La actriz, guionista y productora acaba de estrenar una película inspirada en la historia de violencia familiar que vivió su madre, Liliana Melgratti
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“Seño, ¿qué pasó?”. También lastimaban las preguntas en la escuela. “Me caí. Me golpeé. Me choqué con una puerta... Cuando me di cuenta de que no podía justificar más, entendí que debía tomar una determinación”, recuerda Liliana Melgratti (64), mientras su hija, Miriam Lanzoni (43), escucha el relato que tanto conoce. Liliana –por entonces, maestra de grado– era víctima de violencia doméstica por parte del hombre con quien estaba casada y con quien tuvo a Miriam y a su hermano Carlos. Sucedió treinta años atrás, cuando vivían en el Chaco, en una localidad de tierra árida y temperatura demencial llamada Pampa del Infierno. “Y, en mi casa, tenía mi propio infierno. Temía por mi vida y también por la de mis dos hijos. Generalmente, los violentos atacan a los hijos para doblegarte, y Carlos y Miriam eran chiquitos… En una ocasión, en la que terminé muy mal, Miriam tenía pocos meses. Un sacerdote, una de las pocas personas a quien le confiaba todo, me dijo: ‘Tenés que irte: ese monstruo te va a matar’”. Tras décadas de silencio, Miriam fue poniéndoles palabras a esos golpes. Imaginó una historia y, después, pensó un guion, que terminó convirtiéndose en Partida, la verdad no le teme a nada, una película que ya está en los cines del país. “Quería compartir esta historia, que habla de amor, de resiliencia y de superación; de que, aun estando partida, podés tomar esa situación como un punto de salida y, ahí, volver a empezar. Cuando le pregunté a mamá si me autorizaba, me dijo que sí. Contarlo desde un lugar más luminoso, para mí, fue sanador. Mi mamá es mi heroína, la mujer más valiente que conozco”, dice Miriam.
–Del drama que vivieron nadie hablaba… ni siquiera entre ustedes.
Miriam: De lo que vivimos –que no fueron sensaciones, sino situaciones muy claras– nunca nos sentamos a hablar. Y la mayoría de la gente que conoce a mi mamá, incluso sus amigas, tampoco lo sabían: se enteraron por la película. Nadie lo puede creer. Ella nunca se victimizó ni tuvo resentimiento.
Liliana: Vas callando porque una se culpa a una misma. Yo me preguntaba en qué me había equivocado. Callás por vergüenza.
–¿Hubo silencio y complicidad por parte de los vecinos del pueblo, como muestra la película?
Liliana: La película es una película: es una ficción que, además, sólo muestra el 10 por ciento de lo que vivimos. Pero, en mi caso, la gente de Pampa del Infierno fue mi aliada. Creía que nadie sabía, pero lo sabían todos y todos me ayudaron como pudieron: con presencia, con abrazos, sin saber mucho qué hacer y sin decir nada. Antes, cuando había violencia de género, nadie hablaba como ahora. La ayuda que me ofrecieron me dio la valentía para huir de Pampa del Infierno.
–¿Esa historia marcó su relación con las parejas que vinieron después?
Miriam: No, siento que forjó mi carácter y me dio claridad para discernir qué sí y qué no en mis relaciones de pareja. Hice terapia mucho tiempo. Porque, para romper con el estigma, necesitás ayuda, amor y contención. Se puede salir… y es importante ver quién te acompaña en ese camino. De mi mamá, aprendí que había que dejar esa mochila para avanzar. Ni ella ni mi hermano ni yo elegimos lo que nos pasó. Pero sí podíamos elegir lo que venía para adelante. Soy una optimista gracias a mi mamá.
Liliana: Miriam dice que soy su heroína, pero ella también ha sido una heroína para mí. Tiene un gran corazón y un empuje increíbles: se para y se levanta… Su valor me da fuerza. Y, con respecto a la pareja, al poco tiempo de llegar a Resistencia, adonde me mudé con mis dos hijos, conocí a Miguel [Lanzoni; tiene una empresa de construcción en seco y con él tuvo una tercera hija, Magalí], un hombre que me cambió la vida…, nos cambió la vida.
Miriam: Yo tenía 8 años. Al principio, le hice la vida imposible: le cerraba la puerta en la cara, le tiraba jugo en la comida, me escapaba de casa... y él me iba a buscar. “Sos mi hija desde el minuto cero”, me dice siempre él. Costó; no fuimos los Ingalls. Para armar la familia, mi mamá fue clave: ella creyó en el amor y volvió a confiar, que es la parte más difícil y admirable. Y lo hizo de la mano de ese hombre que es mi papá. Él, con su amor incondicional y su compromiso, hizo que el miedo se borrara.
–Llevás su apellido.
Miriam: Tenía el otro apellido durante los primeros años de escuela en Resistencia. Después, hice los trámites para cambiármelo. Soy Lanzoni. Con mi hermano siempre decimos que hay lazos más fuertes que la sangre. Miguel es lo máximo del mundo. Y el primer feminista. A mi mamá siempre le insistió para que se volviera a animar a usar polleras y luciera sus piernas: “Te quedan divinas”, le decía.
–¿Sabés algo de tu padre biológico?
Miriam: De Pampa del Infierno, ese tipo se fue. Lo llamo así porque, para mí, no amerita ni nombrarlo. No tiene entidad; no se la merece. Te aclaro que mi mamá nunca hizo un comentario negativo o desafortunado sobre él.
–A partir de la película, ¿la gente se acerca a ustedes para pedirles consejos?
Liliana: Tengo en Chaco una peluquería y, desde que se estrenó la película, se acercan cada vez más mujeres para contarme historias. No es fácil dar consejos. Es importante no creer que los golpes suceden por nuestra culpa. Seguir al lado de un violento “por los hijos” o porque “no tengo adónde ir a vivir” es un engaño. A quienes me preguntan, les digo que no esperen que el golpe se repita. Un hombre que golpea es un potencial asesino.
Miriam: A mí también se me han acercado muchas mujeres: “Ya va por la tercera vez”, me cuentan. Pero ¿cuál es la diferencia entre un cachetazo o diez? Cuando una mujer está amenazada, el cerco perimetral y los botones de pánico son un chiste. Se necesitan leyes ejemplificadoras de manera urgente para que los índices de violencia hacia la mujer y los femicidios bajen. Para lograr cambios, todos tenemos que trabajar juntos: mujeres y hombres. Cuando les mostré el guion de lo que sería Partida, Diego Suárez, Juan Crespo [director y productor de la película, respectivamente], Osvaldo Laport y Nicolás García Hume [actores que tienen roles clave] dejaron todo lo que estaban haciendo para sumarse a este proyecto. “Tenemos que ponernos la camiseta para concientizar”, dijeron sin dudar.
Agradecimientos: Federico Rod (fotos), Valentina Mayol (producción), Barby Mencia (peinado y maquillaje), Prisma Chic, Las Gladiolas y Milano Store
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