San Telmo es una caja de sorpresas, un gabinete de curiosidades plagado de objetos, formas y colores con significado personalísimo. “Era una casona que había sido demolida, pero mantenía parte de esa magia de lo antiguo que nos enamoró”, cuenta José Luis a ¡HOLA! Argentina. Aquí es el espacio creativo y lúdico donde surgen las ideas y donde también reciben a sus amigos y colegas. “La casa está llena de cosas que tienen alma, identidad y recuerdos. Cuentan historias, viajes, momentos y son nuestra fuente de inspiración”, aclara Julio.
–¿Qué fue lo que encendió la chispa de la creatividad y el amor por el diseño?
Julio: Siempre fui extremadamente curioso y muy incentivado en mi casa. Antes de ser arquitecto, estudié dos años de Ingeniería Química. Siempre me fue bien porque era muy estudioso, pero me daba cuenta de que lo que me entusiasmaba de la química eran los frascos, los colores de las sustancias, las mezclas. Tenía bastante facilidad para el dibujo y apenas me recibí de arquitecto en Córdoba me vine para Buenos Aires y empecé a dar clases en la Universidad de Belgrano. Me fui armando de a poco.
José: Mi formación básica en la creatividad me vino del cine. Desde muy chico iba a esas funciones dobles que se daban en el cine del pueblo en La Pampa y eso me despertó mi ojo estético. Siempre fui muy visual y armaba mis propias películas. Como me gustaba el cine me vine a Buenos Aires a estudiar dirección de arte en el INCAA, pero al año, surgió la posibilidad de irme a Nueva York y decidí tomarme un tiempo sabático. Estando allá colaboré con el estudio de interiorismo donde trabajaba un tío y decoramos los departamentos del tenista John McEnroe, la actriz Darryl Hanah y el actor Kevin Bacon.
INSTALADOS EN BUENOS AIRES
“Lo mío fue el boca en boca, siempre fui muy audaz. Recuerdo que había una florería en una casona que estaba en Ayacucho y Las Heras, en Buenos Aires, y nos ofrecieron el piso de arriba para poner unos objetos que estábamos diseñando con un amigo. Era la época de las pátinas y patinamos todo el lugar. Salimos en una revista y a partir de ahí todo se fue dando”, relata Julio sobre sus comienzos. “Yo volví de Nueva York y me anoté a estudiar Diseño Textil. Me llamaron de una empresa que producía jeans para distintas marcas, después pasé por Kosiuko y a principios de 2000, me independicé y creé mi propia marca, Oxdans, que estuvo por diez años en un local que hizo Julio cerca del Patio Bullrich”, cuenta José.
–¿Así se conocieron?
Julio: Nos conocimos en una vernissage en lo de Ruth Benzacar. ¡La fecha ni me la acuerdo! Me encantó José porque estaba en el mundo del diseño, era un chico de mundo con una cultura y visión enormes, sensible e inteligente.
José: ¡Yo sí me acuerdo! Fue en 1997. Intercambiamos números de teléfono y yo perdí el suyo, pero el destino hizo que nos volviéramos a cruzar y al año siguiente nos fuimos a vivir juntos. ¡Con Julio, no te aburrís nunca!
–En sus trabajos, ¿se influyen, se critican o se aconsejan?
Julio: Yo puedo darte mi opinión, pero me cuesta pedirla. No me gusta. Soy más autosuficiente a la hora de decidir sobre algo.
José: Creo que tenemos nuestra propia personalidad, nuestro propio criterio y sabemos lo que queremos. Pero, aunque Julio no lo perciba, creo que nos influimos mutuamente.
–¿En qué cosas son distintos a la hora de diseñar?
Julio: Yo soy minimalista y José es maximalista. Yo optimizo los recursos de todas las maneras posibles, soy extremadamente medido y él siempre es cantidad.
–¿En qué se complementan?
Julio: A mí me cuesta mucho el tema plata, detesto los presupuestos. Pero José es genial en eso. Yo soy muy parco y José es más social.
José: Julio es hipercreativo, pero terrenal. El volado soy yo. Visualizo los proyectos como una puesta en escena.
–¿Hay celos en el mundo del diseño?
Julio: No te digo que llega a niveles como en el mundo de la moda, pero hay celos. Antes no era tan así, pero fue in crescendo.
José: Yo creo que en todos los lugares se cuecen habas. Al profesionalizarse el tema del diseño se volvió más competitivo.
–¿Qué los diferencia del resto?
Julio: Tal vez los materiales que usamos. Hacer parecer simple lo que no lo es tanto con diseños contemporáneos. La mayoría de la gente se deja llevar mucho por tendencias, modas y convencionalismos. Nosotros no nos atamos a nada, pero otros van más a lo seguro, a lo comercial.
–Los argentinos somos muy clásicos, ¿tienen que limitar este espíritu vanguardista?
Julio: Cuando vas a hacer algo doméstico o comercial, hay que ser cauto y no irse al extremo porque a la gente y a las marcas les da miedo mostrarse o sobresalir. En el mundo, la gente renueva el color de su casa cada tres años, ¡acá no lo hacen ni siquiera en diez!
José: Hubo un momento en el que todos estaban más permeables a romper los esquemas. Ahora volvieron a estar más conservadores. Les tienen miedo a los papeles, los estampados, los entelados, las figuras grandes o geométricas y ¡al color!
“SER SOBRECARGADO”
–¿Cómo funcionó esta dupla en las decisiones sobre la estética de la casa?
Julio: Yo decidí mucho porque había mucho tema de arquitectura acá. Me divierte ser sobrecargado en este lugar. Es un exceso, no de lujo sino de maximización de elementos.
José: Yo tenía otra idea, pero como en la anterior casa había decidido mucho yo, ahora le tocaba a él. Este lugar es al revés de lo que hacemos con un cliente o con nuestro departamento. Esta casa es muy espontánea. Es nuestra parte pública, acá pensamos nuestros proyectos y recibimos a nuestros amigos.
–¿Cuál es el sello que caracteriza a cada uno?
José: Me gustan mucho la geometría y el color manejados de manera controlada. Y siempre tiene que ser contundente.
Julio: Generar identidad es lo más difícil de lograr, pero tampoco podría reproducirme serialmente en cada cliente. Es importante ver lo que quiere y necesita cada uno. Soy monocromático. Pura síntesis y neutralidad.
-De todo lo que hay en esta casa, ¿algún objeto fetiche?
José: ¡Los sombreros!
Julio: Me encantan las lámparas de papel del diseñador y escultor japonés Isamu Noguchi y también mis plantas carnívoras. Como crecí en Córdoba, la naturaleza siempre me pudo y además tengo “mano verde” para cuidarlas. Planeo hacer un invernadero.
–Si pudieran elegir una obra soñada, ¿cuál sería?
José: Para mí sería hacer la dirección de arte de una película con una historia retro de los 50 o 60 con un director nuevo o desconocido.
Julio: Me encantaría diseñar un espacio cultural en algún lugar del interior del país.
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