Arrasó contando historias románticas por Instagram y acaba de publicar su segundo libro. Repasa para ¡HOLA! su propia love story con el polista y confiesa entre risas: “A él le encantaría ser un mantenido”
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Para algunos, Rosario Oyhanarte (35) es la mujer de Alejandro Novillo Astrada (39 años, siete de handicap), el “Negro”, miembro de una familia de polistas que marcó el pulso del taco y la bocha con el emblemático equipo La Aguada. Para muchos otros es la escritora e influencer con dos novelas publicadas (la última, El libro más lindo del mundo, recién editado por Random House) y más de ochenta mil seguidores en su cuenta de Instagram (Rosie’s Tips, donde combina reseñas de arte, moda y viajes con publicaciones personales y la plataforma desde la que alcanzó notoriedad cuando se puso a contar las historias de amor de sus seguidores). Mamá de Facundo (3) y Lorenzo (1), esta licenciada en Letras, que, aunque nació en una familia tradicional (su abuelo fue ministro de la Corte Suprema) no se siente atada a las convenciones, pasa parte del año en Aspen, donde su marido se destaca en la temporada de polo. Y desde allí habló con ¡HOLA! sobre el amor –real y de ficción–, la inspiración y el éxito.
–Influencer en Instagram, escritora de éxito…, te estás haciendo famosa. ¿Todo esto tuvo algún costo personal o familiar?
–Te diría que pasó como si nada. Porque nosotros estamos tan lejos de Argentina que no tenemos mucho la temperatura de lo que sucede allá. Pero sospecho que cuando vaya a Argentina mucho no va a cambiar tampoco, porque si bien es verdad que hubo alguna exposición, a fines prácticos tanto no cambió la cosa.
–¿Y a vos te generó algo a nivel personal?
–Sí, admito que sí. A mí lo que me gusta es escribir, no sé si la exposición me gusta. Uno escribe por amor a las historias, por amor al arte, por amor a lo que sea, pero no a la exposición. Así que en un momento me hice el replanteo: “¿Es esto lo que quiero?”. Pero entiendo que es una parte inevitable. A mí me gusta escribir y que haya otro que lea; si no, escribiría un diario íntimo. Y si quiero tener lectores, tiene que haber algo de exposición.
–¿Qué dice Alejandro? ¿Él estaba preparado para tener una mujer famosa?
–Creo que no. Pero tampoco me parece que le pese tanto, en el sentido de que me apoya mucho. Le gusta que yo tenga un interés propio, me ve motivada, y creo que eso le pesa más que una eventual exposición. Si bien Alejandro es perfil bajo, esto no es nuevo para él: sabe mucho más que yo de exposición y me aconseja, porque puedo ser muy bocona a veces y no tengo filtro.
–¿Te costó el cambio de registro, pasar de escribir en redes sociales a escribir una novela, dado que son lenguajes completamente distintos?
–Un poco me costó y es algo que hablé mucho con mi editora, porque de a ratos ella me lo marcaba: “Ojo que acá se te está colando la voz de la instagrammer”. Y, en ese sentido, ella hizo un trabajo muy fino para que yo no cayera en eso. Si bien ya había escrito una novela antes, en aquel momento todavía no escribía en Instagram, por lo que tuve que hacer un trabajo muy consciente al respecto.
–¿Tus criaturas de ficción son totalmente imaginadas?
–Hay rasgos de gente que conozco, pero nunca es una copia exacta de alguien que conocí y quiero plasmar en el papel. Más bien se trata de cierta actitud que me llamó la atención, un detalle, algún rasgo. A veces escucho frases o diálogos y pienso: “Esto me sirve para una novela”. Y después por ahí me escriben mis amigas y me dicen: “Ay, me vi en tal comentario”.
–¿Y eso no genera desconfianza en tu entorno? ¿Miedo de que los uses como inspiración para un personaje?
–Me parece que no, porque soy bastante cuidadosa. Para empezar, uno al leer nunca va a sospechar que saqué tal rasgo de fulano. Y sobre todo porque no es que yo lo haga con un afán de criticar a la otra persona, sino que tomo rasgos coloridos o curiosos, no necesariamente buenos o malos. No soy un Truman Capote, que terminó peleado con todo su entorno…
–En tu novela decís que en la vida hay tres amores, dos fallidos o que no fueron y el definitivo. ¿Cuando lo conociste a Alejandro supiste que era el definitivo? ¿Cómo tuviste esta certeza?
–No lo puedo explicar mucho sin caer en frases cursis en las que en el fondo tanto no creo, porque nunca fui de creer en el amor a primera vista. Ya había conocido mil tipos buenmozos, no pasó por ahí, fue más bien como una intuición. Diría que fue una intuición a primera vista, más que un amor a primera vista. Y fue como si lo conociera de antes.
–Tu heroína tiene algún que otro costado feminista. ¿Vos te considerás feminista?
–Soy feminista porque entiendo que todas las cosas que hoy puedo hacer con mucha libertad, léase estudiar, trabajar, ser madre, es gracias a un montón de feministas que en su momento fueron tildadas de locas, enojadas y rebeldes. Sí te puedo decir que no me siento identificada con ciertas olas del feminismo más contemporáneas que, por ahí, abogan por temas con los que yo no concuerdo, pero sí hay toda una línea del feminismo que me parece valiosa y muy necesaria. Y creo que, en ese sentido, mi personaje se parece mucho a lo que yo pienso.
–La posibilidad de escribir en cualquier lugar es perfectamente compatible con la vida familiar y con los viajes de Alejandro. ¿Qué pasaría si eso cambiara, si la que tuviera que viajar por tus libros fueras vos?
–Yo alguna vez se lo pregunté en chiste y él me dijo: “A mí me encantaría ser un mantenido, así que dale para adelante, nos amoldamos en dos minutos”. [Risas]. ¡Y yo lo cargo y le digo que si llego a ser autora de best sellers le compro seis caballos! Creo que los dos tenemos cierta flexibilidad y podríamos encontrarle la vuelta. Obviamente que es difícil hipotetizar y que su flexibilidad ya no es tanta una vez que asume un compromiso con un patrón, un torneo, un equipo. Pero creo que habría cierta cintura para hacer ambas cosas y la realidad es que cada vez hay más polo en distintas partes del mundo, así que él podría llegar a encontrarle la vuelta. Dicho esto, él está contento con la organización en la que está en este momento, con los Ganzi. Disfruta mucho y está agradecido, entonces me parece que la prioridad sería ver de qué forma podríamos organizarnos como familia sin cambiar mucho su rutina.
–¿Tenés una rutina para escribir? ¿Cómo hacés con los chicos?
–Con los chicos me cuesta un montón, sobre todo desde que nació el segundo, con el primero estaba un poco más canchera. Pero cuando tengo que escribir una novela sí o sí tengo que ponerme en modo talibán de mi organización porque si no, no se sostiene. Sobre todo, porque la experiencia entre una y otra novela fue muy diferente. La primera la hice sola, viendo un poco qué pasaba, y la segunda la hice con mucho orden y me gustó esa forma de trabajar. Si encaro una nueva novela, sí o sí voy a tener que ponerme una rutina bastante disciplinada. Ahora, para lo que es el día a día con mis redes, trato de sobrevivir con dos chicos, las mudanzas, el coronavirus, los jardines que cierran, así que escribo mientras uno duerme la siesta y al otro le pongo media hora de dibujitos. Hago un poco de malabares. Es verdad que Alejandro no tiene una rutina de trabajo de oficina, y por ahí tiene momentos en casa y, como le encanta cocinar, me ayuda mucho con esas cosas. Volviendo a lo del feminismo, es como que sin darme cuenta me enamoré de un hombre feminista que por ahí no lo es desde lo programático, pero lo es desde sus actos, que para mí vale más. Eso es gracias a su madre [Verónica Devoto], que tuvo cinco hijos varones y los educó muy conscientemente de que en la casa trabajamos todos, nada de que las mujeres levantamos los platos y ustedes se quedan de sobremesa. Eso en su casa no pasa y se nota. Él está muy presente en las tareas del hogar.
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