La periodista, que recibió un homenaje de la Academia Nacional de Periodismo, habló con ¡HOLA! Argentina de su carrera, de la rutina en su campo de San Pedro y de cómo son los días tras la muerte de su gran amor
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“No espero reconocimientos, no soy nadie especial”, nos dice con elegante modestia. Pero Mónica Cahen D’Anvers (90) sí es especial, una mujer única, una periodista amada por el público que la siguió por casi cinco décadas a través de la pantalla y la radio y que, ya retirada definitivamente de los medios, aún es admirada y respetada por sus colegas. De hecho, este año y por primera vez en su historia, la Academia Nacional de Periodismo nombró dos miembros honorarios de su institución y los elegidos fueron ella y Jorge Lanata, a quien le entregarán su diploma de académico cuando su salud mejore.
En la ceremonia en la que Mónica recibió el suyo, el jueves 14 (una semana después de cumplir 90 años, el 7 de noviembre pasado), los discursos de los oradores desgranaron adjetivos sobre la trayectoria y la personalidad de Mónica: ejemplar, honesta, inspiradora, audaz, creíble... Ella sonrió mientras hacía mohines de incredulidad ante casi un centenar de periodistas (incluidos sus antiguos compañeros del noticiero Telenoche Santo Biasatti y Julio Bazán), directores de medios y algunos de sus familiares más cercanos: su hija Sandra Mihanovich con su pareja, Marita Novaro Hueyo, su nuera Vicky Canale, sus nietos Sebastián y Sol Mihanovich y dos de sus primos, el empresario Santiago Soldati y Martina de Estrada Láinez (mamá de Adolfo Cambiaso).
“El periodismo no puede olvidar a los que lo hicieron más grande y Mónica Cahen D’Anvers con su presencia hizo al periodismo más digno y honesto. La gente creía lo que ella y César Mascetti decían cuando se sentaban frente a la cámara y le contaban lo que había pasado en las últimas 24 horas”, dijo Joaquín Morales Solá, presidente de la Academia, al anunciar que la decisión de nombrar a Mónica como académica honoraria fue unánime. “Algo poco frecuente en un lugar donde se debate fuerte”, aseguró.
A su lado, Mónica, que acababa de ver emocionada un video que se proyectó en la sala con imágenes de su vida y su carrera, respiró hondo y rio: “No se imaginan el horror de estar sentada acá. Es maravilloso y, al mismo tiempo, me hace cosas en la panza. Me siento honrada y querida, y no hay sensación más linda en el mundo que sentirse querido”, reveló ella, que no entiende a los periodistas que se creen “más importantes que las noticias” o a la nueva generación de colegas que conducen los noticieros “vestidas como para ir a un casamiento o a un cóctel”. Y, enseguida, hizo una afirmación, apuntando con un dedo hacia el cielo: “César está escuchando esto y, si pudiera, me diría ‘Callate la boca, Mónica’”.
EL RECUERDO DEL “TATA”
En 2015, Mónica y César Mascetti –su amor por más de 40 años y también su compañero en la conducción de Telenoche– dejaron atrás sus exitosas carreras en el periodismo para disfrutar de la apacible vida de La Campiña, su chacra en San Pedro, el mundo perfecto que crearon y compartieron hasta que César –el Tata, como lo llamaba la familia– murió, el 4 de octubre de 2022. Hoy, Mónica sigue sola al frente de ese proyecto que habían soñado los dos y que es, a la vez, una pequeña empresa agrícola y turística y un refugio personal. “Ya no tengo mi casa de Buenos Aires, sólo la de San Pedro, donde disfruto del campo, y estoy encantada de la vida. Leo, miro televisión, camino, corto las rosas…”, le cuenta ella a ¡HOLA! Argentina, en medio de los abrazos y las felicitaciones de todos.
–¿Esa es su rutina hoy en la chacra?
–Sí, me acompañan los chicos, mis nietos, y Sandra y Marita, que vienen todo el tiempo. De repente llegan amigos y se quedan. Son bienvenidos. Y leo mucho. ¡Leo lo que venga! Novelas, los diarios La Nación y Clarín, lo que sea. No tengo lecturas prefijadas. Aparece alguien que me recomienda algo que vale la pena y yo lo leo. Las noticias las leo por arriba, los diarios ahora me aburren un poco.
–¿Se hace malasangre con las noticias?
–[Sonríe y pone los ojos en blanco]. ¡Claro! Y además ya la televisión te abruma lo suficiente.
–¿Cómo se siente con los homenajes que le hacen, como el de la Academia Nacional de Periodismo?
–No espero reconocimientos de ningún tipo, no soy nada especial. Soy alguien que tuvo la suerte extraordinaria de trabajar de lo que le gusta y que le vaya bien. No se puede pedir más que eso. Por supuesto, que me reconozcan mis pares me hace sentir muy bien.
–La ponen incómoda los elogios…
–Es que mi vida fue un gran privilegio, he sido una suertuda total porque tuve la chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos. Me ha ido muy bien, se me han abierto puertas extraordinarias. Me han dado la oportunidad de hacer notas y viajes, de conocer países y personajes interesantes. ¡Una vida maravillosa!
–¿Le quedó alguna cuenta pendiente?
–Siempre hay alguna cuenta pendiente… Pero pienso y no se me ocurre qué podría ser. [Se ríe]. Tal vez, al final, no me quedó ninguna cuenta pendiente en la vida.
–¿Extraña algo de todo aquello?
–Sí, al Tata, que se fue. No extraño nada más que a él.
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