Es la mayor de los cuatro herederos del mejor tenista argentino de la historia y la tailandesa Phiangphathu Khumueang y, como él, ama el tenis, prefiere el bajo perfil y tiene como única prioridad el bienestar de su familia
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Cuando ella nació, el 15 de noviembre de 2003, sus padres, Guillermo Vilas y Phiangphathu Khumueang –entonces de 51 y 19 años, respectivamente– vivían en París y tenían dos certezas: que sería la primera de varios hijos y que se llamaría Andanin (en tailandés significa ‘la bella mar’/’el mar más bonito’). Pasó el tiempo, la familia Vilas se agrandó –después llegaron Lalindao (14), Intila (13) y Guillermo Junior (7)–, Guillermo y Phiang sellaron su amor con una boda civil y religiosa celebrada en Buenos Aires en mayo de 2016 y Andanin, que heredó de su padre la pasión por el tenis, se convirtió en personaje de interés para los medios argentinos. En 2017, cuando aparecieron los primeros síntomas de la enfermedad neurodegenerativa que sufre el mejor tenista argentino de todos los tiempos, los Vilas se radicaron en Montecarlo, donde Andanin –inteligente, dulce, encantadora y discreta– se concentró en sus estudios, en perfeccionar su juego y en colaborar con el cuidado de su papá. Siete años después, y con su mayoría de edad recién estrenada, la primogénita de Vilas posa por primera vez para una revista frente a un mar tan bonito y cristalino como el que refiere su nombre y abre su corazón en una entrevista.
–Vas a la universidad y seguís jugando al tenis. ¿Cómo repartís tu tiempo entre las dos actividades?
–Estoy estudiando Negocios en la Universidad Internacional de Mónaco. Normalmente, en la universidad me ayudan con el tenis porque les gusta mucho el deporte, entonces, cuando dije que yo jugaba al tenis me dijeron: “Genial, nos encanta; cualquier cosa que necesites nos avisás”, así que si tengo algún torneo puedo viajar tranquila, las faltas a clases no me afectan. Me gusta que siempre sean muy atentos conmigo y que si tengo algún problema, no sé, por ejemplo, “me quedé atrapada en el aeropuerto de Túnez y no puedo viajar”, ellos me digan: “No te preocupes, no pasa nada, todo está bajo control”.
–¿Tenés clases todos los días?
–Depende. No todos los días son iguales, algunos tengo más clases y otros no tengo tantas. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo un semestre que es en línea, y lo dan desde Londres. Es decir, mis clases se dictan desde Londres, pero yo tengo el tiempo de Mónaco, que es una hora más. Así que a la mañana voy a entrenar y después curso desde mi cuarto. Cuando vaya físicamente a la universidad, de acuerdo con las clases que tenga cada día, será como me organice con los entrenamientos.
–¿Todo el año entrenás así?
–Sí, todos los días excepto los domingos. Es como una tradición que tenemos, una regla de la casa: jamás se entrena los domingos.
–¿Cuántas horas por día?
–Normalmente juego cuatro horas de tenis por día, algunas veces pueden ser dos si tengo más clases en la universidad. Y también hago una hora de físico.
–¿Qué planes tenés para cuando te recibas? ¿Pensás seguir jugando al tenis?
–Me queda un año y medio de universidad y, por el momento, sigo jugando al tenis y viendo dónde quiero llegar, hacia dónde estoy yendo. Mientras jugar me haga feliz, que es lo más importante, no me importa mucho cómo voy a llegar. Por ahora no tomé decisiones, es muy temprano para eso, pero me gustaría hacer las dos cosas porque me gusta estudiar y me gusta mucho lo que estoy estudiando, así que no lo quiero dejar de lado. Porque el año pasado me tomé un año sabático y en ese tiempo extrañé demasiado estudiar y tener una rutina, y que no todo fuera jugar al tenis y descansar.
–¿Tenés amigos en Europa?
–Sí, soy bastante sociable y me gusta hacer amigos. De chiquita estuve siempre viajando y lo que más me afectaba era dejar a mis amigos y tal vez nunca verlos de vuelta. Desde que estamos instalados acá en Mónaco y que soy más grande siempre estoy en contacto con mis amigos. La tecnología facilita bastante las cosas. Tengo amigos por todos lados: en República Dominicana, en España. Soy de esas personas que creen que los amigos son fundamentales para ser feliz.
–¿Te ves como una hermana mayor sobreprotectora?
–Sí, soy muy sobreprotectora. A mí me gusta que todo salga bien y tengo miedo de que mis hermanas sufran por algo, que algo salga mal y las haga sufrir. No sé, con los amigos de la escuela, por ejemplo. Lo que más me da miedo es que la pasen mal, porque ellas son muy sensibles.
–¿Pelean entre ustedes?
–Sí, nos peleamos un poco. Mi hermano es el que reina en la casa, el único varón y el más chico. Nosotras hacemos lo que él dice. [Risas].
–¿Es tan así?
–Él decide lo que hacemos, lo que comemos y adónde vamos de vacaciones. [Risas].
–¿A quién te parecés más, a tu papá o a tu mamá?
–Creo que soy una mezcla bastante interesante. Cuando juego al tenis soy más parecida a mi papá, o eso es lo que dice mi mamá. Ella dice que soy muy argentina cuando juego al tenis. Como que los tailandeses se guardan más sus sentimientos y emociones, en cambio, los argentinos exteriorizan todo, y mi mamá dice que en ese aspecto soy muy parecida a él. Y después soy bastante parecida a mi mamá en lo que pienso respecto a cosas de la vida, a cosas que pasan a mi alrededor, cosas que pasan entre amigos.
–¿Qué vínculo tenés con tus raíces tailandesas?
–Mi mamá cocina siempre comida tailandesa, estamos muy acostumbrados a eso. Además, yo la escucho hablar en tailandés, leer las noticias de allá. A ella le gusta estar conectada con su país porque extraña, se fue de Tailandia siendo muy chica. Cada vez que volvemos le gusta estar, pasear, comprar cosas, así que Tailandia siempre está presente en nuestras vidas.
–¿Vas seguido?
–No, porque es muy lejos, son como doce o catorce horas de vuelo y viajar con toda la familia es muy complicado. La verdad es que a nosotros no nos gusta viajar mucho, porque viajamos toda nuestra vida, estamos muy cansados de eso, nos gusta estar más tranquilos. Pero este verano decidí viajar a Tailandia, entonces como que le fui preparando la idea en la mente a mi mamá, porque ella decide todo. En mi familia deciden solamente mi mamá y mi hermano. Entonces, estuve diciéndole: “Vayamos a Tailandia, ¡ay qué lindo, la playa, las compras!”, y así la convencí. [Risas].
–¿Tenés familia allá?
–Sí, están los padres de mi mamá.
–¿Cuándo empezaste a ser consciente de quién era tu papá?
–Bueno, yo siempre lo consideré como lo que es para mí, mi padre. Eso es lo único que yo consideraba. Pero lo que me hizo darme cuenta de que era alguien importante fue, por ejemplo, cuando de chiquita íbamos al cine: la gente lo paraba por la calle para sacarse una foto con él o abrazarlo. Incluso cuando yo iba a algún evento del que mi papá participaba pensaba: “¿Por qué hay tantas cámaras?, ¿Por qué hay tanta gente mirando a este señor jugar al tenis?”. Esas pequeñas cosas me fueron haciendo dar cuenta. Cuando vivíamos en Argentina era siempre así. Yo salía a la calle con él, caminaba diez metros y paraba porque alguien lo saludaba, y diez metros más y paraba otra vez, y diez metros más y otra vez, y yo pensaba: “¿Cuándo voy a llegar al cine?”.
–¿El apellido te abrió puertas?
–Como se supone, el apellido impacta una parte de mi vida, pero ni mi papá, ni yo, ni nadie en mi familia utiliza el apellido Vilas para sacar ventajas o algo así. No somos esa clase de personas. Además, yo quiero hacer mis propias cosas. Aunque mi papá es la persona más importante de mi vida, y lo adoro con toda mi alma, y cada vez que me hablan de él soy la primera en escuchar todas las historias que me cuentan, quiero hacer mi propio camino.
–¿Qué es lo que más te enorgullece de él?
–Me llegan muchos mensajes al día de personas que me dicen “adoro a tu papá” y ese tipo de cosas, y por supuesto que me llenan de orgullo. Por ejemplo, esto que voy a contar pasó hace poco. Estaba caminando con mi mamá por la calle, cerca del casino, acá en Montecarlo. No sé si soy yo, que salgo poco de la casa, pero no veo muchos argentinos. La cuestión es que íbamos caminando y veo que un señor pone cara de asustado y me preocupé. Y me para y me dice: “¿Vilas?”. Y yo le dije: “Sí”. Entonces me empezó a hablar de mi papá y se puso a llorar… Fue un momento muy emotivo y muy importante para mí. Ese tipo de interacciones son las que más me llenan el corazón. Siempre es muy lindo lo que me dicen. Porque claro, yo veo esto de una manera diferente, veo como que es mi papá y sé lo que hizo, todo lo que logró, pero entiendo que una cosa es saberlo y otra haberlo vivido, y sé que hay gente que vivió esa época y que siguió su carrera, lo admira, lo quiere y lo siente como alguien cercano, casi como un amigo o un familiar.
–¿Él es un modelo para vos?
–Sí, tanto dentro como fuera de la cancha. Dentro de la cancha, como sabemos, fue un monstruo, un fenómeno. Pero yo lo admiro más por lo que es fuera de la cancha, por el corazón que tiene, porque siempre fue solidario, ayudó a la gente, se preocupó por saludar a todos, por hablarles a todos. Son esas pequeñas cosas que en el día a día uno no valora tanto o no se da cuenta. Como que no sabés lo que podrías generar al saludar a alguien, al darle un abrazo, no sabés lo que está pasando en su vida o qué problema puede tener, y con ese gesto simple le alegrás el día. Y no hace falta mucho, a veces son cositas muy pequeñas. Y eso lo aprendí de él.
–¿Te da consejos?
–Sí, siempre me da consejos para todo. Más para el tenis. Los consejos de vida que me da son más sobre cómo crecer como persona, porque él es alguien que está muy interesado en mejorar permanentemente. Alguien que lee mucho, y yo también leo mucho, entonces a veces compartimos cosas que leemos.
–¿En algún momento discuten?
–Sí, también, porque somos muy parecidos y a veces eso nos hace chocar.
–¿Estás enamorada?
–No.
–¿Te imaginás a tu papá como suegro?
–Hay una historia muy divertida al respecto. Cuando yo nací, mis padres hablaban de la familia y eso, porque mi papá es la persona más familiera que conozco, le encanta pasar tiempo con nosotros, siempre arma planes en familia. Bueno, cuestión que cuando nací, mi papá tenía terror de que me casara. [Risas]. Estaba recién nacida y él tenía terror de que me casara... Y le dijo a mi mamá: “Ya tengo el plan: ella se va a casar con un chico estúpido, va a tener un hijo con el chico estúpido, después se va a divorciar y va a venir a vivir conmigo de vuelta y el hijo la va a acompañar cuando yo ya no esté”. Él lo planeaba todo. [Risas].
–¿Cómo es tu relación con tu mamá?
–Mi mamá me dijo que para esta entrevista me iba a dar cien euros si hablaba bien de ella. [Risas]. Me lleva pocos años, es muy joven. De hecho, yo a veces digo que ella es más joven que yo en su manera de vivir, porque yo soy como una abuela, prefiero dormir siestas, leer libros, estar en mi casa. Mi mamá, en cambio, es muy jovial y eso hace que muchas veces yo sienta que tengo un alma más vieja. A mí me gusta leer, ir al cine… necesito la tranquilidad, el silencio, y mi mamá necesita que haya ruido en la casa, estar en la ciudad, el tráfico. A mí me gusta más estar en el campo, en la montaña. Así que te diría que, internamente, ella es más joven que yo.
–¿Cómo sigue de salud tu papá?
–Hay muchos rumores, versiones y personas que dicen cosas que no son verdad, y lo que más me molesta de eso es que son personas con las que tuvimos algún vínculo en el pasado, pero que actualmente no saben nada. Además, en cualquier caso, los que tendríamos que decir algo somos nosotros, su familia.
–Quizás el silencio de ustedes alimenta los rumores…
–Lo que intentamos hacer es mantener una postura de discreción y respeto, porque mi papá piensa más en las personas que lo quieren y siempre estuvieron ahí para él y trata de protegerlos, incluso más que a sí mismo. Él está muy bien, eso es lo que puedo decir, porque lo demás está reservado a la familia. Nosotros también somos seres humanos y no nos gusta que las personas hablen por hablar, solamente para aparecer en televisión o hacer una nota, pero lo que más me importa, lo que es nuestra primera preocupación, es la salud mental de mis hermanos, que ellos estén bien y que no haya rumores que los afecten o cosas que puedan leer en internet y les hagan mal, porque mis hermanas tienen 13 y 14 años y mi hermano, 7. A mí no me importa que me lastimen, pero no quiero que ellos estén llorando y sufriendo. Eso es lo más importante para mí.
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