El ex manager de modelos nos recibe en su hogar y se sincera sobre su nueva vida en Entre Ríos.
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Su cabeza no para un segundo. A sus 67 años, Pancho Dotto está tan activo como cuando trabajaba rodeado de las modelos más top de la Argentina, que él mismo descubrió. Pero ahora, sus prioridades son otras. Instalado en “El Refugio LSM”, su chacra de cuatro hectáreas en Libertador San Martín, Entre Ríos, el ex manager disfruta de la paz del contacto con la naturaleza, juega con sus perros (entre ellos Crack, su preferido, un regalo de la PR Paola Pravato) e invita a sus amigos a “vivir una experiencia de campo única en un hotel cinco estrellas”. Y, obviamente, él se asegura en persona de que así sea: se ocupa de hacer las compras y de que en cada habitación haya yogures, bebidas, leche deslactosada, frutas, granola, frutos secos y galletitas, para que cada huésped tenga la posibilidad de desayunar allí mismo, si así lo desea. El lugar que descubrió hace dos décadas, y donde vive desde la pandemia, es su lugar en el mundo, del que ya no se despega ni para asistir a los mejores eventos en Buenos Aires y donde puede canalizar toda su creatividad y su talento para la decoración. Una pasión que lo mantiene más vivo que nunca. “Me encanta la armonía de este lugar, es genuino como yo. Soy como soy: acelerado, loco, apasionado, me encanta la decoración… Si no tuviera la posibilidad de crear en este lugar, me moriría”, le cuenta a ¡HOLA! Argentina.
−¿Cuál es la esencia de El Refugio LSM?
−Es mi legado, estoy construyendo algo único para que mis amigos vivan una experiencia inolvidable, no sólo en lo estético, sino también en el trato que reciben. Este lugar es la unión de las personas, no de los personajes. Me gusta que todos la pasen bien, que se sientan sobremimados y que eso los haga abrirse. Por ejemplo, Marcela Tinayre vino acá y dijo: “Esta mesa es muy linda, pero no se puede comer” (una mesa hecha con el portón de la caja de un camión antiguo). Y ahora le agregamos una tabla que se llama “La tabla de Marcela”. Cuando viene, ella lava los platos, hace la comida, le enseña a Estanislao (uno de sus asistentes y amigos de hace más de veinte años) a cocinar. Este lugar me permitió conocer a Marcela ser humano y lo mismo pasa con todos mis invitados.
−¿Cómo fue que convertirse un gallinero de más de cien años en una biblioteca con sus ladrillos originales a la vista?
−Es increíble, hace pocos meses había gallinas y hoy podés encontrar tres históricas bibliotecas Thompson, un fichero inglés con cortina y unos sillones Chester, entre otras maravillas. Conservé la estructura, las paredes y los techos. Los ladrillos están montados en barro y los tensores de hierro que sostienen la estructura son los originales. Dejé también la bovedilla original y bajé el piso del gallinero. Además, hice un paño fijo para poder disfrutar de la vista hacia el patio central. El padrino de esta biblioteca es Gabriel Rolón, que todavía no pudo conocerla, pero cuando venga va a tener su foto y su placa especial.
−Otra de las reformas que hiciste es armar un “restobar para amigos” en la casa que era de los caseros
−Es el punto de referencia para juntarnos, comer asado, tomar el té. Tiré al diablo todo lo que había y arranqué de nuevo. Saqué una pared y un montón de cosas que dividían, puse unos azulejos con relieve en el sector de la cocina, compré una heladera antigua, empecé a coleccionar vajilla antigua (inglesa, francesa y alemana, y un juego holandés que compró inspirado en la reina Máxima) y tuve que poner muchos vajilleros transparentes para darle más amplitud. Le llamo restobar porque está divido en dos espacios con iluminación diferente. Por un lado, hay una mesa grande de pinotea maciza para doce personas, que hizo un artesano de Santa Fe, con sillas thonet de bar hechas a nuevo. La parte del bar la pinté toda de negro, puse una alfombra espectacular y una mesa baja cuadrada de quebracho blanco que acompaño con un sillón muy antiguo color suela. Agregué unas lámparas y reflectores tremendos, pinturas realistas y el broche de oro es una moto 0KM Triumph Bonneville 900, que me compré el año pasado. Pero lo más extraordinario de todo es la vista hacia el parque.
−¿Qué otras cosas tenés en mente?
−Donde está la carreta con los toneles, el año que viene va a haber una glorieta de ocho columnas para que toquen orquestas, se pueda comer ahí y hacer la vendimia (es la calle final que da al viñedo). Donde está la cancha de bochas, va a haber un galpón para todos mis autos, cada uno con una placa que contenga su ficha técnica y su historia, el motivo por el que lo compré. El gallinero (tiene más de 50 gallinas que actualmente las tiene su vecino, Carlos Vender) va a volver a estar cerca del corral de los caballos y va a haber una caballeriza con monturero y dos caballos de salto.
−¿Estás planificando otro tipo de habitaciones no convencionales, como la carreta del 1900 que restauraste dos veces para que se pueda dormir en ella?
−Sí, quiero que haya varias alternativas para vivir una experiencia única. Un motorhome para dormir y para hacer excursiones a Paraná. También habrá un glamping, una tiny house y una carpa. Quiero hacer en algún lado una casa del árbol para adultos. ¡Hay tanto para hacer! Las ideas, si no tienen el respaldo de la creatividad y del esfuerzo, quedan en la nada misma. Y entonces, para mí, es una vida de mierda. Una vida en la que no podés concretar sueños, no es vida. Mis amigos me dicen que estoy chiflado con todo lo que quiero hacer, pero después lo piensan y me dicen: “¿Por qué no?”. Nada es poco si es lo que vos querés.
EL NUEVO PANCHO DOTTO
En la paz de su refugio, Dotto comenzó a hacer terapia y emprendió un camino de autocuidado integral, un poco para intentar sanar las heridas del pasado y para disfrutar al máximo de esta nueva etapa en su vida. Hace más de un año y medio que Lorena Cabrera, su psicóloga y coach, lo guía en este proceso. “Ella es mi gran sostén y tiene mucho que ver con mi cambio de vida y con esta nueva persona, que sigue sufriendo, pero que trata de sanar y de no perder el tiempo. No me queda mucho tiempo de vida porque soy una persona grande. Por eso, a diferencia de antes, hoy prefiero estar con menos gente, pero en paz”, confiesa.
−Siempre decís que sacaste adelante las carreras de muchas modelos, pero que lo pagaste con tu salud y tu bienestar.
−Durante muchos años me jacté de que no me tomaba vacaciones, estaba loco. La gente creía que ese personaje que se paseaba por Punta del Este en autos hermosos y mujeres maravillosas la pasaba genial. Pero yo no la pasaba bien, porque descuidaba mis relaciones interpersonales, lo más importante que existe en la vida. Hablo de mi madre, de mis hermanos, de mis amigos de toda la vida y de mis parejas. Actualmente, tengo el tiempo para dedicarle a una mujer, pero no me movería de acá de ninguna manera.
−¿Cómo definirías tu presente?
−El 26 de julio murió mi hermano mayor, yo estaba muy golpeado y sigo golpeado, y aparte estaba muy mal de la columna. Tengo seis hernias de disco y problemas en las rodillas. Pero Lorena me ayudó a reconocer que la única forma de estar bien es ocuparse de la mente y el cuerpo. Hoy hago pilates, RPG, osteopatía y kinesiología. Estoy a dieta, en muy poco tiempo bajé 18 kilos con la ayuda de Marcelo San Martín, médico nutricionista y deportólogo. Gracias a todos estos profesionales empecé a funcionar mucho mejor. Hoy tengo una agilidad y una movilidad que quiero tener hasta que me muera. Quiero sentirme joven hasta el último día de mi vida.
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