La nutricionista de 35 años cuenta los desafíos de su gran historia de amor, al tiempo que comparte el duro camino que la llevó a convertirse en mamá.
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Minutos antes de comenzar la producción de fotos, Estefanía Pasquini (35) le cambia la ropa a su hijo Emilio, de unos veinticinco días de vida. Le habla mientras le pone las medias, le acomoda el pelo (no lo pelaron cuando nació), lo llena de besos y lo alza entre sus brazos para llevarlo a su pecho. “Es un santo, pobre. Todavía se está adaptando a una mamá primeriza que está aprendiendo cómo agarrarlo para que no se sienta incómodo”, cuenta. En otra habitación a puertas cerradas, su marido Alberto Cormillot (83) está a punto de participar de una videollamada. Después de saludar y cederle el protagonismo a su mujer, dice con una sonrisa: “Antes de conocerme, ella no quería casarse ni tener hijos. Vaya si cambiaron las cosas”, dice el reconocido médico, quien después de un año de relación, en 2019 se casó con Estefanía en una ceremonia íntima en Devoto.
–¿Es así?
–Es verdad, antes de conocerlo ya había vivido otras relaciones, pero nunca había sentido la necesidad de casarme ni de ser madre. Estaba acostumbrada a vivir sola, a organizar mis vacaciones, iba y venía cuando quería… Estaba feliz con mi vida. Todos los días hacía crossfit, salía a correr, nadaba, tenía una vida más o menos armada. Cuando empezamos a salir con Alberto, las cosas la vi de otra manera. Claramente me terminé enamorando porque otra explicación no tengo. Creo que cuando te enamorás, pensás la maternidad como un camino posible. Alberto enseguida me entregó su corazón entero: “Yo quiero todo con vos”, me dijo. “¿Todo qué?”, le pregunté con un miedo enorme porque sabía la respuesta. Con el tiempo me di cuenta de que no estaba jugando, que él verdaderamente quería todo conmigo.
"El tema de la muerte es algo que los dos tenemos muy presente. Hoy disfruto de uno de los momentos más felices de mi vida, pero también sé que no va a ser por mucho tiempo"
–Y se casaron…
–Habremos estado un año de novios, después convivimos y nos casamos. En ese sentido, no perdimos mucho tiempo. De hecho, cuando él me dijo “quiero todo con vos”, decidimos dejar de cuidarnos y ser papás. La verdad es que nunca me había pasado sentir esto por nadie. Él es el hombre de mi vida.
–¿Por qué creés que fue con él y no con otro sentir el deseo de querer proyectar una familia juntos?
–Creo que algo en él me hizo relajar, bajar la guardia y animarme a ese primer paso para darle todo mi amor… porque él ya hacía lo mismo conmigo. Contrario a lo que muchos pueden pensar por la diferencia de edad, no estamos en diferentes sintonías ni es desigual el amor que nos tenemos. ¿Qué me enamoró de él? No sé, pero te puedo asegurar que nunca me sentí tan feliz en mi vida. Por algo me relajé y de repente quise todo lo que antes no había ni soñado tener. Con Alberto conecté enseguida y es el día de hoy que me sigo sintiendo tranquila y relajada con él. No tenemos peleas, y de verdad tenemos muchas cosas en común.
–¿Como qué?
–Nos gusta hablar y disfrutamos mucho de nuestras charlas... Nos gusta hacer las mis - mas cosas, por lo que no es difícil ponernos de acuerdo.
–¿Cómo fue la reacción de tu entorno?
–Para mí fue muy difícil contarles a mis papás. A mamá le dije: “Tengo que contarte algo que no te va a gustar”. Y ella me contestó: “Ya sé, te gustan las chicas”. Y ahí me di cuenta de que esto iba a ser más complicado de lo que había pensado. Cuando se lo conté, colapsó. Me preguntó: “¿Qué necesidad tenés de hacer esto, si tenés todo? Ella asociaba mi relación con Alberto con una relación de beneficios económicos… No le entraba en la cabeza que me hubiera enamorado de un hombre mucho más grande que yo. A papá también le costó aceptarlo… estaban indignados.
"Nos gustaría que Emilio aprenda chino porque es lo que se viene. En un futuro, queremos contratar a una niñera china para que le enseñe"
–¿Y hoy, qué dicen?
–Gracias a Dios, todo cambió para mejor. Nunca creí que algún día llegaríamos a estar así de bien, todos juntos en familia. Pensá que el primer año de nuestro noviazgo mis papás no quisieron saber nada de Alberto. Iba sola a los cumpleaños familiares porque claramente no lo querían conocer. Me acuerdo que mamá me decía: “Yo sé que es buena persona pero no es para vos”. El día que conoció a Alberto fue en un festejo de mi cumpleaños y lo encaró de una y le dijo: “¿Qué buscás en mi hija, qué pretendés con alguien de su edad?”. Yo me morí de vergüenza. Con el tiempo procesaron la idea y el hecho de que me vieran tan feliz con alguien terminó de echar por tierra todas sus dudas.
"Cada vez que me dicen que mi relación con Alberto me va a quitar vida, yo les respondo que es todo lo contrario; él a mí me da más vida de lo que se puedan imaginar"
–El prejuicio social se convirtió en uno de los grandes desafíos de tu historia de amor…
–Totalmente. Cada vez que me dicen que mi relación con Alberto me va a quitar vida, yo les respondo que es todo lo contrario. Él a mí me da más vida de lo que cualquiera se pueda imaginar. Estar con él me cambió la relación conmigo misma… A veces pienso que me volvió una persona más normal. Antes de empezar a salir con él, yo vivía en una suerte de caos: me levantaba a las cinco de la mañana para salir a correr; me iba a natación, no tenía horarios de corte de laburo. Con él siento que mi vida se volvió más normal.
–¿Hablan de la muerte con Alberto?
–Es algo que los dos tenemos muy presente. Siempre le pido ¿me prometés que te vas a quedar conmigo muchos años más?... Hace unos días, le dije que este era uno de los momentos más felices de mi vida. Pero así como soy consciente de que en este presente estoy casada con el hombre que amo y que juntos tuvimos a nuestro hijo Emilio, también sé que no va ser por mucho tiempo. Mientras mis amigas sueñan con envejecer junto a sus parejas yo sé que mi camino no va a ser ese. Y cada vez que pienso en eso me angustio mucho. Creo que desde que nació Emilio lo pienso mucho más. Por eso trato de conectarme con el presente, de disfrutar cada segundo de esta vida juntos.
EL DESAFÍO DE SER PAPÁS
–¿Cómo fue ese camino para tener a tu hijo?
–Cuando nos dimos cuenta de que no quedaba embarazada enseguida pensamos que el problema lo podía tener Alberto, pero los resultados clínicos al final demostraron que él estaba como un pibe de 20 y la que tenía óvulos de señora mayor era yo. Tengo baja reserva ovárica, casi como una mujer en la menopausia. Y eso para mí fue un golpe.
–¿Qué hicieron?
–Recorrimos varias clínicas de fertilización para estimular los óvulos pero como no crecían, muchas veces se terminaba interrumpiendo el tratamiento. Cambiamos varias veces de centros médicos, incluso hubo uno que ni si - quiera quiso atender nuestro caso.
–¿Por qué?
–Porque no veían posible que yo quedara embarazada. Fue devastador. Hubo un momento que pensé que eso me pasa por decir tantas veces que no quería ser madre…. Lo sentía como un castigo.
–¿Y cómo viviste el embarazo?
–Al principio, con mucho miedo. Los primeros tres meses, cada vez que tenía una pérdida, iba llorando a la guardia pensando lo peor. Ya había perdido un embarazo, con lo cual, el temor estaba siempre presente. En plena pandemia, Alberto sólo me podía acompañar hasta la puerta y me esperaba en el auto mientras me hacían una ecografía y me confirmaban si había perdido el embarazo o no.
–¿Y qué te pasa hoy cuando lo ves a Emilio?
–Todavía no lo puedo creer. Incluso cuando nació tenía a Emilio en mis brazos y no sentía que fuera mío… Sabía que era mi hijo pero no lo vivía como tal. Tanto me habían metido en la cabeza que no iba a poder ser madre, que terminé comprando esa idea. No podía siquiera animarme a pensar un nombre. Hoy lo veo y digo: Emilio es la prueba de que el amor lo puede todo.
–¿Le cantás?
–¡Sí! Le canto, le pongo los Beatles o Babasónicos o cumbia.... Me vuelve loca cuando me sonríe y me muestra todas esas expresiones nuevas. Amo cuando apoya su cabeza contra mi pecho y me acaricia mientras le doy el pecho.
–Y Alberto, ¿qué dice?
–Está como loco. Cuando él tuvo a sus hijos Reneé (54) y a Adrián (47) –fruto de su anterior matrimonio con Monika Arbogast– no pudo conectar su paternidad porque estaba construyendo su carrera. Pero Emilio lo encuentra en otra etapa, en una más de disfrute. Alberto tiene mucha iniciativa: quiere bañarlo, dormirlo, cambiarlo…
–¿Ya saben qué educación van a darle? ¿Colegio?
–Todavía no, pero nos estamos organizando muy bien. No queremos improvisar con su educación. Para mí es importante que Emilio salga bien preparado de un colegio, por eso queremos que aprenda otro idioma y vaya a un colegio con doble escolaridad. Nos gustaría además que aprenda chino porque es lo que se viene. En un futuro, queremos contratar una niñera china para que le enseñe.
–¿Practican colecho?
–Estamos en eso. Primero compramos la practicuna pero Emilio nunca la usó. Las primeras dos semanas durmió conmigo, y yo estaba toda rodeada de almohadas. Ahora vamos a probar con esas extensiones de camitas que son para colecho.
–¿Harías otro tratamiento para darle un hermano a Emilio?
–No. Si bien siento que todo esto valió la pena, la realidad es que Alberto es grande. Ya le agradezco a Dios y a la vida que me dieron uno y es el más lindo del mundo. •
Producción: Tamara Tornello Maquillaje y peinado: Lourdes Costa Agradecimientos: Mimo & Co., Materia, Regina Margherita, Breclav.
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