Argentina llora la muerte de Balá, genio y figura. Martha Venturiello, su mujer y compañera desde hace sesenta años, lo despidió junto a su familia
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Cada vez que hablaba de ella, de Martha (Venturiello, 85), Carlitos Balá repetía, invariablemente, lo mismo: que era una princesa que lo había encantado. El hechizo fue, para el humorista, instantáneo y por obra del humor. “Cuando la conocí, supe que iba a ser la mujer de mi vida. Me animé a hacerle un chiste, y ella se rio. Ahí supe que era mía”, decía él. Para Martha, en cambio, el sentimiento avanzó de a poco. Pero fue definitivo. Cuando se conocieron, ella tenía 18 años y él, casi 30. Tuvieron dos hijos, Laura (54, profesora de inglés) y Martín (45, abogado y actor), y dos nietos, Laura (26, chef, hija de Laura) y Tomás (7, hijo de Martín). Y se tuvieron a ellos siempre. Porque la historia de amor, respeto mutuo y admiración que tejieron por seis décadas fue “lo mejor de su repertorio”. Todavía devastada por la noticia, Laura Gelfi, su nieta, dijo a ¡HOLA! Argentina: “Fue un amor único, lo juro”.
UNA RELACIÓN FUERA DE BROMA
Fue la casualidad la que hizo que Carlos Salim Balaá Boglich –tal era el nombre original del cómico nacido el 13 de agosto de 1925: su padre era de origen libanés y su madre, de ascendencia croata– y Martha Venturiello se conocieran. O el destino. Porque en la fiesta de casamiento donde se vieron por primera vez, en 1950, encontrarse no debe haber sido fácil: había cerca de quinientos invitados. Y, sin embargo, ocurrió. “Mirá qué linda”, le dijo Carlitos al amigo que lo acompañaba; y, al rato, invitó a bailar a la chica de Boedo. Cuando Susana Giménez los convocó a su programa, Martha evocó aquel primer encuentro: “Cuando la fiesta terminó, nos volvimos en colectivo. Y, en medio del viaje, él empezó a simular que era vendedor de lapiceras. Me acuerdo que le dije a la amiga que había ido conmigo: ‘No salgo nunca más’”. Con el tiempo, se enteró de que, para Carlitos, el humor era cosa seria.
Si bien había sido repartidor, empleado administrativo y peón de imprenta, llevaba años contando chistes en teatros improvisados y en los colectivos. Balá le puso tanto empeño a la construcción de su carrera como a la conquista de Martha. “Me fui amoldando con mucho sufrimiento –admitió, ya divertida, en el programa de Susana–. Me tuve que acostumbrar a que saliera a la calle con flequillo. O a llamarlo ‘Carlitos’”… cuando el candidato ya andaba por los 30 años. En una entrevista, ella dijo: “En una pareja, uno se tiene que adaptar; yo me adapté (…) a su trabajo”. En los siete años que duró el noviazgo, la carrera humorística de él tomó vuelo: pasó de la radio a la televisión, que lo catapultó, a su vez, al teatro y al cine. En 1962, gracias a que Carlitos había firmado un contrato por un año seguido, se casaron: “Fuimos de a poco (…). No queríamos arriesgarnos”, explicaba Martha.
SANAMENTE Y EN FAMILIA
La foto tiene el color de las décadas pasadas y es de alguno de los tantos veranos en Mar del Plata, donde los Balá solían ir de vacaciones (y donde nació el gag “¿Qué gusto tiene la sal?”). En el centro, puede verse a sus hijos Laura y Martín. Y, en los extremos, a Carlitos y a Martha. Están como siempre estuvieron a lo largo de sesenta años: abrazados y sonrientes.
“Fueron un matrimonio inseparable, de esos fuera de serie. Había amor incondicional y admiración”, le contó a ¡HOLA! Argentina Marina Calabró, cuyo padre, Juan Carlos Calabró, trabajó muchos años con Balá. “Para los actores que hacen giras o temporadas largas, el trabajo es sacrificado. Trabajar para los chicos es, además, demandante. Martha, con mucho amor, se prestó genuinamente a esa demanda. De repente, a las cinco de la tarde, en los pasillos de Playa Grande, había filas de chicos queriendo sacarse fotos con Carlitos. Y era ella quien organizaba la fila y acomodaba el pilón de fotos en la mesa de playa para que él firmara autógrafos”, evocó Calabró.
“Mi abuela se dedicó a estar con él siempre. Fue su secretaria, maquilladora, peinadora, cocinera, acompañante… ¡era todo!”, contó Laura Gelfi, nieta de la pareja, a ¡HOLA! Martha estuvo en los momentos de éxito de su marido –cuando los teatros se llenaban y el rating de la tevé estaba de su lado, los chupetómetros estallaban y los inundaban las cartas de los “balacitos”, como él llamaba a sus seguidores– y lo apuntaló cuando, a partir de los 80, los ciclos televisivos empezaron a menguar.
En los últimos años, cuando él volvió a trabajar en el teatro con Laura “Panam” Franco, Martha estuvo ahí: como se sabía todos los guiones, le daba la palabra clave que le permitía salir airoso cuando la memoria le temblaba. Martha lo cuidaba tanto que Carlitos bromeaba diciendo que ella era como su mamá. Él nunca dejó de declararle su amor y su gratitud: en fechas como Navidad, Pascua o en el Día de los Abuelos, la cuenta de Instagram del cómico se llenaba de fotos de ambos sonriendo, haciendo gestitos de idea, abrazados o de la mano. Hasta la semana pasada, cuando dejaron su casa de Recoleta para ir al Sanatorio Güemes, donde murió el jueves 22, Carlitos seguía de la mano de la princesa que lo había encantado.
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