En una producción compartida con sus hijas Emma y Francesa, la actriz y conductora se anima a un balance de su vida
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Es cuestión de atravesar la puerta y en unos pocos minutos entender todo. En la casa de Denise Dumas (49) se respira calor de hogar. Ahí está ella, nuestra anfitriona, con una sonrisa amplia y un sincero “gracias por venir, siéntanse cómodos”. Sus hijas más chicas, Emma (17) y Francesca (11) –de su matrimonio con el actor Martín “Campi” Campilongo–, acompañan la dulzura de su madre. Enseguida aparece el gigante Rocco, un terranova de 5 años, que nos mueve la cola y pide caricias. Más allá, tres gatos y en el jardín, cuatro conejos. Algo rico para comer sobre la mesa y un amoroso “coman, sírvanse lo que quieran”. Después de las fotos, que compartió con sus herederas, la actriz y conductora –que está al frente de Nuevas tardes con Denise por Televisión Pública– se dispone a la charla con ¡HOLA! Argentina en la que dejará en claro que su familia, los amigos y el amor son los grandes motores de su vida.
–¿En qué momento de la vida te encuentra esta entrevista?
–Es un momento muy lindo de mi vida. Con los chicos más grandes, con amor, con trabajo... También es un lindo momento en mi matrimonio, con más tiempo para nosotros. Pero también con una sensación rara por tener a mi hijo Santino (20) viviendo en Nueva Zelanda desde hace ocho meses. Se fue con una visa de trabajo. Ya me acostumbré un poco, pero es raro. ¡Vuelve y no lo dejo irse más! [Se ríe].
–¿Qué es lo que más extrañás?
–Me mata no poder abrazarlo, pero la distancia también nos acercó en el sentido de que hablamos mucho, conversamos largo rato por camarita. Está feliz, soñaba mucho con irse. Cuando tenía 18, me dijo: “Ma, quiero irme”. Yo quise torcer ese deseo porque me daba cosa que se fuera, pero él lo tenía claro. A los 19, puso fecha, sacó pasaje con su mejor amigo y partió.
–¿Qué hace allá?
–Trabaja en un restaurante italiano, se alquiló una casa frente al mar, se compró un auto para moverse… Divino todo. Hizo muchos amigos. Ahora el invierno se le hace un poco más duro.
–En diciembre vas a cumplir 50. ¿Cómo lo llevás?
–Feliz de la vida, estoy bien preparada para disfrutarlos. Cuando cumplí 40 lo sentí de verdad porque me agarró con mucho balance, mucho replanteo. Festejé los 40, pero había algo de qué logré, qué no, qué me falta. Mis hijos eran muy chicos y estaba muy pendiente de ellos durante la fiesta. Ahora, ¡todo lo contrario! Pienso en mi fiesta de 50 y va a ser más compartido, ellos van a invitar a sus amigos, vamos a bailar todos juntos, nos vamos a divertir a lo loco, me van a ayudar a pensar qué hacer… Y Santi va a venir de allá. Sin él no hay fiesta.
–Los “casi 50″ te encuentran con un programa en la TV que lleva tu nombre…
–Es raro, pero lindo porque del otro lado la gente sabe que va a pasar parte de la tarde conmigo. Igual, yo aprendí que hoy estoy yo, mañana otro y así. Pensá que yo estuve al frente de Flor de equipo seis meses porque Florencia [Peña] tuvo que dejar el programa antes y tenía su nombre. [Se ríe]. Yo nunca pedí que el programa tuviera mi nombre: se lo pusieron, bienvenido sea.
–¿Qué creés que la gente ve en vos?
–Creo que la gente siente que conmigo la va a pasar bien. En la vida soy igual, trato de que todos la pasemos bien, que disfrute - mos, ir con buena onda. Es algo que me sale natural. Yo estudié muchos años teatro y de hecho empecé en Montaña rusa otra vuelta y la primera vez que me propusieron conducir –que era Café Fashion–, yo dije: “Es esto lo que quiero, qué comodidad, yo no quiero hacer un personaje, quiero ser yo”. Para el que le gusta y para el que no.
–¿Enojada sos brava?
–Es difícil hacerme enojar y aguanto bas - tante. El tema es que a veces aguanto demasiado y de golpe es una explosión. Hay que buscar el equilibrio. En el trabajo me ha pasado mucho que por decir algo que me molestaba de buen modo, no me daban bola y después llegaba el tsunami. Estoy aprendiendo a ser más vehemente para decir las cosas antes de llegar al enojo.
–Muchas veces a quienes están siempre arriba les cuesta manejar las tristezas. ¿Qué te pasa a vos?
–Soy bastante experta en eso de manejar la tristeza. A los 11 sufrí la muerte de mi hermana [Janine], que tenía 16 años, y aprendí a llevar el dolor. Sé cómo soy frente a esos grandes dolores. Después vino la muerte de mi papá [Marcos Dumas] a mis 24.
–¿Cómo enfrentaste el gran dolor por lo de tu hermana siendo tan chica?
–Mis padres me ayudaron mucho y yo, que siempre decía que quería andar a caballo, me puse más firme con esa idea. Mis papás hablaron con mi tío Horacio que era veterinario y rápidamente apareció Anónimo, el caballo de mi vida. Así empecé en la equitación, me pasaba todo el día en el club… Los caballos me rescataron en aquel momento. Ahora es el mismo club al que van mis hijas.
–¿Y cómo llegan las clases de teatro a tu vida?
–Yo trabajaba de mesera y estudiaba teatro de noche. Después de lo que habíamos pasado, mamá y papá siempre me apoyaron: “¿Qué vas a estudiar? ¿Teatro? ¡Qué lindo!”. La actuación fue el canal por el que entré a este mundo en el que sigo trabajando. Yo soy feliz con lo que hago.
–También tuviste tus años de modelo.
–Primero estuve con Pancho Dotto, era mi época de secundario. Trabajé poco. Tuve un problema de tiroides, subí un poco de peso y todo era medio tremendo ahí. Cuando entré a Montaña rusa, ya con 20 años, Ricardo Piñeiro me vio en la tele y me llamó. Me acuerdo que fui y le dije: “Mirá, este es el cuerpo que tengo. No me vas a hacer adelgazar, no voy a estar a lechuga”. Trabajé muchísimo. Tengo buenos recuerdos y estoy muy agradecida porque pude comprarme mi primer departamento con mi trabajo de modelo.
“LA MATERNIDAD ORDENÓ MI MUNDO”
–Tuviste a tus primeros dos hijos y cuando ellos eran muy chiquitos, te separaste. [del actor y músico Germán Barceló].
–Mi primer matrimonio duró muy poquito. Yo me separé cuando Santi tenía uno e Isabella, 2 años. Los chicos no tienen el recuerdo de sus padres juntos.
–¿Lo viviste como un fracaso?
–Para nada, fue algo que no funcionó. Estuvo muy bien poder separarme, fui muy valiente. Pasé momentos difíciles, de mucho caos, pero por suerte, el tiempo acomodó todo. Quedarte en algo que no te hace feliz, eso sí es fracasar. Yo tuve dos hijos geniales y eso jamás puede ser un fracaso.
–¿Severa o relajada como mamá?
–Severa y relajada. [Se ríe]. Soy muy compañera, trato de que tengan un orden, los horarios importan, estudiar importa… Que haya una estructura y dentro de esa estructura, una flexibilidad amorosa donde todos la pasamos bien. La maternidad le dio sentido a mi vida, ordenó mi mundo, me hizo entender todo. No hay tarea más grande que darle a un ser humano una infancia feliz y estar orgulloso de los hijos que quedan en este mundo y que ellos hagan lo mismo con otros y así… Si pudiera no trabajar más y ser sólo madre y después abuela, yo lo haría. Para mí es el trabajo más gratificante, es una vocación, un trabajo artesanal que me encanta. Estoy muy orgullosa de lo que hicimos con Martín. En 2025 cumplimos veinte años juntos.
–¿Ya tienen en mente el festejo?
–Un viaje juntos los dos solos, quizás. Venimos de mucho viaje en plan familiar.
–¿Qué te enseñan tus hijas?
–Un montón. Los chicos de hoy ya nacen –y sobre todo las chicas con los tiempos que les toca vivir– con otra cabeza. Me generan mucha admiración. Me simplifican mucho. A mí me importa lo que piensa la gente en las redes sociales, me hace mal si alguien me dice algo feo. Y ellas me dicen: “¡¿Qué te importa lo que piense alguien que no te conoce?!”. Tienen mucho más claro qué sí y qué no, hay cosas con las que no se transa... Son más libres y desestructuradas, no siguen tanto los mandatos. Las veo mucho más plantadas que a mí a sus edades.
–Te gusta el universo femenino.
–Me encanta. Me llevo muy bien con las mujeres, tengo muchas amigas con las que hablo mucho. Soy amiguera y me gusta que eso se vea reflejado en casa. Siempre estoy, vos pasá, tocá el timbre que yo te recibo con un vino, una picada, las lucecitas de colores prendidas. Y mis hijos son iguales.
–Volviendo a tu historia con Martín, él aparece cuando vos estabas navegando aguas turbulentas...
–Lo conocí cuando estaba saliendo de un tormentón. No estaba buscando nada y si alguien me miraba yo ni me enteraba porque estaba laburando para sacar adelante a los chicos. Y apareció en ese momento. Fue una noche en VideoMatch. Yo estaba ahí participando de un juego y él estaba imitando a Giordano. Buscó una excusa, me vino a hablar de José María [Listorti] que ambos conocíamos, y nos pusimos a conversar. ¡Él con la máscara de Giordano! [Carcajadas]. Hubo conexión. Después arreglamos una salida y no nos separamos más. Fue fácil y eso que yo venía asustada.
–Y con dos hijos muy chiquitos.
–Martín tenía 36, soltero, vivía solo en un loft canchero de Palermo, decía que no quería tener hijos. ¡Y lo invadimos! Santi, que tenía un año y andaba todo el día con el pata pata, era un torbellino. “¿Es siempre así?”, me preguntaba Martín. [Se ríe]. Yo podía estar muy enamorada, pero mis hijos también tenían que encajar. Ellos se conocieron y fue genial. Me acuerdo que Santi le decía “Patín” porque no le salía Martín. Al toque yo me fui a Carlos Paz a hacer temporada y Martín cayó de sorpresa. Tenía todo el día a los chicos colgados de la cabeza. Pañales, mamaderas… Mi mamá [Renée Delger], que estaba con nosotros en Córdoba, me decía: “Se va a ir, se va a ir…”. Y no se fue, todo lo contrario. Martín me dijo después: “El primer día que conocí a los chicos, sabía que iban a ser los hermanos de nuestros hijos”. Al año nos casamos y al año nació Emma. Yo perdí un embarazo y después llegó Fran.
–¿Cómo es el día a día con Martín?
–De los dos, él tiene mucha menos paciencia. [Se ríe]. Creo que Martín es mucho más estructurado que yo con los chicos. Y en el día a día es un placer, muy laburante, un tipo leal, tiene palabra y da la vida por nosotros. Me mata de amor. Tiene valores que no son tan fáciles de encontrar.
–Viajemos a diciembre, la torta de los 50 y los deseos que quieras compartirnos…
–Primero, salud, siempre salud. Partiendo de esa base, trabajo. Y después pido comunicación, que dialoguemos, que nos digamos las cosas, que podamos entendernos. ¿Puedo pedir un cuarto deseo? ¡Viajar! Quiero conocer Estambul.
Estilismo: Pao Reyes Andaur
Maquillaje: @luani.makeup Peinado: @ro_somoza para @sebastiancorreaestudio
Agradecimientos: @bluesheepba, @housedosbuenosaires, @theofficialpandora, @pioppaoficial, @loomshoes by @karolinesmode y @oggizapatos
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