La actriz Mar Zamarbide vivió en una comunidad sustentable en Córdoba, hace turismo regenerativo y hoy está estrenando casa, construida totalmente en madera, en Maschwitz
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Fueron esos siete meses. Y lo que sucedió en ese tiempo lo que llevó a María Soledad “Mar” Zamarbide (42) a parar y empezar de cero. “Me separé de mi novio [un artista colombiano con el cual estaba comprometida y se iba a casar], se murió mi papá de cáncer y tuve una situación violenta en la radio en la cual estaba trabajando. La seguidilla se completó cuando, al comienzo de la pandemia, mientras yo estaba en Necochea por trabajo, me avisaron que habían desvalijado mi casa de Cañuelas y que, quienes habían entrado, la habían prendido fuego. ¡Yo había diseñado y levantado esa casa! Era donde íbamos a vivir con mi ex; tenía allí mis cuadros [además de estudiar teatro, ella cursó Bellas Artes], mis cuarenta budas intervenidos, mis muebles reciclados, mis recuerdos…”, cuenta Mar.
“A veces, basta que suceda una sola cosa para que todo cambie. Hoy creo que todo pasó para que me construyera como ser”, dice ella, recién mudada a su nueva casa. Ubicada en Maschwitz, en la zona norte de Buenos Aires, la casa está construida con madera, tiene un jardín custodiado por árboles altísimos, con una huerta en proceso y compostera. Es, según dice Mar, un refugio energético y sustentable, en sintonía con su nueva vida. “Después de vivir como nómade, encontré este lugar rodeado de naturaleza… Esta casa es un buen refugio, un lugar para llegar, juntar energías, conectarme conmigo y salir hacia un nuevo viaje”.
–En tu “bio” de Instagram, te definís como comunicadora, contás que hacés turismo consciente y que hacés desarrollo personal. ¿La actuación es pasado?
–No, amo actuar. Empecé con la actuación muy temprano, no bien llegué a Buenos Aires desde Necochea, donde nací. Al principio, hice muchos trabajos como modelo publicitaria. Trabajar en tiras como Casi ángeles fue una gran oportunidad: ni siquiera había estudiado actuación [lo hizo más tarde, con Norman Briski y Lito Cruz]. Pero no lograba encontrar integración entre ese mundo de tanta exposición y mi universo interior.
–¿Qué te pasaba?
–Tenía dos vidas. Siempre tuve una parte espiritual, muy hacia adentro; y otra, de mucha exposición. Tanto un set como un templo son afines a mí. Y necesitaba de los dos, pero no los podía unir. Cuando grababa, disfrutaba a pleno; y cuando estaba metida para adentro, también. Por ejemplo, antes de hacer Casi ángeles, estuve viviendo con los monjes de Ananda Marga, en Córdoba. Tras esa experiencia, me tomé un colectivo en Nono y llegué a Estudios Pampa, en Buenos Aires, para grabar con Cris Morena. Después de El fútbol o yo, con Adrián Suar, me fui a recorrer la India en moto, a conectar con la naturaleza. De alguna manera, todo lo que me pasó en esos siete meses entre 2019 y 2020 hizo que esas partes se unieran.
–¿Y cómo sucedió eso?
–En ese momento, sentí que tenía dos opciones: ponerme en el papel de víctima o tratar de aprender de tantas catástrofes. Con las pocas cosas que me quedaron del incendio y con ropa que me regalaron, me fui a Alta Gracia, Córdoba, a vivir a Amatreya, una comunidad sustentable donde habitan cerca de sesenta personas. Mi perra Ponio [una Boston Terrier de seis años que le regaló otro ex] y yo estuvimos allí durante más de un año y medio. Vivíamos como nómades, dormíamos adentro de la camioneta. Por las mañanas, trabajaba en la huerta y, así, pagaba la comida y el estacionamiento. Y daba clases de arte y de teatro a los chicos. En la comunidad, aprendí bioconstrucción y entendí la importancia de estar conectada con las plantas y con los animales. Yo ya venía meditando hacía tiempo, pero, en ese lugar, empecé a meditar con un propósito. Mi mayor aprendizaje fue que puedo ser feliz con nada. Y que, si bien había muerto mi papá y ya no estaba más en pareja, podía encontrar esos apoyos en mí misma. Tuve la certeza de que podía pasar lo que fuera y yo iba a estar bien.
–Y el proyecto de hacer turismo, ¿cómo surgió?
–El turismo regenerativo es lo que se viene: tenemos que tomar conciencia porque si no, destruiremos el planeta. ¡Así como ya deberíamos dejar de consumir productos empaquetados con plástico, no puede ser que vayamos todos en una misma época del año a un mismo lugar! Debería haber más sitios turísticos y entender que, al llegar, no sólo no tenemos que ensuciar, ¡tenemos que mejorar ese lugar! Hoy, el concepto de sustentabilidad ya quedó viejo. En la actualidad, se habla de colaborar y de regenerar: estamos en un estadío en el que, si no hacemos algo, se va todo al demonio.
–¿Cómo se comunica la conciencia?
–Abriendo el corazón y partiendo de la experiencia propia. Amo comunicar y hacer que la gente se ría. Soy coach, estudié liderazgo personal, terapias alternativas y biodecodificación y, si bien no ejerzo, transmito lo que he aprendido en mis redes. La mejor forma de impactar en el mundo es trabajar en uno mismo. Yo trabajo en mí: cuido el medioambiente, soy vegana, estoy en contra del maltrato animal, me visto de esa forma. Trato de dar lo mejor y hacer lo mejor para el bien común. Con la ONG Banco de Bosques, participo en una iniciativa gratuita para chicos argentinos y uruguayos en una isla del río Uruguay: uniremos los dos países con deportes y naturaleza y mostraremos que las fronteras ya no van más. Además, organizo talleres, seminarios, retiros y conferencias sobre cómo encontrar el propósito del alma y cómo integrar emociones.
–Y vos con tus emociones, ¿cómo estás? ¿Estás en pareja?
–Sigo sola. ¡Pero me encanta la vida de a dos! Sin embargo, me gustaría tener la libertad de realizar mis proyectos sin que me controlen. Me ha tocado lidiar con hombres celosos y posesivos, que pretendían que los secundara. Con mi última pareja, hacía tres años que estábamos juntos. Fue duro cortar con un proyecto que no iba a ser, pero los amores tóxicos o los amores que no colaboran te retrasan. Elegí no ser una Susanita. Ya no estoy dispuesta a la manipulación. Quiero un amor desde la libertad…. No me refiero a un vínculo abierto, no quiero estar con alguien sólo por estar: quiero un amor profundo y consciente.
–Un amor sustentable…
–[Se ríe]. Antes, las parejas eran sustentables: seguían juntas manteniendo la misma forma y estaban bien. Creo que ahora, para que una pareja funcione, debe ser regenerativa: hay que estar todo el tiempo transformando, haciendo que funcione, metiendo mucha magia y amor.
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