Luego de su viaje a Nueva York, Juan Otero habla de la relación con sus padres, de sus sueños y del amor
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Con el pelo cortísimo y teñido de rubio y con una valija de 23 kilos casi vacía, Juan Otero (15) se subió a un avión que lo llevó a Nueva York, epicentro de los mejores teatros y shows musicales. Allí, desde el 22 de julio hasta el 2 de agosto, se sumergió en GO Broadway, un programa de formación en teatro musical, que es la gran pasión del hijo de la actriz y conductora Florencia Peña (49) y del músico y productor musical Mariano Otero (48). “En esos días, me metí en un mundo de canto, baile y actuación fuera de serie. Me sentí como en una bola de arte. Fue increíble”, dirá él a ¡HOLA! Argentina sobre esta experiencia, por la que pasaron Muna Pauls Cherri, Franco Masini, Ángela Torres, Vida Spinetta y Emilia Attias, entre otros. Juan habla con las manos, a mil por hora, imprimiéndoles pasión a cada una de sus palabras y gestos. “Go Broadway fue mi terapia: me desligué de todo. Cuando caminaba por la calle, no me importaba nada. Cuando bailaba y cantaba, me entregaba por completo. Fui ciento por ciento yo”, admite.
–¿Cómo te preparaste para ir a Nueva York?
–Desde hace mucho soñaba con hacer este programa. Voy a un colegio de arte (está en tercer año de la secundaria) y muchas de mis amigas ya lo habían hecho, como Vida Spinetta. Cuando recibí la propuesta, lo charlé con Romi, que es como mi psicóloga. Con mamá, decimos que es como nuestra “bruja”: nos tira las cartas, percibe cómo estamos, nos conecta con nuestras energías. Antes del viaje, me dio unos tips: era mi primer viaje a Nueva York; no quería frustrarme ni pelearme con mi papá, que se ofreció para acompañarme.
–Tu mamá no pudo viajar con vos…
–¡Era ciento por ciento un programa para ella! Quería venir conmigo, pero no podía [desde mayo, Florencia Peña protagoniza el exitoso musical Mamma Mia]. Desde el principio, mi papá se ofreció a acompañarme… Con mi mamá, viajo todos los años, pero, con papá, sería la primera vez. Reconozco que, al principio, dudé un poco.
–Y ¿cómo fue la experiencia?
–Espectacular: conectamos como nunca antes. Hace años, él había vivido en Nueva York, haciendo su carrera como productor musical; con mi experiencia, él se sintió reflejado. Y, mientras yo tomaba mis clases, él iba a tocar jazz. Si yo tenía que practicar una canción, él me ayudaba. A su vez, me mostraba lo que estaba haciendo y yo le comentaba qué me parecía. Fue un viaje para los dos. Salimos a caminar un montón, algo que no hubiéramos podido hacer con mi mamá.
–¿Por qué?
–Porque cuando mamá se aburre, se aburre. Dice: “Listo, ya está, nos volvemos al hotel”. Y me arrastra con ella. [Se ríe].
–¿Cómo armaste tu valija?
–Una de las cosas que más me divierte en el mundo es armar looks. Me fui de Buenos Aires con la valija casi vacía: la idea era comprarme conjuntos para ir a cada clase con un look diferente. Me fundí, pero estoy contento. Soy compulsivo con mis cosas, con mi plata, con lo que me gusta. Todo lo que me compré, incluso lo que me puse para la presentación final, lo pagué con el dinero de mi trabajo: mis padres ya me dan demasiado. Mucho de lo que compré fue para compartir con mi mamá, como camperas, remeras y carteras. ¡Soy alto hijo! [Se ríe].
–¿Encontraste el amor?
–Me gusta que las cosas lleguen, como cuando llegaron mi cumpleaños de 15, Te pido mildis [el streaming con Lolo Poggio por Telefe] y Go. En este momento, estoy muy metido en mis proyectos sin mirar si hay alguien. Hablo mucho de amor con mamá; y ella me dice: “Vos tenés que hacer lo que te haga feliz. Y tenés que estar con quien te haga feliz. Con respeto y amor, todo va a estar bien”.
–¿Cuál es el balance del viaje?
–Volví con una valija con 40 kilos. [Se ríe]. Me traje los vasos de todos los musicales a los que fuimos, el aprendizaje de las mejores clases de mi vida y una felicidad difícil de poner en palabras. Fui con una cabeza y volví con otra: con sueños más grandes que antes, como el de irme a vivir afuera. Siento que crecí muchísimo: si algo de lo que me enseñaban no me salía, lo practicaba después hasta conseguirlo. Soy muy perfeccionista. No tuve vergüenza de cantar ni de bailar. Nadie jamás se rio, se burló o me criticó.
–¿Por qué decís lo de la crítica?
–Porque si bien no me importa el qué dirán, sé que me critican… y me han criticado mucho últimamente. A la gente le cuesta entender la libertad con la que vivo. A mí me encanta ser “hijo de”: no lo siento como un peso. Mi mamá me ha ayudado mucho; siempre me aconseja. Antes de ir a Nueva York, me dijo: “Lo que vas a hacer es único; disfrutalo”. Sí, soy gracias a ella, pero también me estoy formando. No soy solo “el hijo de”. De alguna manera, este viaje me ayudó a separarme de ese link con mi vieja. A que se me mire por mí. A ser yo.
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