Nació en Buenos Aires, estudió Abogacía, pero conoció el éxito profesional con el diseño. Junto a sus hijos Charo e Hilario repasa su “movediza” vida y asegura: “‘‛Imposible’ es una palabra que no existe para mí”
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Creativa, risueña, histriónica. Dueña de un espíritu libre y lúdico que heredaron sus dos hijos, Charo (14) e Hilario (11), Sofía Willemoës (43) es la única mujer de cuatro hermanos (los tres son polistas). Su papá se dedicaba al campo y su madre, al diseño y la arquitectura. A pesar de su vida acomodada y la contención familiar, apenas terminó el secundario se fue a vivir con sus primas porque asegura que siempre fue “muy independiente”. Estudiosa y con una crisis vocacional, cuenta que coqueteó con varias carreras “excepto Diseño” –paradoja del destino–, pero estudió Abogacía. “Recuerdo que le decía a mi papá: ‘No podés pedirme que a esta edad decida a lo que me quiero dedicar toda la vida’”, cuenta entre risas la diseñadora, que nos recibe en su casona de 135 años en Barrio Parque. Su apellido es de origen danés. Uno de sus antepasados fue Peter Willemoës, un joven oficial naval en Dinamarca. “Hay calles con su nombre y cuenta la historia que era muy influyente entre los jóvenes de su edad. Su casa hoy es un museo en la ciudad de Assen. Creo que algo heredé de su espíritu. Mi bisabuela era cantante de ópera, usaba trajes increíbles y se ponía a cantar en cualquier lugar. De ella saqué esta pasión por lo escénico”.
Apenas Sofía se recibió de abogada se convirtió en socia del estudio jurídico en el que ya trabajaba. “Siempre fui muy justiciera, empática con el dolor de los demás. Y los tiempos de la justicia, sobre todo en nuestro país, están lejos de las necesidades de las personas”. Durante su luna de miel en París, vio un sillón pintado con caballos en un local y su pasión por la naturaleza –esa energía vital que la envolvía en su infancia– se apoderó de ella. Decidió dejar la abogacía. “A mi madre casi le da un infarto. Estaba embarazada de mi hija y tenía una energía arrolladora. Era como si tuviera la fuerza de las dos dentro de mí”. Sin saber nada de diseño e ilustración –sólo hizo unos cursos para saber diseñar en la computadora–, comenzó a crear y a estudiar cómo lograr la impresión digital en decoración. “Gané un concurso de innovación del Gobierno de la Ciudad y con eso pude invertir y seguir. Armé un equipo, nos presentamos en ferias como Puro Diseño y Casa Foa, y después empezaron las ferias internaciones, como el Salón del Mueble de Milán, Maison et Objet en París y 100% Design en Londres”, nos cuenta Sofía. Sus empapelados escénicos llegaron a vestir las paredes del Starbucks Reserve frente a la Universidad de Harvard, el Hotel Saint Petesbourg Opera de París y también fueron usados como parte de la restauración del TSX Theater de Broadway. Hoy tiene un equipo formado en un 70 por ciento por mujeres y oficinas divididas entre Nueva York y Buenos Aires. “Empezamos hace trece años y en nuestro país (y casi en el mundo) no existía lo que hacíamos. El producto tiene un nivel de adaptación que lo puede poner cualquiera en su casa. Una manera de embellecer tu espacio. Además, es un producto fácil de instalar”.
Cuando sus diseños empezaron a crecer en el exterior, le planteó al padre de sus hijos irse a Nueva York. “Primero pensó que estaba loca. Él es ingeniero industrial y, al poco tiempo, le ofrecieron un nuevo trabajo que implicaba viajar mucho. Podía ser a Miami o a Nueva York. Así que ahí le dimos para adelante, tramitamos la visa y en 2018 nos fuimos los cuatro. Por suerte, los chicos lograron ingresar al Liceo Francés de allá, algo que parecía imposible porque es muy difícil conseguir cupo, pero ‘imposible’ es una palabra que no existe para mí, y comenzamos esta nueva etapa”. Con la pandemia, todo cambió. “Me pegó muy mal, tenía la necesidad de estar en Argentina. Me daba miedo todo lo que podía generar el encierro, la crisis económica en nuestro país. Comencé a ver videos de Vandana Shiva, una prestigiosa ecologista, feminista y filósofa, y me surgió la idea de crear una comunidad de mujeres agricultoras. Quería volver a conectar con el campo, empecé a ser más consciente con el tema de la sustentabilidad. Debo confesar que cada diez años tengo una crisis que me hace patear el tablero. Esta vez también la revolución personal vino acompañada de la separación. Tras hablar mucho con ahora mi ex resolvimos volver a Buenos Aires ya con la decisión tomada de divorciarnos”, revela nuestra anfitriona. Tiempo después, la prensa la relacionó sentimentalmente con Joaquín Furriel. Cuando se le pregunta si fue verdad, ella sonríe y sólo asegura que el actor es un ser increíble.
RENACER
Antes de regresar definitivamente, en uno de sus viajes a Argentina, Sofía viajó a la estancia Peuma Hue en la Patagonia. “Necesitaba estar alejada, ni siquiera en el campo familiar, que es mi lugar. Precisaba estar sola”. Se enamoró del lugar y conoció a su fundadora, Eve Hoter, y fue allí que decidió que quería armar una cadena de hoteles sustentables. En una hectárea armó una gran huerta y un invernadero de 60 metros cuadrados. “El día que lo terminamos vino una gran tormenta que lo arrancó de cuajo. Ahí te das cuenta de que no controlamos nada y que el día que la tierra no pueda más, nos va a expulsar si no cambiamos la manera de hacer las cosas”.
–¿Todos tus diseños están inspirados en paisajes argentinos?
–Sí, casi todos. Muchas veces me dicen: “¿No querés hacer otros paisajes de otros lugares del mundo?”. Y la verdad que no. Nuestro país tiene todos los paisajes que puedas ver en cualquier país y, además, es una manera de llevar nuestra impronta latinoamericana al mundo. ¡Qué mejor, como argentina, que hacer algo argentino! Ahora estoy con un proyecto llamado Patagonia Azul junto a la Fundación Tompkins, que compró un campo de 50 mil hectáreas en el Sur con el compromiso de preservar tanto el área terrestre como la marítima. Parte de la venta de mi colección irá a este proyecto.
–Llevás una vida de mucho movimiento, ¿cómo se adaptan tus hijos a los cambios?
–Ellos se adaptan a todo. Desde que nacieron tuvieron una vida muy movediza. Pero necesitaba una casa, mi casa. Acababa de llegar de París por trabajo y encontré este lugar. Es como que me metí en mi propio cuento, con este jardín salvaje no domesticado, un poco como soy yo.
Maquillaje: Joaquina Espínola
Agradecimientos: María Pryor, Jazmín Chebar, Cher, Flores Irina Khatsernova y Lucila Ivanoski.
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