Con las tablas en mano y un bolso para el picnic, Carola del Bianco (44) llega a las playas de la Brava acompañada por Maia (14), Elisa (12), Isabel (7) y Francisco (4), los hijos que tuvo con Francisco “Paquito” Mayorga (51), con quien lleva 27 años de amor. Es uno de sus planes cotidianos desde que se mudaron a Punta del Este, a fines de 2019, unos meses antes de que comenzara la pandemia. “Si el día está lindo, cuando los chicos salen del colegio vamos a tomar la merienda a la playa y aprovechamos para surfear”, cuenta Carola, que empezó a tomar clases el invierno pasado. “Ya es parte de nuestra rutina y estilo de vida”, asegura, mientras luce su belleza a cara lavada incluso para las fotos con ¡HOLA! Argentina. “No uso maquillaje y si llegara a necesitar para algo puntual le tendría que pedir a mis hijas, ¡porque yo no tengo ni máscara de pestañas!”, dice entre risas.
–¿Cómo fue la decisión de radicarse en Uruguay?
–Queríamos salir de la ciudad para ganar tranquilidad y calidad de vida. El sur fue una opción. Tenemos casa en Villa La Angostura y es nuestro lugar en el mundo. Incluso llegamos a vivir ahí hasta seis meses al año cuando los chicos eran chiquitos. Pero se nos complicaba la logística porque la casa está en una zona muy apartada que tiene sólo acceso por agua y cruzar el lago todos los días para ir al jardín no era muy práctico. Y Uruguay siempre nos gustó. La idea de radicarnos en Punta del Este fue para vivir más en contacto con la naturaleza. Nos parece un país hermoso y tiene una cultura tan parecida a la nuestra que nos pareció importante a la hora de criar a nuestros hijos.
–¿Tus hijos se acostumbraron bien al cambio?
–Como hace poco estuvimos un tiempo en Estados Unidos ya estaban algo cancheros con el desapego. Por supuesto que al principio les costó un poco, como a cualquiera que sale de lo que conoce y lo que vivió para empezar algo nuevo. Pero se supieron adaptar y se hicieron de muchos amigos. Ya se sienten parte del lugar. Además, disfrutan mucho la vida cerca de la naturaleza. Ellos están muy acostumbrados a veranear en el sur y allá usamos paneles solares, el agua es de bomba y para calefaccionar tenemos que prender las chimeneas. Ahora están felices viviendo cerca de la playa.
–¿Cómo llegaron al surf?
–Cuando nos mudamos quise experimentar todo lo que nos ofrecía el lugar. Por eso les propuse a los chicos que tomaran clases de surf, en la escuelita Bagus de Martina Lorenti, que hoy también es mi profe y da clases durante todo el año. Cada mañana veo el pronóstico para ver si el clima está apto para surfear y, si el día acompaña, cuando salen del cole nos venimos al mar. Al principio empezaron ellos, y al tiempo me sumé yo también. Mi marido, que hizo surf toda la vida, cayó un día con una tabla y un traje de neoprene de regalo para mí… ¡y me tuve que animar! Siempre amé nadar, pero en el mar me daba miedo. La primera vez que me metí con la tabla quedé fascinada. Descubrí un deporte que jamás me hubiese imaginado que me iba a gustar. Lo disfruto sin exigencias. A mi edad no me importa hacerlo bien, pero me encanta la conexión con el mar.
–Con Paco llevan veintisiete años juntos. ¿Hay algún secreto para una relación tan duradera?
–Creo que el amor es lo principal. La tolerancia, el compromiso y el compañerismo también. Pasé más de la mitad de mi vida a su lado y crecimos juntos, con lo bueno y lo malo. Y si hay amor eso te fortalece. La pasión está, tal vez no todos los días… pero está. Es enriquecedor ver para atrás todo lo que vivimos juntos. Son muchas vivencias compartidas y recién después de estar quince años juntos, llegó nuestra primera hija.
–¿Pasar por el altar está dentro de sus planes?
–Hace unos años hablamos de casamiento, pero nunca lo llegamos a concretar. Los chicos tienen la ilusión de que nos casemos y cada tanto preguntan. Sería un lindo broche de oro para nuestra historia. Es algo pendiente.
–Empezaste a trabajar a los 15 años. ¿Te gustaría que Maia siga tus pasos?
–No tendría problema. Tuve una carrera tan linda, ¡y le debo tanto! Lo conocí a Paco, me abrió las puertas a viajar, hice grandes amistades. Si mis hijos algún día deciden ser modelos van a tener todo mi apoyo, pero quiero que ellos elijan lo que los haga felices. Igual a Maia no le divierte mucho hacer fotos. La veo muy enfocada en las ciencias. Y el resto, todavía son muy chicos.
–Se te ve divina, incluso sin una gota de maquillaje. ¿Cómo hacés?
–Me gusta llevar una vida saludable. Como sano para sentirme bien y porque me da más energía que la comida chatarra. Hago yoga y medito para relajar mi cuerpo y mi mente y volver a mi eje. Ahora sumé el surf y siempre que puedo salgo a caminar o voy a hacer los mandados en bicicleta. Viviendo en un lugar así ni loca me encierro en un gimnasio. También voy a la dermatóloga para hacerme limpiezas, pero no más que eso.
–¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
–Soy una mujer de 44 años con cuatro hijos y no pretendo tener el cuerpo, ni la cara, ni la cabeza de alguien de 20. Y es algo que busqué desde chica: crecer manteniendo mi esencia, fiel a mi estilo de vida.
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