El ex tenista y la modelo francesa sellaron su historia de amor que nació en 2019 con un casamiento de película
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Hay historias de amor que merecen celebrarse bien por lo alto y compartirse con los seres queridos. La de Pico Mónaco (38) y Diana Arnopoulos (32) es una de esas. El ex tenista y empresario argentino y la modelo y emprendedora francesa de origen griego se conocieron en Miami en 2019, y el flechazo fue inmediato: al poco tiempo hubo presentación familiar (él conoció a la familia de Diana en París y ella pasó unos días en Tandil con los Mónaco), enseguida llegó la convivencia, y poco más de un año después, el 29 de junio de 2020, coronaron su romance con una boda civil discreta y secretísima –tanto que los amigos y la familia de la pareja se enteraron de que se habían casado cuando ellos lo anunciaron en sus redes sociales–, que los convirtió en Mr. & Mrs. Mónaco. En aquel momento, tenían la ilusión de terminar de sellar su love story –un romance de película, marcado por la espontaneidad y el bajo perfil– con una boda religiosa en Grecia y una fiesta que les permitiera disfrutar de su alegría con amigos y familiares (“aunque todavía no sabemos cuándo por el tema de la Covid-19, la boda religiosa va a ser en Grecia, ya que en la casa de Diana hay una iglesia y ella siempre tuvo la ilusión de casarse ahí”, le confesó Pico a ¡Hola! Argentina en aquel momento), pero la pandemia los obligó a postergar los planes. En el medio, el 15 de enero de este año se hizo realidad uno de sus mayores deseos: nació Noah, su primer hijo, y los colmó de felicidad. Finalmente, ahora que las medidas sanitarias por la Covid-19 se relajaron, Pico y Diana pudieron casarse como lo habían soñado: en Halkidiki –al norte de Grecia–, acompañados por la complicidad de quienes más los quieren, durante cuatro días de fiesta y emoción. Y decidieron compartir con ¡Hola! Argentina las fotos y la intimidad de esos momentos tan especiales.
BODA RELIGIOSA Y BAUTISMO
El jueves 21 al atardecer, tuvieron su boda religiosa según las costumbres del cristianismo ortodoxo griego, en la capilla de la casa familiar de la novia, y la ceremonia la ofició Theodoro II, Patriarca de Alejandría y de África, el papa copto. Y todo con el estilo de la pareja: un escenario de película, intimidad y mucho amor. El rito comenzó con la bendición y el intercambio de anillos como signo de compromiso, después se pusieron las dos coronas atadas de un listón que une las almas, tomaron de la misma copa de vino y, ya como marido y mujer, hicieron la típica danza ceremonial, mientras los invitados les tiraban arroz y confites blancos. Ese mismo día, Noah tuvo su gran momento: fue bautizado en la misma iglesia en la que sus padres dieron el “sí, quiero”, frente a las familias de ambos y los amigos más íntimos. Al caer la noche llegó también la primera celebración, una comida en casa de Diana (se sirvieron platos típicos de la cocina griega internacional).
BAILE A BORDO
Al día siguiente, los festejos empezaron más temprano, cuando los novios sorprendieron a sus invitados con un convite para navegar por las islas del mar Egeo, que duró todo el viernes y quedará para siempre grabado en la memoria de las 200 personas que estuvieron a bordo. Hubo DJ, tragos, chapuzones y mucha diversión, que algunos registraron en sus teléfonos, y Diana, como una diosa bajada del Olimpo, se adueñó de la travesía en alta mar bailando en la proa exultante de felicidad. Entre los invitados argentinos que se apuntaron al party estaban Diego “El Peque” Schwartzman y su novia, Eugenia De Martino, Juan Ignacio Chela, Panchi Grimaldi (socio de Pico en Casa Babel) y su mujer, Flor Salvioni, Guido Mazzoni y Sol Pérez y Juan Sebastián “la Brujita” Verón.
LA PRINCESA DE MÓNACO
Enfundada en un traje haute couture soñado y parada en un bote del brazo de su padre Anestis Arnopoulos, Diana llegó a la playa donde la esperaba Pico para la última ceremonia, el sábado 23 con la caída del sol. Fue como una aparición, una princesa escapada de un cuento de hadas. Y allí, desbordados de emoción, intercambiaron sus votos matrimoniales, hicieron fotos, se hablaron al oído y se miraron como la primera vez. Después fue el tiempo del cóctel, la comida y la gran fiesta inolvidable que incluyó torta de bodas, fuegos artificiales, danzas griegas y platos rotos, brindis y baile en la playa, que solo paró cuando salió el sol. Y hasta un cambio de vestido para la novia, que reemplazó el traje largo más formal por uno de falda cortísima y zapatillas que le permitieron reinar en la pista. El domingo, Pico y Diana despidieron a sus invitados con un brunch, y recién entonces, después de cuatro días y cuatro noches intensos y a pura adrenalina, pudieron sentarse los dos solos frente al mar a repasar todo lo vivido y, ya sin testigos, volvieron a jurarse amor eterno.
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