La socialité habla de sus sueños cumplidos, el amor y el duro momento que vivió cuando le diagnosticaron cáncer de mama
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A los 21 años y completamente segura de su decisión, Andrea Martínez (51) dejó su Tucumán natal para mudarse, como siempre había soñado, a Buenos Aires. Estudió Diseño de Interiores en la Universidad de Belgrano, trabajó en ese rubro e incluso incursionó como modelo (pasó por las agencias de Pancho Dotto y Ricardo Piñeiro), aunque no se sintió identificada con el mundo de las pasarelas y las fotos. De la mano de la modelo Macarena Azumendi (murió en 2019 a causa de un cáncer de colon), una de sus mejores amigas, “la Tucu” –como la llaman sus íntimos– comenzó a explorar su pasión por la moda y, años más tarde, creó su propia marca de diseño, Tuket, con la que sigue trabajando en la actualidad. Magnética y extrovertida, en el camino forjó grandes amistades con Juliana Awada, Andrea Frigerio, Rossella della Giovampaola y Ginette Reynal, entre otras. Pero, más allá de los eventos, las galas benéficas y las muestras de arte de las que es habitué, la Tucu prefiere la comodidad de su hogar. “Lo que más disfruto es estar relajada en mi casa, en pijama, tomando un vino y comiendo papas fritas”, asegura a ¡HOLA! Argentina desde su piso en Palermo –que ella misma se encargó de renovar este año–, donde vive junto a su marido, Ricardo Luis Caffarone Pfleger (58); sus hijos, Francesca (21) y Lucas (19); y su perro, Tano.
–¿Qué te llevó a dejar Tucumán para mudarte a Buenos Aires?
–Amo a mi familia y a mi provincia, pero yo visualizaba mi vida en Buenos Aires. Siempre, de chiquita, dije que iba a vivir acá. A los 19, un chico que conocí en Punta del Este [fueron novios hasta sus 23] me inspiró a venir. A los 21, me mudé con muchos proyectos y sueños, y me identifiqué con todo en la ciudad.
–¿Sentís que acá encontraste tu grupo de pertenencia?
–Siempre de chiquita fui muy extrovertida y social. Ser amiguera está en mi ADN, y mis amigos son mi familia. Me encanta recibir gente, hacer una comida en casa, ir a una fiesta divertida, a eventos sociales, pero también necesito de mi cable a tierra, mi equilibrio, que es mi familia. Socialmente tengo una vida relinda, pero me gusta llegar a mi casa, tener a mis “pollitos” y dormir con “Caffa”.
–¿Cómo se conocieron con tu marido?
–Conocí a Caffa en Tequila a los 25 años, y hoy mi hija va a bailar al mismo lugar. [Se ríe]. Nos enamoramos y nunca más nos separamos. Él estaba divorciado y era padre joven, ya tenía dos hijos, Agustina y Santino.
–Estudiaste interiorismo, pero tu pasión por la moda ganó la pulseada…
–Siempre la moda fue refuerte en mí, identificada en primer lugar con mi mamá, una mujer esplendorosa. Cuando vienen mis amigas a casa, yo las transformo. Me encanta y me divierte vestirlas. Hoy tengo mi marca, Tuket, en la que diseño todo lo que me gusta y yo misma usaría. Hago cápsulas de noche para Maré Buenos Aires, y en marzo voy a incursionar en una línea de jeans.
–¿Qué es ser socialité para vos?
–Tengo una vida de socialité, que para mí es una de las grandes cosas que me han enseñado a manejarme en la vida. Creo que recorrí un camino superlindo que se dio naturalmente, nunca hice nada para forzarlo. Nunca quise ser famosa ni me gusta que me identifiquen como “la amiga de…”. No lo necesito ni vivo de eso. Tengo amigas muy reconocidas, pero las conozco de mucho antes de todo. También aprovecho mis conexiones para ayudar, colaboro con distintas fundaciones y hace seis años trabajo en la comida anual de la Fundación Huésped.
–¿Cómo conociste a Juliana Awada?
–Es una de mis cinco grandes amigas. Nuestras hijas iban al mismo colegio y se hicieron muy amigas, y desde el día en que la conocí, veinte años atrás, somos incondicionales. La quiero y la valoro mucho, tenemos una relación superlinda, relajada, compartimos viajes, comidas, cumpleaños.
–¿Te considerás una persona afortunada?
–Me considero una persona con suerte. Siempre digo que si mi vida se terminara en este momento, estaría agradecida de haber vivido todo lo que viví, siempre fui feliz. Como todos, con problemas, pero cada cosa me fue llevando de la mano. Perdí amigas, como Maca Azumendi. Mi marido casi se muere durante la pandemia, estuvo muy mal y para nosotros fue un gran cambio de vida. En 2014 tuve cáncer de mama. Fue un quiebre enorme y aprendí muchísimo, sobre todo a disfrutar de los grandes momentos. Mi familia y mis amigos fueron fundamentales para que pudiera salir adelante. La vida te pone en lugares débiles, pero soy una persona que empuja y va para adelante. Trato de dar alegría, de estar siempre bien. Estuve abajo, emocionalmente quebrada, pero siempre traté de dar lo mejor de mí. Soy polvorita, me encanta disfrutar, compartir… Creo que la vida se trata de eso, de compartir cada instante.
Maquillaje y peinado: Joaquina Espínola
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