“Lo que muestro en las redes es lo que soy”, nos dice sobre la comunidad que creó en redes sociales
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Hay una luz especial en el departamento de Florencia Florio (57). Su terraza recién aggiornada y el color visón de las paredes del living ayudan a iluminar el gris del otoño que entra por la ventana. También es especial la energía vibrante de la dueña de casa, que nos recibe con el mismo estilo hogareño y cercano que la llevó a crear una comunidad de más de 100 mil seguidores –en su mayoría mujeres– en Instagram. Allí encontró el espacio para contarles, con simpatía y soltura, sobre la ropa que se pone, lo que come, sus viajes, lo que hace su familia y hasta el desorden que dejó su perra Rufina, una labradora negra. Pero las imágenes no muestran una simple agenda de su vida, sino que en cada historia hay una ayuda, un consejo o un dato para agendar. “Me apasiona transmitir lo que sé y motivar a mujeres a animarse, encontrarse a ellas mismas y brillar”, asegura mientras acomoda las cosas en su desordenado taller de manualidades. Imparable y siempre en la búsqueda, fue así como la exitosa modelo en los 90 estudió Diseño Gráfico, periodismo e incursionó en la tecnología con la misma pasión con la que actualmente diseña joyería contemporánea para su línea FLO (que llegó a vender en el MoMA) y para Il Filo (el emprendimiento de joyas y moda que tiene junto a otra ex modelo, Roxana Zarecki). Y, como si esto fuera poco, experimenta con su propia línea de fragancias para el hogar con Living Oils y dicta cursos para aprender a sacarse buenas fotos y mejorar el estilo personal.
–¿Cómo llega la moda a tu vida?
–Creo que mi conexión con la moda viene por la parte artística. Mi papá Antonio coleccionaba antigüedades. Nos llevaba a mi hermano y a mí a los remates y, los domingos, a la feria de San Telmo y fuimos creciendo en ese contexto. Me encantaba mirar las joyas antiguas, las carteras, la ropa vintage... De chica quería ser pintora. Pintaba todo el tiempo y no me iba mal porque ganaba concursos. Siempre fui autodidacta, no hice taller, ni clases ni nada. Debería haber aprendido más técnicas, pero soy muy ansiosa y las estructuras me sacan. Así que cuando terminé el secundario decidí estudiar Diseño Gráfico, que en ese entonces era una modernidad.
–¿Y el modelaje?
–Yo era alta y desgarbada. No era un obelisco, medía 1,75 metros y todas mis compañeras me quedaban por el hombro. Era femenina, pero no tenía curvas. Me decían Olivia (por la novia de Popeye) o “fideo” y me ponía muy mal. Siempre fui muy tímida, ¡aunque ahora no se note! Pero en mi adolescencia empecé a producirme y a sentirme otra. Era llamativa con el pelo muy largo y rubio, tenía más levante, pero, por otro lado, no me gustaba llamar la atención. Una amiga de mamá le sugirió que me mandara a un curso de modelos. De ahí salí directo a hacer los desfiles de Roberto Giordano y no paré. Fue una época maravillosa, pero yo me sentía artista, no modelo.
–¿Era difícil el mundo del modelaje?
–A veces había un poco de celos de las modelos que ya tenían una trayectoria. Yo sé lo que se siente que no te integren en una pasarela... Me costó, pero aunque quisiera pertenecer nunca me metí con personas que no me gustaran. Yo era amiga de Ethel [Brero], Daniela [Cardone] –soy madrina de su hijo–, Grace [Gaviglio] y Carolina [Ripetta]. Trabajábamos muchísimo, aunque no éramos estrellas ni teníamos prensa por haber salido con algún famoso.
–¿Te costó bajarte de la pasarela?
–Para nada. Cada vez que terminaba un desfile no me gustaba seguir de evento en evento; yo me volvía a casa. No vivía pensando en ser modelo. Cuando cumplí 30, ya tenía a mi hija Cata y había cerrado un ciclo. Sentí que ya estaba. Necesité despegarme porque en el mundo de las modelos te dan valor por lo que ven y no por lo que sos. Me sirvió mucho, pero la realidad es que sos un envase. Así que me puse a estudiar periodismo. Empecé a trabajar en la revista Show On, pero a los pocos meses cerró. Sentía que lo mío no era estar encerrada en una redacción y justo empezó la era de internet. Y ese mundo de infinitas posibilidades me voló la cabeza.
–¡Y ahora sos influencer!
–Bueno, no me siento influencer. Soy un conjunto de cosas.
–¿Cuándo te diste cuenta de que lo que hacías en las redes impactaba en otras personas?
–Mis amigos y conocidos empezaron a llamarme para pedirme consejos, a preguntarme a qué peluquería iba, dónde compraba la ropa. Querían mis datos y me decían que lo que hacía estaba bueno. Así que abrí mi Instagram a todos, y empecé a mostrar las mismas cosas a todo el mundo.
–¿Te dio vértigo exponerte más?
–Al principio fue medio raro, pero después dije ya está. Me pasó lo mismo que cuando era más chica y empecé a salir en las revistas y en publicidades; me frené porque no sabía si me gustaba tanto. Pero esto lo controlo yo, soy una mujer adulta y mido lo que muestro. Es como un grupo de amigas. Lo que yo muestro en las redes es lo que soy. No imposto y tengo mucha vocación de servicio, quiero ayudar al que está del otro lado. El otro día en una de las charlas que organicé vinieron la hija, la madre y la abuela, pero la mayoría de mis seguidoras es de 40 años para arriba. Se sienten identificadas por mi edad y por mi cuerpo. Tengo caderas, panza, arrugas… Me siguen de toda Latinoamérica y también de España. Es una comunidad muy amorosa. Muchos compran seguidores o hacen sorteos para que los sigan. Yo no hice nada de eso. Mis seguidores los conseguí a pico y pala. Creo que me siguen porque soy una persona cercana y sensible. Por eso cuando estoy en un ambiente frívolo no me siento cómoda.
–¿Cuál es tu mirada sobre la moda en la Argentina hoy?
–Me saco el sombrero por el esfuerzo de los diseñadores argentinos, porque hacer ropa acá es un verdadero milagro. No se consiguen botones, ni cierres ni telas… Están en la moda sólo porque aman lo que hacen. Es una pena lo que pasa, porque el diseño argentino es único. Estando de viaje más de una vez me han parado para preguntarme por un vestido, una cartera o un accesorio. ¿Mis preferidos? Min Agostini, Fabián Zitta, Laurencio Adot y Gabriel Lage.
–¿Cómo te ves en cinco años?
–Haciendo mentorías. Me di cuenta de que soy motivadora y muevo a la gente a hacer cosas que antes no se animaba. Estudie coaching ontológico y me sirvió mucho. Quiero volcar lo creativo y la necesidad de ayudar al otro, quiero ayudar a las mujeres a que se sientan bien. Porque cuando te ves mejor, te sentís mejor y estás más feliz.
Agradecimientos: Grace Gaviglio (estilismo), accesorios Il Filo, Finn Design y Senez
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