En una producción exclusiva en José Ignacio, la modelo y diseñadora conversó con ¡HOLA! Argentina sobre la maternidad, las asignaturas pendientes y el amor
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Camina, va y viene, baila, le hace frente a la cámara con el profesionalismo y la soltura que le dieron sus años de modelo top. Pero también está atenta. Porque Dolores Barreiro (48) no se encuentra sola en estas fotos exclusivas de ¡HOLA! Argentina: su hija Indra (8) es protagonista, tanto o más que ella. Madre e hija posan divertidas en Napulé Notte, el restaurante ubicado en Arenas de José Ignacio, donde Dolores es anfitriona de lujo por segundo año consecutivo. Por trabajo y por placer, la empresaria y diseñadora comparte sus días en Punta del Este con su novio, el polista Santiago Gómez Romero (33), y sus cuatro varones (además de Indra, claro): Valentino (22), Salvador (19), Milo (17) y Suria (12).
–¿Solés hacer balances cuando termina el año?
–No creo que “balance” sea la palabra. Quizás un repaso de lo que sucedió sin profundizar demasiado. Estoy siempre con tantos proyectos que miro poco hacia atrás.
–¿Te pusiste alguna meta u objetivo para 2024?
–Este año va a ser particularmente especial, porque la mitad del tiempo vamos a estar en Europa con los chicos acompañando a Santi. Es todo un desafío viajar en familia tanto tiempo. Estamos entusiasmados, ansiosos y con muchas expectativas.
–En las redes sociales te mostrás con un andar “fluido” por la vida. ¿Sos tan así?
–Soy todo lo fluida que se puede ser cuando sos madre. Obviamente hay estructuras familiares, horarios y tareas que hacen a una rutina necesaria para los chicos. Pero no le tengo miedo al cambio.
–Modelo, conductora, empresaria, diseñadora. ¿Alguna asignatura pendiente?
–Siempre hay cosas que quiero hacer, algunas se concretan, por suerte la mayoría de ellas. Soy bastante tozuda a la hora de llevar a cabo lo que me propongo. No dejo las cosas por la mitad ni me rindo fácilmente. Y las que no salen quedan ahí, pendientes quizás.
–¿De qué disfrutás más en tu rol de anfitriona en Napulé? ¿La gente te pide fotos?
–Disfruto mucho la cercanía con la gente, la charla, el compartir. No quiero pecar de soberbia, pero soy buena anfitriona. Es algo que me sale naturalmente y que hago con placer. Y Napulé es un lugar muy cálido, te invita a quedarte. Ni hablar de lo buena que es la comida, las pizzas son realmente una delicia. La gente disfruta, y eso me encanta. Y sí, me saco un montón de fotos. [Se ríe].
–¿Sentís que llevaste adelante la idea de madre que querías ser?
–Lo de la maternidad es un tema. Más que la madre que quería ser, me planteo si soy la madre que cada uno de mis hijos necesita. Y la verdad es que hay días que creo que sí y otros que pienso que hago agua por todos lados. La única certeza es que soy la mejor madre que puedo ser y amo infinitamente a mis hijos, aunque eso no evita que me equivoque.
–¿Con qué cosas no transás o no transaste en la educación de tus hijos?
–En lo formal no tuve exigencias inamovibles, de hecho, fueron a una escuela Waldorf, donde se tienen en cuenta los tiempos y las preferencias individuales. Respecto de la educación que se recibe en casa, siempre me ocupé de remarcar valores como el respeto, la empatía, la solidaridad, esas cosas que hoy los hacen chicos tan amorosos y queribles.
–Dos de tus hijos son modelos y también hay espacio para la música, el dibujo, la pintura. ¿Alguno de ellos va por una carrera más tradicional?
–La verdad es que todavía están en la búsqueda. Uno de ellos está interesado en la ingeniería, pero tienen la veta artística muy marcada.
–¿Cómo definirías a Indra?
–Qué difícil definirla, me tiene muerta de amor. Es muy compañera, tranquila, responsable, sensible. Es la reina de la casa. Vive en su mundo de niña, le gusta leer, dibujar, salir a jugar con sus amigos.
–¿Indra dice que le gustaría ser modelo?
–No se le pasa por la cabeza lo del modelaje. Hacer fotos conmigo para alguna producción es un programa que le divierte, pero no deja de ser un juego. No tengo idea de qué querrá hacer cuando crezca, pero por supuesto que la voy a acompañar cualquiera sea la decisión que tome. Por ahora, su mundo es el colegio, su familia, vive en el país de la infancia.
–Hablemos del otro gran amor. ¿En qué cambió tu vida desde que estás con Santiago?
–La vida nos cambió a todos cuando llegó Santi. Somos una familia y convivimos mucho durante el año. Eso hace que los chicos hayan podido construir un vínculo muy cercano y lindo con él. Se quieren y él está muy involucrado en las cosas de cada uno, los lleva al colegio, juegan al polo, cocinan... También pone límites cuando es necesario. Santi me hace feliz, no sólo por el amor de pareja, sino también por lo generoso que es con mis hijos.
–¿Qué diferencias hay entre el amor a los 20 y a los 48?
–El amor a esta edad es igual de mágico que a los 20, pero mucho más relajado. Santi debe ser un alma vieja, es muy claro y sano con lo que siente y quiere. Estoy muy enamorada, disfruto a pleno de este amor.
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