La fundadora y directora creativa de la Semana de la Moda (SAC) nos abre las puertas de la retrospectiva de la historia de la Haute Couture argentina que organizó en el Malba
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Para descoser la historia de ese vestido creado por Jorge Ibáñez, hay que retrotraerse a 2013. Realizado en tul y raso, bordado con canutillos y mostacillas doradas, fue el gran cierre de la pasada de Ibáñez en un desfile que se realizó en la embajada argentina en París, Francia. Elina, amiga y musa del diseñador, era la elegida para llevarlo. “‘Cuando salgas a la pasarela, imaginá que tu cuerpo irradia luz y que esa luz te protege’. En la filmación de ese desfile, que se llevó a cabo un año antes de su muerte, cuando él estaba en la cima de su carrera en la alta costura, se ve el momento cuando Jorge me tomó de las manos y me dijo eso. Y también me dijo: ‘Vas encontrar a un hombre maravilloso y te vas a casar… ¡con este vestido!’”, evoca hoy Elina Costantini (33) fundadora y directora creativa de la Semana de la Alta Costura (SAC), mientras acomoda amorosamente el maniquí con la creación de su querido amigo. “Con Jorge éramos muy unidos: siempre fue muy generoso. Quería enseñarme lo que sabía y ayudarme en mi carrera como modelo; me decía: ‘Aunque te deseen el mal, vos siempre irradiá luz’”, cuenta.
Ese vestido, que formó parte de Mysterious Garden, la última colección de Ibáñez, podrá verse a partir del 28 de septiembre y hasta el 8 de octubre en la retrospectiva de la alta costura que se presenta en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), que fundó Eduardo Costantini, el marido de Elina, en 2001. Además, habrá creaciones icónicas de otros diseñadores, como Carlos di Doménico, Hernán Fragnier y Javier Musetti. En la muestra –resultado de la curaduría que Elina hizo con Victoria Salías, directora del Museo del Traje– se exhibirán, también, diseños de Emma Saint Félix, Jacques Dorian, Henriette, Carola, Maison Carrau, Vanina de War, Fridl Loos, Medora y Rosina, referentes de la alta costura nacional. “Incluyendo los vestidos, son setenta piezas que recorren la historia de la alta costura argentina desde 1850 a la actualidad”, resume ella a ¡HOLA! Argentina.
–¿Cómo surgió la idea?
–Al final de la primera edición de la SAC. En el desfile de homenaje a Gino Bogani, en el Malba, pensé: “Tengo que hacer una retrospectiva de la historia de la alta costura argentina”. Estoy agradecida de haber podido hacer tanto los desfiles de Laurencio Adot, Adrián Brown, Marcelo Giacobbe, Camila Romano y Fabián Zitta, todos de alto impacto, como esta retrospectiva en el Malba, donde también habrá un desfile único.
–¿Consultaste esta idea con Eduardo? Este 2023 no parecía un buen año para tomar riesgos.
–Soy bastante arriesgada: cuando me propongo algo, lo pienso mucho y doy el salto al vacío. Eso sí: siempre con los pies sobre la tierra. Con mi marido, nos consultamos y nos apoyamos siempre: tanto él para su negocio como yo con mis emprendimientos. Cuando le conté, lo primero que me dijo fue: “Me parece brillante”. ¡Pero Eduardo siempre me dice lo mismo con todo lo que se me ocurre! Es poco objetivo conmigo. [Se ríe]. Entonces, lo conversé con Gino [Bogani], que es mi amigo. “Investigá”, me dijo Gino. Y eso hice.
–Fue más objetivo que tu marido...
–[Se ríe]. Sí, pero Eduardo bromea diciéndome “Acordate de que yo fui quien te dijo antes que la idea era brillante”. Después, me contacté con Victoria Salías, directora del Museo del Traje, y con todo su equipo. Este año voy a cumplir 20 años en la alta costura [Elina, que empezó desfilando a los 13 años, en Mendoza, trabajó para Jean-Paul Gaultier, Óscar de la Renta, Carolina Herrera y Valentino, entre otros grandes] y, aunque soy muy curiosa, aprendí muchísimo con esta investigación. La moda es cultura; es arte: por eso, este año, mi deseo fue integrar moda, arte y música a los museos de la Ciudad y de la Nación.
–Gestionar el Malba te debe haber salido de taquito…
–No te creas. [Se ríe]. Este año, los desfiles fueron en el Museo de Arte Decorativo, la Casa Basavilbaso, el edificio del BBVA y en las escalinatas de la Facultad de Derecho. El cierre, en el Malba… Para mí, fue el lugar más difícil: soy muy exigente conmigo misma y sentí que en el Malba no podía equivocarme en nada. Estoy agradecida de la gran cantidad de gente que confió en mí.
–Imagino la emoción de las familias de los diseñadores cuando las convocaste.
–Muchos habían querido hacerles un homenaje, pero nunca habían podido. Para el desfile de la retrospectiva, llamé personalmente a las familias y a los allegados de Musetti, de Di Doménico y de Fragnier. Ninguno dudó en compartir sus creaciones. Me encargué de buscar los diseños yo misma: iba y venía con mi auto, rezando para que no les pasara nada. La mayoría de los vestidos de Jorge [Ibáñez] ya estaban en el Museo del Traje porque su mamá, Mabel, quien es como una madre para mí, los había donado tras su muerte. Jorge soñaba con que sus vestidos icónicos fueran exhibidos en un museo. Yo sumé uno mío para completar la muestra.
–Después de estas iniciativas y luego de veinte años de carrera en la alta costura, podrías darte por hecha…
–¡Nooo! Esto va a seguir creciendo. Ahora, tenemos una edición por año, pero imagino dos ediciones anuales. La idea, además, es que la SAC desembarque en al exterior: el mes que viene viajamos con Eduardo para firmar con quienes serán nuestros socios. Es que, cuando genero un proyecto, lo analizo y avanzo. Siempre tuve muy claro qué quería hacer con mi vida: estudiar, ser modelo, viajar por el mundo. Nunca me corrí de esas metas. He sido perseverante y trabajadora. Desde mis 5 años, cuando ayudaba a mis abuelos, que tenían un local en donde había de todo un poco: carnicería, zapatería, ropa, útiles… Para mí, además de la familia, lo más lindo de la vida es trabajar. El trabajo dignifica y revitaliza. Y voy a seguir trabajando hasta mi último día. Eduardo me dice que soy una workaholic, pero él es igual que yo. Unas noches atrás, me dijo: “Te reciclaste”. Me dijo que yo había dado un salto rápido: que había pasado de ser una modelo muy reconocida de alta costura a una empresaria; que, antes, mi empresa era mi cuerpo; y que, ahora, mi empresa era la SAC.
–¿Y cómo te sentís con eso?
–Prefiero la palabra “emprendedora”, porque siento que para ser empresaria se necesita mucho. Pero estoy aprendiendo. La verdad es que no me había dado cuenta de que había dado ese salto hasta que hice la primera edición de la SAC. Armé un equipo maravilloso. En el back de los desfiles, nadie grita: es un momento de amor y de entrega al otro. Esa es la cultura de la SAC. Para mí, la SAC es como mi hijo, de la misma manera que el Malba es como un hijo para Eduardo.
–¿Dejás que tu marido opine?
–Ayer, al final de uno de los desfiles, Eduardo lloraba de emoción. ¡Se pone más nervioso que yo! Se siente parte de SAC. Él no sólo ha sido mentor en esto, sino también mi maestro. Hace unos meses, me dijo: “Quiero que sepas todo de mí, todo de mis cosas”. Para mí, eso significaba estudiar una carrera, como Economía o Contador Público [Elina estudió Comunicación Social, primero en la Universidad de Cuyo, y la terminó en la Universidad de Buenos Aires]. “No, yo te voy a enseñar”, me dijo él. Desde entonces, nos ponemos a estudiar todos los días dos horas. Con Eduardo, estoy aprendiendo mucho de Economía. Llevar adelante la SAC no sólo supone llamar a los diseñadores o pensar cuántas pasadas harán, sino buscar las locaciones para los desfiles. A esas negociaciones las cerré yo. Para esta segunda edición, firmé 37 contratos. Y, cuando la inflación se disparó, me senté con cada uno de los proveedores para negociar los números. ¡Todos hemos hecho un gran esfuerzo! Vivo todo eso con alegría y, además, siento que es una manera de ayudar.
–Cada uno en lo suyo, con Eduardo compartís el camino de la filantropía.
–Podría pensarse que mi vida ha sido fácil. Pero no. Empecé a trabajar desde muy chica y, si bien mis padres me acompañaron hasta donde pudieron, a los 16 años ya vivía sola. Hice muchos sacrificios. En mi carrera, mucha gente me ha dicho “no”, pero seguí, seguí y seguí. La verdad es que Dios me regaló mucho más de lo que esperaba. Ahora, desde mi humilde lugar siento que puedo ayudar. Este año, por la situación del país, dudé mucho si hacer o no la movida de la SAC. Y Eduardo me dijo “Hacela: das trabajo. Eso es lo que se necesita”. Hoy damos trabajo a más de 1500 personas, un número que duplica al del año pasado. Me da satisfacción promover nuestros talentos en la alta costura: protegiendo y promocionando a los que recién empiezan, dando valor a nuestras top models y trabajo a las costureras, para que ese oficio no se pierda. Mi deseo también es dar luz a todas las personas que no suben a la pasarela, pero cuyo trabajo en la industria es fundamental. El día de mañana y cuando Dios decida, este mecenazgo dará sus frutos.
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