A siete años de su retiro, la bailarina abre su corazón: “Mi momento ahora está acá, no me iría a vivir a otro país. Ya no es como a los 15, que tenía otras prioridades”, asegura.
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Soy una mujer que no cumple con estereotipos. Nunca hice la vida que se debía hacer. No sigo mandatos y vivo la vida que me hace sinceramente feliz”, dice Paloma Herrera (46), sentada en un rincón al rojo vivo del living de su casa, en Palermo. Hace siete años que tomó la decisión de retirarse del ballet y volvió a Argentina luego de haber vivido veinticinco años en el exterior. “Siempre fui muy apegada a mi tierra y quería despedirme como había soñado. Por eso, me tomé todo un año para despedirme en Argentina, Nueva York y otras ciudades del mundo. Retirarme no fue una decisión de un día para el otro. Me llevó tiempo, pero no me arrepiento”, cuenta.
–¿Extrañás la vida de estrella? ¿Nunca te arrepentiste de haberte retirado?
–Para nada. Nunca quise bailar para ser conocida, sino todo lo contrario. Hoy, estoy totalmente convencida de la decisión que tomé. En ningún momento se me pasó por la cabeza el sentimiento del arrepentimiento. Es más, cuando se declaró el aislamiento social, preventivo y obligatorio, me dije “por suerte ya estoy retirada”. Al haber empezado desde tan chica, tuve una carrera muy completa e hice todos los roles que quería, trabajé con muchos coreógrafos…
–¿Te pesaba lo que el éxito traía aparejado?
–Soy agradecida del reconocimiento de la gente y por los premios que me dieron. En aquella época, dedicaba tiempo a ir al correo para contestar las cartas que me enviaban. Pero jamás entendí a los que querían bailar para hacerse famosos, para mí era lo menos importante.
–¿Qué es lo que más te gusta de tu vida actual?
–Me encanta este presente, porque cuando bailaba me dedicaba exclusivamente a eso. No me alcanzaban las horas del día para todo lo que tenía que hacer, pero la verdad es que fui muy feliz y disfruté esa vida tan intensa, lo hacía desde el placer. Hasta que llegué a un punto en que sentía que ya había dado todo y que no tenía pendientes. Es bueno bajarse a tiempo.
–¿Qué sueños postergaste?
–Mi vida siempre fue distinta a la de mis amigas. A los 15 vivía sola en Nueva York y jamás tuve que llamar a nadie para pedirle permiso o avisarle que ya había llegado. Pero no reniego, estoy feliz de la vida que tuve. Era diferente, pero era una elección de vida. Mis papás, Alberto y Marisa, siempre me preguntaban qué quería hacer. Desde que me retiré también soy feliz porque sigo vinculada al arte y creo que con arte la vida es mejor. Lo que cambió es que ahora camino por la calle más tranquila, sin tener miedo a lesionarme con una baldosa. [Se ríe]. Me cuido, no fumo, hago yoga, no como carnes rojas. La danza siempre va a estar en mi vida: como estudiante, como profesional, como maestra.
–¿En algún momento cuestionaste tus decisiones?
–Estoy agradecida a mis papás, que me depositaron la confianza para hacer lo que soñaba, y hoy estoy totalmente convencida de las decisiones que fui tomando. Jamás me importó no haber seguido mandatos. Las cosas que hago las hago porque realmente las siento. Siempre prioricé lo que me hacía feliz sin importarme los mandatos externos. No tengo 40 millones de amigos, tengo los que son de fierro. Soy fiel a mis principios.
–¿Tuviste el sueño de convertirte en mamá?
–Siempre sentí que para ser madre tenía que sentirlo honestamente, quererlo y desearlo con todo mi ser, y la verdad es que eso no me pasó. Cuando era bailarina mi prioridad era bailar, luego me retiré y tampoco me dieron esas ganas… Estuve esperando el momento, pero nunca me llegó. Pienso que para ser madre hay que darlo todo, es una enorme responsabilidad, y si yo hago algo es porque estoy muy convencida. Mi familia es superimportante para mí, mis padres son la luz de mi vida, me dieron libertad y a la vez estaban siempre presentes.
“LO QUE NO TE MATA TE FORTALECE”
Hace ya un mes que Paloma decidió renunciar a su rol como directora del ballet estable del Teatro Colón, cargo que ocupó desde 2017. “Fueron cinco años muy difíciles. Sabía lo que era el Teatro Colón, hice toda la escuela ahí, fue volver a una vida muy intensa, pero cuando acepté la dirección lo hice porque puse muchas condiciones que me parecían fundamentales y me las aceptaron. Yo creía que era la que podía hacer un cambio. Pude cambiar muchas cosas y estoy muy agradecida con el público que valoró mi trabajo, y las que no se cambiaron fue porque son de base y ya no dependen de mí. Empujé, traté y emparché lo que pude. Pero me pasaban por encima y llegamos a un punto en que no había forma de que yo me quedara. Hay que saber que, cuando uno no puede hacer las cosas como uno quiere, le conviene dar un paso al costado. No le tengo miedo a lo que vendrá. Lo que no te mata te fortalece”
–¿Volverías a vivir en el exterior?
–Hoy mis papás están grandes, y ese fue uno de los motivos por los que dije que no a la propuesta de dirigir el American Ballet. Al día siguiente de hacer pública la renuncia mi director me propuso ocupar su lugar, pero muy agradecida le dije que no lo podía tomar. Además, hace ya casi dos años que estoy en pareja –con Juan Ortega, abogado– y él es de acá y no quiere irse porque tiene hijos chicos. Ya no tengo 15 años y mi momento ahora es acá, en mi tierra.
Producción: Sergio Barbaro
Maquillaje y peinado: Raquel Quintans, para Sebastián Correa estudio con productos Givenchy.
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