La ex modelo y cocinera cuenta cómo es su nueva vida junto a su marido, el productor musical Gustavo Menéndez, y nos comparte el sueño cumplido de tener su propio restaurant, “Tigre”.
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Cuando apuesto, apuesto fuerte”, dice Deborah de Corral (45) desde Miami, donde vive desde hace seis años. Y empieza a contar de sus últimos pasos y de su vida, con muchos sueños alcanzados. Así como una vez se animó a dejar las pasarelas para escribir sus propias canciones y lanzarse como cantante –hizo dos discos como solista-, tampoco dudó en explotar su veta culinaria que la llevó a dirigir su propio restaurant, Tigre, en el barrio de Little River. “Es un proyecto que venía madurando desde hace bastante tiempo, tiene mucho corazón”, explica Deborah, quien después de vivir entre México, Los Ángeles y Buenos Aires, en 2015 se mudó a Miami junto a su gran amor, el productor musical, Gustavo Menéndez. “Yo en aquel momento era una suerte de lobo estepario, muy cómoda con mi independencia, pero en algún punto se ve que también necesitaba un poco de quietud y permanencia”, cuenta. “Ya habíamos hecho un ensayo de compartir casa en Los Ángeles; yo tenía mis mañas y a pesar que desde chica vivía sola, decidí jugármela. Nos fue muy bien. Con el tiempo compramos una casa juntos y en 2018 nos casamos”.
–Te la jugaste.
–Y sí, cuando la cosa funciona, funciona. Me acuerdo que cuando le conté a mi vieja me contestó: “Pero qué chica tradicional” (ríe). Y puede ser que ahora me haya vuelto una chica más tradicional. A cierta edad, una ya sabe lo que quiere. Y si realmente hiciste tu trabajo y aprendiste todo lo que te dio la vida, ya tendrías que estar preparada para la convivencia. Yo aprendí a ser más paciente y tolerante conmigo misma y con él también. Aprendí, como dicen, a elegir las batallas y a no ir al choque enseguida. Creo que es tratar de hacerla lo más fácil para el otro y confiar que el otro también está haciendo lo mismo. Yo soy más difícil de convivir que mi marido, él me la hace más fácil, lo admito (risas).
–Recién mencionaste la sorpresa de tu mamá...
–Es que yo no fui criada con ese mandato de casamiento y familia. De hecho, no tengo hijos y no planeo tenerlos por ahora. En un momento pensé “bueno, si se da, se da” y creo que de chica y con más pilas, probablemente hubiera tenido un hijo. Soy buena mentora y sería buena madre, por eso tampoco descarto la posibilidad de adoptar el día de mañana. Me gustaría vivir esa experiencia, darle una vida a alguien, facilitársela, y guiarlo.
"Soy buena mentora y creo que sería buena madre, por eso tampoco descarto la posibilidad de adoptar el día de mañana"
–Entonces hay una fantasía presente de ser madre...
–Sí. En mi caso fue una cuestión de que no se dio y ahora justo estoy en un momento que tampoco me veo buscando un hijo. Incluso me planteé “Ok. Estoy en el último tren porque ya tengo 45 años, si es que decido ser madre y si la fábrica me lo permite... En ese sentido soy más naturalista, si el organismo y el cuerpo me permite tener un bebe lo tengo, si no, no. Quién te dice, en un año tal vez te esté dando la primicia de que voy a ser mamá.
–¿Cómo es tu vida en Miami?
–Por suerte, me adapté enseguida, cosa que no me pasó en Los Ángeles. Me reencontré con argentinos que ya conocía como Inés Rivero y me conecté con argentinos que no conocía, latinos y algunos gringos con swing (risas). Lo genial de Miami es que tenemos una comunidad variopinta y multilatina muy cálida, una cualidad que en otros estados ya es más difícil de encontrar. Eso sí, lo que me cuesta mucho es el clima de acá. Yo soy del Río de la Plata, me gusta el invierno, el frío, el cuero, las botas, la gamuza y Miami es un verano zarpado todo el año. Yo no soy una chica tropical.
No le tengo miedo a los desafíos; al contrario, me copa la adrenalina y el vértigo de abordar cosas nuevas; me gusta probarme a mí misma que puedo hacerlo
–¿Qué hacés cuando no estás al frente del restaurante?
–Si la semana está organizada, el domingo me puedo tomar el día. De a poco voy retomando una suerte de vida normal con mi marido... nos escapamos a la playa, vamos a comer afuera, salimos a caminar. Pensá que desde que tengo el restaurante, los fines de semana los tengo ocupados; los martes son ahora mi nuevo fin de semana. Así que con mi marido nos estamos adaptando a este nuevo ritmo de vida; igual sabemos que la idea es que de acá a un año yo ya esté más liberada y tenga un equipo talentoso en el que delegar el trabajo.
NUEVO COMIENZO
–Este año inauguraste Tigre. ¿Cómo estás viviendo este momento?
–Estoy muy contenta, los números nos están acompañando así que vamos bien. Me encanta todo lo que tenga que ver con la adrenalina, los desafíos y probar cosas nuevas; me gusta probarme a mí misma que puedo hacerlo. Una cosa que descubrí en todo este proceso de aprender a manejar un restaurante es la intensidad del estado anímico y mental del gastronómico. Es complicado porque por un lado estás contento, feliz, orgulloso de lo que estás haciendo y por el otro, estás súper angustiada de que no hacés nada bien. Y no es que pasás de un estado al otro; son todos esos estados anímicos al mismo tiempo. Nunca había vivido algo igual.
–¿Por dónde pasa el disfrute de la cocina?
–El hecho de compartir el plato y se ofrezca como regalo a alguien es una de las razones por las que disfruto tanto de la cocina. Ahí se genera una magia y una alquimia donde unís distintos ingredientes, especias, sabores con un deseo propio y lo combinás con un determinado método de cocción. De eso sale un plato que alguien va a disfrutar. Algo muy parecido sucede con la música, vos podés componer la mejor canción del mundo pero si sólo la escuchás en tu casa encerrada en una habitación, ¿de qué sirve?
–¿Cómo nació tu pasión por cocinar?
–A diferencia de otros chefs, mi vocación no la heredé de mi familia. La verdad es que en mi casa no le daban mucha pelota a la comida, sí se consumían buenos productos e ingredientes; había un sentido consciente de la alimentación, pero era entendido más como un trámite que como un placer. Flasheé con la cocina cuando empecé a ir a la casa de mis amigos.
Por suerte dejé el modelaje antes de que me dejara a mí. En ese sentido, siento que en la cocina no tengo fecha de vencimiento
–Entre la música y la cocina. ¿Cómo te ves en un futuro?
Con la cocina tengo carrera para rato. En este mundo sexista que vivimos –salvo raras excepciones– la industria de la música pareciera determinar que las mujeres a cierta edad ya caducan. Ni hablar del modelaje, que por suerte lo dejé antes que me dejara a mí. Y esto que te digo es algo que vale la pena observar, un hombre a los 60 sigue cantando rock y sigue siendo tan canchero como en sus veintipico. En cambio, una mujer no es mirada de la misma manera. Hoy estoy dedicada ciento por ciento a la cocina, pero si el día de mañana quiero volver a sacar otro disco, lo voy a hacer, no me importa si no lo quiere escuchar nadie. Con la cocina sí creo que puedo tener una carrera de larga data, sin fecha de vencimiento.
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