El monarca, cuyo linaje y el de su mujer, la reina Ana María, lo vinculaban con las grandes casas reales de Europa, murió a los 82 años
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El hombre de traje oscuro e impecable se mantiene erguido –todo lo que puede– en la silla de ruedas. Es 23 de octubre de 2021 y la catedral de la Anunciación de Santa María de Atenas, en Grecia, es el escenario de una boda que convoca a la realeza europea en todo su esplendor. Se casan dos herederos: la hija del “rey de la aviación privada”, la suiza Nina Flohr, y Philippos, hijo la reina Ana María y del rey Constantino II, el último monarca de los helenos y, además, el feliz hombre de traje oscuro que saluda a todos desde su silla de ruedas. Esa boda fue una de las últimas apariciones públicas de Constantino –hermano de Sofía, reina emérita de España, y de Irene de Grecia–, que murió el 10 de enero, a los 82 años.
De joven se había preparado para reinar un país en el que, prácticamente, no vivió porque pasó gran parte de su vida exiliado: de chico, esquivando la Segunda Guerra Mundial; y de grande, desterrado por el referéndum que decidió que Grecia no volvería a ser una monarquía. A su tierra regresó recién en 2013, con su amada mujer Ana María y muy bajo perfil. Tanto que, cada vez que abandonaba Porto Jeli, en el Peloponeso, donde pasó sus últimos días, la generación más joven de Grecia solo veía en él a un hombre mayor y simpático, con modales de un royal.
LA BODA DE UN REY
Si hubo una jornada de gloria para Constantino II, fue la del 18 de septiembre de 1964. Ese día, el hijo de Pablo I de Grecia y de Federica de Hannover, que llevaba reinando medio año (asumió el trono después de la muerte de su padre) se casó con Ana María de Dinamarca. Desde temprano, el pueblo empezó a vitorear a Constantino con cánticos que se prolongaron hasta entrada la tarde, y se dispararon 101 cañonazos desde el monte Lycabettus y otros tantos desde los buques de guerra atracados en El Pireo.
A diferencia de muchos otros matrimonios reales, a Constantino y Ana María los unió el amor verdadero. Según los relatos, ella, hermana de la actual reina Margarita de Dinamarca, conoció a quien luego sería su marido –un príncipe griego aficionado a la natación y karate de 19 años que, además, era su primo– durante una visita oficial que él hizo a territorio danés. El flechazo fue instantáneo. Pero había un problema: en ese entonces, Ana María tenía 13 años. Las casas reales de los dos países acordaron que había que esperar, al menos, hasta que ella fuera mayor de edad y así lo hicieron: la novia cumplió 18 días antes de la boda en la catedral de la Anunciación de Santa María, en Atenas.
Al templo ortodoxo, el mismo donde dos años antes ya se había casado la hermana de Constantino, Sofía, con Juan Carlos de Borbón –quien once años después sería proclamado rey de España–, los novios llegaron en carrozas descubiertas tiradas por caballos. Acompañado por su madre, Federica de Hannover, Tino –tal como lo llamaban en la intimidad– llevó traje de almirante. Ana María –que entró del brazo de su padre, el rey Federico IX de Dinamarca– lució un impactante traje de novia de corte imperio, con líneas rectas, mangas tres cuartos y larga cola realizado por Jorgen Bender.
Hubo más de mil invitados, entre los que estaban los reyes de Bélgica, de Noruega, de Tailandia y de Jordania; la reina de Egipto y la de los Países Bajos; los príncipes de Mónaco y de Liechtenstein; los duques herederos de Luxemburgo y el duque de Edimburgo –marido de la reina Isabel II de Inglaterra y, además, miembro de la Casa Real griega por ser hijo del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca–, los condes de Barcelona, Juan y Mercedes de Borbón --padres del rey Juan Carlos–, y otros miembros de las familias reales con quienes, en los años siguientes, los reyes de Grecia pasarían sus veranos en el Mediterráneo.
Vestidas de blanco con lazo debajo del pecho, las seis damas de honor fueron todas princesas de las casas reales más importantes: Irene de Grecia (hermana menor de Constantino), Ana de Reino Unido, Cristina de Suecia, Margarita de Rumania, Tatiana de Radziwill y Clarissa de Hesse. Y quienes tuvieron la misión de sujetar las coronas sobre las cabezas de los novios fueron Harald de Noruega, Carlos Gustavo de Suecia y Carlos de Inglaterra, tres hombres de sangre azul que hoy ocupan los tronos de esas naciones. Apenas el arzobispo Chrysostomos II dio por finalizada la ceremonia de unión entre Constantino y Ana María, miles de pétalos de rosas cayeron sobre ellos. Todo indicaba que, para Constantino y Ana María, lo reyes más jóvenes de entonces (él tenía 24 años y ella, 18), el futuro sólo deparaba felicidad.
LA DINASTÍA SIN TRONO
Menos de diez años fue lo que duró el reinado de Constantino. Al principio, todo marchaba bien, pero pronto los sacudiría la inestabilidad política de su país. La vida del matrimonio real dio un vuelco cuando un golpe de estado los obligó en diciembre de 1967 a hacer las valijas e irse a vivir, primero, a Roma y, después, a Londres.
Intentaron recuperar su reino, sin éxito: un referéndum de 1974 confirmó que la mayoría del pueblo no quería una monarquía. Constantino no renunció a sus derechos dinásticos, aunque sus cinco hijos construyeron sus vidas en el ámbito privado, sin esperar que alguna vez puedan heredar el trono. Alexia, la mayor, es licenciada en Historia, está casada con Carlos Morales, un arquitecto canario con quien tiene cuatro hijos, y vive en Lanzarote. Pablo –el príncipe real– es financista y vive en Nueva York con su mujer, la socialité Marie-Chantal Miller (hija del empresario multimillonario Robert Miller, rey de los freeshops), y sus cinco hijos. Nicolás –que ingresó en el ejército británico y pasó por la prestigiosa Academia Militar de Sandhurst, vive en Atenas con su mujer, la venezolana Tatiana Blatnik. Licenciada en Artes Escénicas, Theodora vive en los Estados Unidos, donde trabaja como actriz (participó en series bajo el nombre Theodora Greece) y está comprometida con el abogado estadounidense Matthew Kumar. Philippos, el menor, está casado con otra multimillonaria, la suiza Nina Flohr, y son la pareja a quienes Constantino vio casarse en 2021, en la misma iglesia en que él lo había hecho 58 años antes con su adorada Ana María, la mujer que lo acompañó en la gloria y en el exilio, y que no se separó de él en sus últimos días.
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