Con 23 y 21 años y dos Abiertos de Palermo ganados, posan en exclusiva para ¡HOLA! Argentina y hablan de su relación fuera de la cancha, sus sueños y el ejemplo que recibieron de sus padres
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Es un disfrute verlos dentro de la cancha, defendiendo los colores de su equipo, La Natividad, con talento y corazón, poniendo en práctica lo que les sale naturalmente, pero también aquello que adquirieron trabajando duro, siguiendo el ejemplo de Lolo, su papá, que fue siete veces campeón del Abierto Argentino de Polo. Sin embargo, es más lindo todavía ver que cuando se bajan del caballo y con apenas 23 y 21 años respectivamente, a Bartolomé y a Camilo “Jeta” Castagnola la gloria no se les subió a la cabeza. Sus 10 goles de handicap los posicionan en el reducidísimo podio de los mejores polistas del mundo, un sitio de privilegio que hoy comparten con su tío, Adolfo Cambiaso, y su primo, Poroto: ganaron dos veces el Abierto de Palermo (en 2021 y en 2023), este año ya se quedaron con la “corona” de Hurlingham y tienen una sólida y premiada carrera internacional (el último año se dividieron entre Palm Beach, Inglaterra y Sotogrande, y en otras oportunidades también entre Francia y Dubái). Sin embargo, ellos parecen ajenos a lo que pueden generar sus éxitos.
Está cayendo el sol en La Natividad, su lugar en el mundo, en Cañuelas, donde nacieron y se criaron. Hasta hace un rato practicaron en la cancha que está frente a sus caballerizas, preparándose para su próximo partido. Bañados y cambiados, se juntan en la de Jeta y, aunque se reconocen tímidos ante los flashes, las bromas de un amigo que los acompaña hará que se rían y se relajen. Terminadas las fotos, ofrecen asiento, unos mates y se entregan a una charla, relajada, como ellos, donde los recuerdos de la infancia y los sueños toman vuelo de la mano de un tema recurrente que se ve que significa todo para ellos: la familia.
–¿Cómo es la relación entre ustedes fuera de la cancha?
Bartolomé: Nos llevamos muy bien. Hace un par de años que ya no vivimos juntos, yo vivo acá cerquita, en La Martona, con Chule (von Wernich), mi novia, que va y viene al centro porque tiene mucho trabajo (es cantante) y con amigos. Pero la realidad es que estoy todo el tiempo acá.
Jeta: Está buenísimo compartir adentro y afuera de la cancha. Competir al más alto nivel con tu hermano no es normal, así que tratamos de disfrutarlo al máximo, tanto fuera como dentro de la cancha.
–¿De chicos compartían cuarto? ¿Ahí tampoco había roces?
Jeta: Compartíamos cuarto, pero no había peleas. Por ejemplo, él es mucho más ordenado, aunque nunca se quejó de mi desorden. Tampoco es que soy un desastre, pero me cuesta un poquito más. [Se ríe].
Bartolomé: Ordeno mi ropa y esas cosas, pero no soy tan maniático. Soy más limpio que ordenado: me baño por lo menos dos veces al día.
Jeta: También íbamos al mismo colegio. A mí me iba un poquito mejor, y una vez hasta fui escolta, me gustaba tener todo al día.
–¿Y qué juegos compartían?
Bartolomé: Jugábamos al polo a pie. En ese momento el clásico era La Dolfina versus Ellerstina, así que nos dividíamos. Yo era La Dolfina, imagino que por papá. Y como soy más grande, elegía primero. [Se ríe]. Obviamente, también lo admiraba a Adolfito.
–Es tu padrino. ¿Le pedís consejos?
Bartolomé: Sí, es mi padrino. No le pido puntualmente consejos, pero por supuesto que hemos charlado mil veces, o nos juntamos y hablamos de caballos.
Jeta: A mí me gustaba mucho Facu Pieres, por eso también era Ellerstina. Y ahora se nos da estar jugando juntos, es un lujo. Todo el día estábamos con los caballos.
Bartolomé: Desde chiquitos nuestro sueño siempre fue jugar profesionalmente. Lo veíamos a papá y queríamos ser como él. Todo se nos dio rápido, pero naturalmente. Jugamos una sola Cámara de Diputados juntos, quedamos clasificados y al año siguiente ya estábamos jugando el Abierto.
–¿Los asustó semejante rapidez?
Bartolomé: No, pero sí nos obligó a ponernos las pilas para organizarnos mejor.
–¿Y cuál es el mejor consejo que les dio su papá?
Jeta: Más que por sus consejos, creo que aprendí por su ejemplo, por el esfuerzo y la dedicación que le ponía en el día a día al trabajo, esa es la clave. Lo aprendimos viéndolo. Sin esfuerzo no se llega a ningún lado.
Bartolomé: Comparto. Papá se sigue levantando a las seis de la mañana, está todo el día detrás de los caballos, más que nosotros te diría.
Jeta: Nos ayuda y le pedimos un montón de consejos. Pensá que él se dedicó muchísimos años a competir al máximo nivel. Esa experiencia nos suma un montón. También nos enseñó que en el deporte se gana y se pierde. Y cuando perdés hay que recuperarse rápido. Él es muy generoso con sus consejos. ¡La vive más que nosotros!
–Pareciera que con el talento solo no basta, ¿no?
Jeta: Te tiene que gustar mucho, si no estás con ganas de organizarte y mejorar es imposible.
Bartolomé: También está el tema de los caballos, que es un proceso larguísimo. Hacés un embrión, tenés que esperarlo, ver que sea sano, a los dos años y medio va a la doma y también hay que esperarlo. Es un proceso muy difícil.
–¿Cómo es hoy el día a día de ustedes?
Bartolomé: Todas las semanas hacemos lo mismo porque hay que practicar, cuidar los caballos. La mayoría de las veces las prácticas las hacemos acá.
Jeta: También entrenamos con el mismo personal todos los días de la semana, menos el día que hay partido y los domingos. Aunque ya no vivimos en la misma casa, estamos tanto tiempo juntos que es lo mismo.
–Es muy lindo verlos moverse siempre en familia, incluso cuando viajan a jugar afuera. Me hablaban de los consejos de Lolo, pero ¿qué rol tiene Camila, su mamá?
Bartolomé: Es incondicional, siempre nos acompañó, y nos llevaba a todos los torneos y partidos. Es muy fanática, pero a la vez muy tranquila, más que papá.
Jeta: Está siempre y en todos los detalles. Por ejemplo, guarda las camisetas de las finales importantes que jugamos, como las de los dos Abiertos que ganamos.
Bartolomé: Si hacemos en algún momento un quincho ella tiene la idea de enmarcarlas y colgarlas ahí. También guarda los siete tacos con los que jugaba papá y los tacos que usamos nosotros en las dos finales que ganamos en Palermo.
–¿Tienen cábalas antes de salir a la cancha?
Bartolomé: Normal, por ahí alguna cosita, va cambiando… Ahora llevo diez tacos a la cancha y me pongo la bota izquierda antes que la derecha, no mucho más que eso. Es como una rutina.
Jeta: ¡Yo cero! Lo que sí me pasa es que, por ejemplo, la mañana misma de un partido ya estoy diferente. Creo que es por un tema de concentración. No me gusta hablar, estoy pensando en el partido, en la lista de caballos. Y si nos sentamos a almorzar no tengo hambre, se me cierra el estómago.
–¿La noche anterior se acuestan temprano o no son tan disciplinados?
Bartolomé: Intento dormir bien pero, aunque quiera, no me puedo acostar antes de las 23. Eso vale para un día de semana cualquiera o para la previa a un partido. Y si llegamos a ganar, acá tenemos un grupo grande con los que compartimos el día a día, así que se festeja con todos los que laburan. Es muy lindo llevarles una alegría.
Jeta: Hay mucha gente que trabaja para que nosotros dos salgamos a la cancha, así que cuando se celebra, siempre es con ellos.
–Tengo que preguntarles por el amor…
Bartolomé: Con Chule estamos juntos hace dos años. Ella banca un montón. Su papá era polista, tuvo seis goles y viajaba por el mundo un montón, por lo que entiende cantidad y le divierte mucho el polo.
Jeta: Yo no estoy de novio. Estoy tranquilo, bien, sin apuro. Pero qué sé yo, nunca se sabe...
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