Reconocido por poner música a las fiestas más exclusivas, a los 42 sueña con reinventarse en el interiorismo, y abre las puertas de su departamento de estilo francés, su obra más personal
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Alos 11 años, con un doble cassettera, debutó pasando música de la manera más amorosa: en la fiesta por los 40 de su papá. Faltaba mucho para que Martín Bernardo (42) se convirtiera en el DJ y exitoso empresario y socio fundador de Sarapura, capaz de convertir una pista de baile en una experiencia multisensorial con increíbles puestas en escena que parten de su alma soñadora. Al mismo tiempo, ya Chule, como lo llaman todos, daba muestras de un gran sentido estético al decorar su cuarto, elegir su ropa o sugerirles a sus padres los colores para pintar la casa. Esa mirada detallista hoy la plasma, además, en trabajos de decoración. ¿El más reciente y personal? El departamento al que se mudó tras separarse (de Puli Demaría, 45, DJ y actriz, después de quince años juntos), donde los tonos neutros, los géneros nobles, el orden visual y la música llevan la voz cantante.
–¿De dónde creés que viene tu veta de decorador?
–De toda la vida. Mientras cursaba Abogacía, estudié Diseño de Interiores. Y al mismo tiempo era DJ. Cuando arranqué a pasar música, empecé a aplicar mis conocimientos de diseño a los eventos, y arrancamos con las puestas en escena para las fiestas, diseñando los techos de las pistas de baile: las bolas de espejo, cómo colgarlas, los tubos de espejo. También estudié música durante siete años, tocaba guitarra, batería y contrabajo. A los 15 me di cuenta de que quería hacer algo con la música.
–Y elegiste ser DJ…
–Me hubiese encantado ser guitarrista de una banda, pero no era ni un gran guitarrista ni me sentía muy rockero. Me llamaba la atención la figura del disc jockey, el sonido, las luces. Empecé a los 16.
–¿Terminaste Abogacía?
–Dejé en tercer o cuarto año. Un día le dije a mamá (María Teresa García Fernández) que largaba para ser disc jockey y me preguntó de qué iba a vivir. Fue motivador porque sentí que se lo iba a tener que demostrar. Papá (Martín Jorge Bernardo) me bancó mucho y me aseguró que si eso era lo que me hacía feliz, me iba a ir bien. Me compré mi primer equipo, dejé mi laburo en el estudio jurídico de un tío y arranqué “pelando cables”. Nos juntamos con un grupo de amigos y poníamos música en los terceros tiempos del rugby y en fiestas y de a poco fuimos creciendo. A los 21 ya hacía 25 eventos por mes. Además, me metí a estudiar Organización de Eventos, Diseño, Asesoramiento de Imagen Corporativa e Integral. Pero siempre la música me marcaba. De esa forma empezamos a ser cada vez más y armamos Sarapura, empresa en la que hoy tengo dos socios, Tati García Juanico y Juan Diego Martínez Larrea, que son mis amigos de toda la vida.
–Y en tanto, hiciste bailar a personalidades y figuras de todos los ámbitos.
–Años atrás pusimos música en una fiesta en Punta del Este y había unos primos de los hijos de Carolina de Mónaco. Y terminamos viajando para poner música en el Yacht Club de Mónaco, donde estaban Pierre y Andrea Casiraghi con sus mujeres. Viajé con una asistente y con Puli, que tenía mucha gente conocida ahí, así que charlamos con ellos un rato, buena onda y después a bailar. Otra vez, en una fiesta muy chica que le organizaron a Mick Jagger en Buenos Aires, nos arriesgamos a ponerle un remix que hicimos nosotros de “Simpathy for the Devil” y vino Jagger a bailar a la cabina. Fue toda una sorpresa.
–¿Volcarte a la decoración fue una decisión que tomaste por la falta de trabajo en pandemia?
–No tanto. Hace unos años decoré con unas amigas el estudio de Sarapura, y siempre lo hice en mis casas. A raíz de eso me empezaron a proponer trabajos. Yo aprendí mucho también con las hermanas Caradonti, Martín Roig y Gloria César… Finalmente, hace seis años me animé con una casa y así fue.
–¿Cómo fue la elección de tu departamento?
–Quería un lugar donde me sintiera cómodo, cerca de mi trabajo, y que cuando me quedara solo, sin mis hijos (con Puli tiene a Félix, de 12, y a Florián, de 10, pero también incluye a Sylvestre y Santos Corti, de 18 y 15, respectivamente, fruto del primer matrimonio de su ex mujer) los espacios no me resultaran tan grandes. Entonces encontré este departamento de estilo francés, con molduras, columnas y divisiones que cuando estoy solo ayudan a que no se note, pero que a la vez funciona bien cuando estamos todos.
–¿Alguno de tus hijos sacó tu costado estético?
–Sylvestre y Félix tienen mucho sentido estético, de hecho Félix dice que quiere ser arquitecto. Todos tienen un perfil de artistas. Santos quiere estudiar diseño, Sylvestre ha puesto música en Sarapura… Pero yo no me metería jamás a influir sobre su vocación, quiero que sean felices con lo que hagan.
–Pensaba en las fiestas, que son pura alegría, y vos atravesando una separación. ¿Qué te sostuvo en este tiempo?
–Me sostiene la buena relación que tengo con Puli, los cuatro hijos maravillosos que tengo, los socios increíbles con los que cuento, mis mejores amigos. La realidad es que arrancó la pandemia y no he vuelto a poner música. Nosotros somos performers y la música es nuestro cable a tierra, entonces cuando ponemos música, el resto se apaga.
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