Ubicado en las tierras altas de Escocia y rodeado de 20 mil hectáreas, era su histórico refugio de vacaciones
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Después de reinar durante siete décadas (fue coronada a los 25 años y su reinado fue el más largo de Gran Bretaña y de la historia), de ser admirada y respetada en el mundo entero por su profundo sentido del deber, Isabel II murió a los 96 años en Balmoral, su residencia de verano ubicada en Aberdeenshire, Escocia, 800 kilómetros al norte de Londres. Allí se había instalado en julio pasado, después de una serie de adaptaciones que se hicieron debido a los problemas de movilidad que tenía últimamente. “La Reina murió pacíficamente en Balmoral esta tarde. El rey y la reina consorte permanecerán en Balmoral esta noche y regresarán a Londres mañana”, publicó el Palacio de Buckingham el jueves 8.
Tal vez ella hubiese elegido que sus últimos días sucedieran en Windsor, su lugar en el mundo, donde eligió confinarse durante la pandemia junto al amor de su vida, el duque de Edimburgo (murió en abril pasado, a los 99 años) y a donde había trasladado sus adorados caballos. Sin embargo, Balmoral también tenía un lugar especialísimo en su corazón. Además de ser su lugar histórico de vacaciones de verano, fue su refugio a principios de la II Guerra Mundial, y donde se encontraba con sus nietos, los príncipes William y Harry, al momento de enterarse de la muerte de Diana de Gales.
UNA FORTALEZA EN TIERRAS ALTAS
En 1848 la reina Victoria y el príncipe Alberto alquilaron una casa en Aberdeenshire para pasar el verano. En 1852, adquirieron esa propiedad junto a 20 mil hectáreas y empezaron a levantar el actual e imponente castillo, de estilo gótico con toques de arquitectura señorial, con bloques de granito de la zona. Los arquitectos escoceses, John y William Smith, padre e hijo, fueron los responsables del proyecto. Los interiores están pintados en distintos tonos de verde y otros colores inspirados en el campo, con chimeneas de mármol, gigantescas arañas y relojes majestuosos. La Reina tenía allí su propio estudio, entelado y alfombrado a cuadros, con mucha madera y muebles y cuadros de la colección real. Si bien el paisaje es quebrado, por la geografía natural, la reina Mary (abuela de Isabel II) creó un jardín de flores que el duque de Edimburgo, con buena mano verde, hizo crecer aún más. Tiene huerta, invernaderos victorianos esparcidos por el inmenso parque y varios monumentos conmemorativos. Por año, unas 85 mil personas visitan el castillo.
El martes 6, Isabel II había recibido allí a la flamante Primera Ministra británica, Liz Truss. Fue algo inusual, ya que normalmente lo hace en Buckingham por su proximidad a la sede del Gobierno. Ese día se la vio sonriente, aunque frágil y algo más flaca, incluso con algunos moratones en las manos. Ayudada por su bastón, la coquetería de la reina estaba intacta: llevaba los labios pintados, su cuello decorado con un collar de perlas y su cartera Launder, una vez más, colgando de su brazo.
Era su primera aparición pública después de 47 días. Esa misma tarde recibió a su ex ministro, Boris Johnson, y al que era su secretario de comunicaciones, Donal McCabe, a quien honró con la Insignia de Teniente de la Real Orden Victoriana por su servicio a la Familia Real. Después de tanta actividad, al día siguiente, su agenda fue cancelada. Y sonaron las primeras alarmas por su estado.
CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS
El jueves 8, el mundo se sorprendió con el breve comunicado de Buckingham Palace. “Después de una completa evaluación esta mañana, los médicos de la Reina están preocupados por la salud de Su Majestad y recomendaron que permanezca bajo supervisión médica. La Reina está tranquila en Balmoral”, decía el texto, que se compartió también en las redes sociales.
A los pocos minutos, Clarence House confirmó que el príncipe Carlos (a partir de ahora es el rey Carlos III), había volado en helicóptero junto a su mujer, Camilla de Cornwall, y ya se encontraba al lado de su madre. También viajó su hijo, el príncipe William, segundo en la línea de sucesión, aunque lo hizo sin su mujer: la duquesa de Cambridge se quedó en su casa de Windsor junto a sus hijos, el príncipe George, la princesa Charlotte y el príncipe Louis, que acaban de empezar las clases en un nuevo colegio.
El resto de los hijos de Isabel II, la princesa Ana, el príncipe Andrés y el príncipe Eduardo, también dejaron todo para acompañarla. Lo mismo que el príncipe Harry. Aunque en un primer momento se especuló que iría con su mujer, Meghan Markle, a última hora se informó que ella no irá a Escocia. Los Sussex planeaban terminar ese mismo día su corta gira europea apoyando causas sociales en el Reino Unido, pero la triste noticia cambió sus planes, y Harry se reencontró en solitario con su familia en Balmoral.
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