Es el mayor de la cuarta generación de la familia chocolatera. De espíritu nómade, le gusta la aventura y es un apasionado de la música, igual que su abuela Marta y su padre Jorge
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Aunque tiene un apellido asociado a la alta exposición, Thomas Fort (32) prefiere una vida sin estridencias y sólo rompe su perfil bajo en ocasiones especiales: cuando se casó con Paula Cardinalli (32), por ejemplo, o para hablar de música, su gran pasión. Heredero de la famosa fábrica de golosinas (es hijo de Jorge Fort, el hermano mayor de Ricardo, y de Sandra Di Luca), estudia Derecho, le gusta escalar, ama la Patagonia, vacacionar lejos de las grandes ciudades, es músico, cantante y compositor. Algo así como el “hippie” de la familia. Desde hace varios años trabaja en Felfort (cursó estudios de chocolatería en Alemania y se desempeña en desarrollo de productos, planificación y producción), al tiempo que armó su propia banda con la que en 2018 grabó un disco, Tu amor es todo, de doce tracks (como solista también grabó un disco de jazz y covers de tango, baladas y pop). Thomas aceptó divertido la propuesta de ¡HOLA! Argentina para posar por primera vez con su mujer y se animó a hablar de todo.
–¿Cómo conociste a Paula?
–Por Instagram. Empezamos a hablar, en ese momento yo estaba en Estados Unidos con mi hermano y me quedaba un mes, así que todo ese mes solamente hablamos, hasta que cuando volví concretamos una cita y arrancamos.
–¿Le propusiste casamiento o casarse fue idea de los dos?
–Fue natural, empezamos a convivir muy al principio de la relación y medio que después de tres años de convivencia casarnos era el paso siguiente. Y nos casamos.
–¿Entonces lo que sigue ahora es buscar un bebé?
–No lo tenemos como un plan inmediato, pero sí, siempre está ese vértigo de convertirnos en padres de un momento a otro. Creo que va a suceder pronto.
–¿Te imaginás con una familia numerosa o más bien con una familia tipo?
–Creo que estamos más de acuerdo en tener un solo hijo y, quizás más adelante, tener otro. La idea es tener uno y darle todo, dedicarle todo el tiempo y todo el amor.
–¿Cantás desde chico o empezaste de más grande?
–Tuve contacto con la música desde siempre, porque mi papá toca la trompeta, mi abuela era cantante y mi tío Ricardo también estaba en esa… Mi papá es más musical: él me enseñó a tocar la trompeta y el piano y después yo fui buscando profesores que me enseñaron a tocar la guitarra y el bajo. Lo de cantar vino después, de más grande: hace seis años.
–¿Estudiaste canto?
–Sí, cuando me di cuenta de que me gustaba fui a estudiar. Todo lo que aprendí fue con profesores particulares, tanto mis estudios de canto como los de los distintos instrumentos que toco.
–¿La música siempre fue tu vocación o empezó como un hobby?
–De más chico, por la influencia de mi mamá, me dedicaba más al dibujo, pero siempre todo ligado a la expresión artística. Y después lo de la música se fue dando, porque la música te conecta con gente, es un poco más social que el dibujo, se da ese ámbito de zapada que está buenísimo, y eso me fue llevando. Hasta que conocí a los chicos de la banda que tengo hoy, con los que compartimos la producción del disco y un montón de cosas que acarrea la música, como los shows o hacer notas.
–¿Qué te divierte más, el show en vivo, el estudio o la zapada?
–Las zapadas. Juntarse con gente que no conocés y sacar un tema en el momento me encanta. La música para músicos. Dar shows en vivo también me gusta y el estudio tiene lo suyo, es un disfrute estar ahí todo el día puliendo detalles.
–¿Cuál es tu máxima ambición como artista? ¿Te gustaría poder vivir de la música?
–Me gustaría llegar lo más lejos posible. Igual, musicalmente yo estoy satisfecho y es algo que continúo haciendo más allá de los resultados, siempre poniéndole todo. Aunque si llego a llenar un River sería un gran éxito.
–¿Sos exigente con vos mismo a la hora de evaluar lo que estás haciendo?
–Soy las dos cosas, exigente por momentos e indulgente en otros. Me miro mucho cada vez que grabo algo. Me analizo en detalle, para ver qué puedo mejorar, y con el tiempo también empecé a ser más. Aprendí que siempre hay errores, que es algo natural.
–¿Hay alguien a quien le pidas consejos para tu carrera?
–En general no. Siempre tuve la suerte de estar rodeado de músicos de muchísimo nivel, mucho más del que yo alcancé hasta ahora, y comparto más con ellos. Es que la música también es un idioma, un estilo de vida, y hay como una sensibilidad entre los músicos que compartimos lo que hacemos y festejamos los logros de los demás sin envidia.
–¿Tenés algún modelo, alguien a quien admirás mucho?
–No musicalmente, porque yo no soy tan instrumentista, pero sí admiro a varios de los que son o fueron más poetas. Jim Morrison, Jamiroquai y de habla hispana, Joan Manuel Serrat.
–¿Ricardo llegó a escucharte cantar?
–No, no llegó.
–¿Sabía de tu pasión por la música? ¿Te la estimulaba?
–Sí, pero cuando tuvimos el contacto que podría haber llevado a algo, él ya había abandonado la música y era una figura mediática, y yo recién arrancaba. Alguna vez le dije: “A mí me gustaría hacer esto”, y él como que me desestimó, porque entendía que la fama no pasaba por lo musical. Y yo no quería la fama, sólo quería lo musical, así que no hubo una conexión.
–¿Tu abuela te enseñó algo del oficio?
–En algún momento le dije: “Abuela, enseñame a cantar”, pero mucho no pudo hacer porque ella no era profesora. Cantaba bien nomás, muy bien cantaba, pero no era profesora, así que tampoco me pudo transmitir mucho. El que más me transmitió en ese sentido fue mi papá, no tanto en lo técnico, sino en cuanto a la musicalidad en sí, que es algo difícil de transmitir. Es que él está todo el tiempo expresando música y yo lo agarré de ahí.
–¿Tu hermano toca algún instrumento?
–No, mi hermano es DJ.
–¿Te costó pararte en un escenario para hacer un show o te sale naturalmente?
–Un poco sí, pero lo superé, porque todo lo que me genera adrenalina siempre me llama, entonces vencer esa timidez de estar frente a la gente no fue tan difícil. Por ahí todavía no tengo bien trabajada la conexión con el público, qué palabras decir o cómo llevarlos hacia cierto estado de forma colectiva, pero son cosas que voy trabajando. No tengo vergüenza de pararme en el escenario, no tengo vergüenza en cantar y casi que no se me quiebra la voz, salvo un poquito en el primer tema por la tensión que genera eso. Antes era más tímido, pero como estudio derecho y todos mis exámenes son orales, fui superando esa timidez. Es un trabajo constante de crecimiento.
–¿Hay alguien con quien te gustaría cantar o tocar?
–Entre cantantes es medio difícil compartir, pero con cualquier músico de los buenos me gustaría poder compartir algo. O con músicos que no tengan nada que ver conmigo. En un momento, por ejemplo, tuve una reunión con el cantante de Mala Fama, y después no se dio porque ellos tenían más prejuicios que yo.
–¿Cómo es tu relación con tu papá y con tu hermano?
–Con mi hermano buenísima. Con mi papá también, aunque por ahí en algunos temas tenemos diferencias, como cualquier padre e hijo. Vivimos en el mismo barrio, somos vecinos, así que pasamos mucho tiempo juntos.
–¿Ves seguido a tus primos? ¿Los aconsejás?
–Los veo poco la verdad y trato de aconsejarlos. Aunque el último consejo que les di medio público generó cierto revuelo porque hubo gente que no lo entendió y lo tomó a mal. Pero yo creo que ellos sí me entienden bien.
–¿Te estás por recibir de abogado?
–Sí, el año que viene.
–¿Cómo compatibilizás actividades tan distintas, el derecho, la música, la fábrica familiar?
–Le dedico unas horas por día a cada actividad. Para mí es lo más normal del mundo, es mi vida diaria.
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