En una colorida producción, la gran dama del musical en la Argentina habla de la pasión por su trabajo y su presente a los 54 años
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Es una artista integral, aunque Alejandra Radano prefiere definirse como una “intérprete porque tiene que ver más con lo artesanal”. Canta con una voz que cautiva, actúa con un histrionismo único y baila con un swing que hipnotiza. Nacida en Temperley (en la zona sur de la provincia de Buenos Aires) hace 54 años, de padre sociólogo y madre pianista, la magia la envolvió desde muy chica. Una infancia feliz con sus dos hermanos y con un patio amplio con perros, estanques con plantas acuáticas y gallinas. Siempre supo que lo suyo era el arte. Tenía apenas 11 o 12 años y ya hacía coro, danza, piano, taller literario... Cuando su mamá le dijo que tenía que dejar coro, ella se metió en la cama y afirmó: “Si lo dejo, no me pienso levantar más”. En 1990 debutó en el Luna Park con la obra Drácula de Pepe Cibrián y y después llegarían los clásicos de la comedia musical como Cats, La Bella y la Bestia, Cabaret y Chicago. Fue en esta última producción que el director argentino radicado en París Alfredo Arias la descubrió y la invitó a dar una audición para Concha Bonita en el Teatro Nacional de Chaillot de la capital francesa. Juntos hicieron más de un decena de obras. Entre los muchísimos premios que recibió está el Konex de Platino, fue nominada al Trinidad Guevara como Mejor Actriz Protagónica por Happyland (donde intrerpretó a Isabel Perón) y el Ministerio de Cultura de Francia la condecoró con la insignia Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres por su labor en el campo artístico. Sin embargo, en la extensa biblioteca que hay en el living de su departamento de San Telmo no ostenta ninguno de esos premios. Sólo hay libros perfectamente ordenados y “testeados”, como le gusta llamar a los ya leídos.
UNA MUJER EN CONSTRUCCIÓN
Acaba de debutar en el teatro Regio con Elsa Tiro, obra de Gonzalo Demaría, que se centra en la vida de Eugene O’Neill, el gran dramaturgo estadounidense y Premio Nobel de Literatura en 1936 (encarnado por Luciano Cáceres, quien también dirige la puesta), que en la época del primer centenario y mucho antes de convertirse en uno de los padres del drama realista frecuentaba piringundines y cines clandestinos de La Boca y Barracas. Radano es su mujer, Carlotta, que aprovecha la confusión de la anestesia para adentrarse en el pasado porteño de su marido y recuperar una supuesta obra perdida de aquella época. Para lograrlo, contrata a una actriz/enfermera (Josefina Scaglione) para que personifique a la musa inspiradora de esos días. Un poco como a su personaje, a Alejandra nunca se la termina de descubrir. Es tanta la fantasía que despierta en los escenarios que sentarse a hablar con ella es un desafío. Puede ser la artista inalcanzable y también la mujer que se cuestiona todo. Y en esas aguas navegará la charla con ¡HOLA! Argentina. Hace unos años algo hizo clic en su vida y comenzó a trabajar en sí misma. A vivir más el presente. “Aposté por una alimentación más consciente. ¿Estoy en la mitad de mi vida? Con mucha suerte, sí. Entonces empecé a hacer foco en mi salud, pero no sólo por una cuestión física, sino porque me parece ético. Es el cuidado global de uno mismo, desde los pensamientos que te atraviesan, lo que mirás, lo que leés, el orden que te rodea. Cuando acepté hacer esta nota, en casa lo primero que pensé fue: “Debo ponerme a ordenar”. Ordenar es uno de mis verbos preferidos”.
–¡Y dar órdenes! Porque para las fotos elegiste cada atuendo, cada rincón y cada pose y sólo te relajaste cuando viste que la puesta por el fotógrafo era impecable.
–¡Eso también! [Se ríe] . Estoy trabajando mucho en eso. Estoy muy ocupada en mi trabajo personal. Creo que tiene que ver con la edad y con la pandemia.
–¿También tendrá que ver con la muerte de tu gran amiga y colega Sandra Guida, a los 60 años?
–La muerte de los amores cercanos son bisagras, y me doy cuenta de que ese sentimiento con respecto a la muerte es un hábito de la cultura que nos dijo que las cosas tenían que ser de determinada manera. Estamos apegados a las personas, a las ideas, a los hábitos. Creo que eso es lo que me lleva a pensar más en el ahora.
–¿Es difícil para un artista no angustiarse con el futuro, si va a tener trabajo o no o la estabilidad económica?
–Ese es el gran desafío, no meterme en ese tubo que tiene que ver con el futuro que no existe porque quizás salgo de acá y me pisa un auto.
–¿Te gustaría trabajar en Broadway o en Londres?
–Me encantaría trabajar en otro país. Es algo muy estimulante, puede ser cualquier lugar, adonde me lleve la vida, pero no tuve propuestas. Ahora estoy acá y hago foco acá.
–¿Qué te convoca de un proyecto?
–El libro y el elenco, si eso me atrapa no lo pienso demasiado. Que me proponga una reflexión o trabajar con gente que no conozco. Trato de abrirme a esa experiencia y de alguna manera derribar mis hábitos. Trabajar tantos años con algunos directores hace que tengas hábitos. Veo las obras de teatro o cualquier circunstancia que se me presenta como parte de un aprendizaje diario y concreto.
–¿Sentís que de alguna manera te cuesta encajar en esta sociedad?
–No espero ser reconocida por los demás, sino por mi propia conciencia. Tarea difícil. Me siento plena, tengo mis hermanos, mis amigos. No tengo pareja, me gusta estar sola, no me gusta convivir, me encanta dormir sola, cocinar. No me lo planteo como algo circunstancial, tampoco quise ser madre. Hago yoga todos los días, medito. Mi casa es un lugar muy importante porque es mi laboratorio, donde creo, descanso… Es mi templo. Estoy en un momento en el que mis hábitos –y me refiero a mis conductas y a lo que uso para vestirme– están en cuestión. Estoy en una etapa de profundo cambio y me siento en el umbral de un lugar que no conozco, y eso no me asusta, me da curiosidad.
–¿Te permitís no hacer nada?
–Mirá [señala un libro de su biblioteca en el estante superior y lo va a buscar]. Vida contemplativa. Elogio de la inactividad, de Byung-Chul Han, te lo recomiendo. Me veo hiperactiva, pero me permito también no hacer nada. La polaridad se manifiesta y puedo moverme a mis anchas en ambos extremos.
Maquillaje: Sebastián Correa Estudio
Agradecimientos: Alexandra Kehayoglou, Fabián Luca, Chicco Ruiz, Vicki Otero, Jtby, Sylvie Geronimi, United Nude, Alejandro Granado y Alejandro Zárate.
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