En una producción exclusiva, donante y receptora hablan de su experiencia, su relación, sus proyectos y de lo fundamental que resulta tomar conciencia de la importancia de la donación de órganos
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El 14 de agosto de 2012, una única noticia dominó los medios de comunicación de Argentina: Sandra Mihanovich (65) le había donado un riñón a Sonsoles Rey (44), su ahijada y la hija de su pareja, Marita Novaro Hueyo, que padecía síndrome nefrótico y se encontraba en una situación desesperante. Y todo el país supo que, además de una voz potente y maravillosa, Sandra tiene un corazón que no le cabe en el cuerpo. Además, con ese acto de solidaridad y de entrega absoluta, la cantante logró otro milagro: instalar el debate en torno a la importancia de la donación de órganos. Durante días no se habló de otra cosa en televisión, radio y hasta en las sobremesas familiares. Mucha gente se animó a investigar, preguntar, buscar información y a donar para salvarle la vida a un ser querido. Y ella lo hizo con la naturalidad con que agarra la guitarra y se pone a cantar. Casi diez años después de aquel momento trascendental para las dos, Sandra y Sonsoles –mamá de León (11), fruto de su relación con Matías Guzmán– posan juntas y hablan de esa decisión que les cambió la vida, de los miedos, el final feliz y del futuro. Y aunque hay gestos de amor que resultan imposibles de medir o definir, ellas le ponen las palabras justas a esta historia cargada de emoción y coraje.
–¿Cambió la relación entre ustedes después de una experiencia tan fuerte?
Sandra: Creo que se ha intensificado y que ahora hay una complicidad distinta. Nuestra relación es muy fluida, muy franca, y no cambió en el sentido de que no hay un peso de por medio, de que a ella no le pesa estar conmigo. Bah, eso pienso yo. A mí me hace muy feliz nuestra relación.
Sonsoles: Creo que algo muy sutil cambió y que para el receptor siempre hay algo parecido a un peso. Cuando ella me contó lo que iba a hacer le dije: “Pero no te puedo agradecer todos los días de mi vida”. Además, es como que el “gracias” resulta poco, como que no alcanza para dimensionar ese acto de amor de Sandra. Es algo imposible de agradecer. A veces voy a sus shows, la veo cantando arriba del escenario y pienso: “¡Esa señora se sacó un riñón para dármelo a mí!”. Todavía no lo logro entender, porque es algo que uno hace sólo por un hijo. Bueno, casi que soy la hija.
Sandra: Yo soy la madrina. Tengo exactamente veinte años más que ella, la tuve en brazos cuando nació porque era amiga de Marita y de Johnny, su papá. Y en aquel momento jamás pensé en lo importante que podía llegar a ser eso de convertirme en su madrina. Porque justamente ser la madrina fue lo que allanó un poco el camino en la Justicia. Poner eso en el recurso de amparo facilitó las cosas, dado que era una evidencia de un vínculo largo, porque lo que hay que demostrar es que es una donación altruista, que no hay un interés económico de por medio.
–¿Y cómo les cambió la vida?
Sonsoles: A mí me la cambió por completo, porque la estaba pasando mal antes del trasplante. Mi hijo León tenía un año y meses y yo estaba todo el tiempo con vómitos, transfusiones, anemia. Estaba realmente muy, muy mal. Y ahora hace diez años que tengo una vida normal. Y la verdad es que soy una gran disfrutadora de la vida. Valoro cada cumpleaños de corazón, valoro los días, cada día, valoro los detalles de la vida, las cosas mínimas. Valoro la salud, tener salud. Como que la gente no se da cuenta de lo que es vivir la vida con salud.
Sandra: A mí también. Para mí es un antes y un después. Mi vida está potenciada de una manera increíble por haber tenido esta oportunidad, por haber pensado “puedo ser yo” y concretarlo. Es como una locura, una maravilla. Yo me tatué la palabra “gracias” en el brazo y ese “gracias” viene después de esta situación. Hay un sentimiento de eterna gratitud porque todos los planetas se hayan alineado de tal manera de haber podido concretar la donación y que fuera bueno para ella y fuera bueno para mí.
–Ahora que pasaron diez años, ¿hacen bromas con el tema?
Sonsoles: ¡Sí! El riñón bostero. Yo soy gallina y ella siempre me carga con que ahora tengo un riñón bostero.
Sandra: Contribuimos a pacificar las hinchadas. [Risas]. Ella me dice cosas como: “Desde que tengo tu riñón me gustan los alfajores”. Yo no creo que haya ninguna explicación científica para eso, es sugestión pura.
Sonsoles: ¡Es verdad! Antes no me gustaban, jamás comía un alfajor. Y desde que tengo el riñón de la gordita me como todos los alfajores. [Risas].
–En el momento, el caso fue un suceso mediático. ¿Eso ayudó o fue un problema?
Sonsoles: Creo que estuvo buenísimo que se hiciera tan público porque eso ayudó a mucha gente. Me han escrito muchísimas personas para contarme que se animaron a donar o que recibieron un órgano de alguien gracias a nosotras. Y eso para mí es ¡¡¡guauuu!!!
Sandra: Nosotras hicimos todo con muy bajo perfil. Nos internamos el domingo 12 de agosto a las ocho de la noche más o menos, y esto sucedió temprano, en la mañana del 13 de agosto. Y en la tele estuvo el martes 14: la noticia apareció en todos los canales y ahí ya tuvimos guardia en la puerta del Hospital Alemán. Me acuerdo que cuando me dieron el alta pensé: “Yo me escapo”. Y todos me dijeron: “No, Sandra, no está bueno que hagas eso”. Entonces Marita llamó al peluquero (esa parte era muy importante [risas]) y el 16 salí del hospital divina, del bracete de mi hermano y de Mario, el peluquero, y estaban todos los periodistas afuera. Entonces, me paré un poquito ahí y dije: “Cuando uno da recibe mucho más de lo que da”, porque me di cuenta de que realmente era importante que todos vieran que yo estaba bien. No era una cuestión mediática sensacionalista o de morbo. Era decir: “Acá estoy, y estoy perfecta”. Sonsoles se quedó unos días más, porque ella necesitaba obviamente otros cuidados. Indudablemente, fue algo muy lindo que además sirvió para que mucha gente prestara atención al tema de la donación de órganos, para saber que el riñón se puede donar en vida, porque tenemos dos.
–También dio pie para que se hablara de tu relación con Marita…
Sandra: Claro, ahí trascendió mi relación con Marita. Si bien no era una relación que estaba escondida, tampoco estaba publicitada. Pero con lo de la donación saltó que Sonsoles era la hija de mi pareja. Pero debo decir que el tratamiento de la prensa fue impecable. Hasta Crónica tituló: “Una historia de amor”.
–Después del final feliz, ¿se sienten comprometidas con la concientización sobre la importancia de donar órganos?
Sonsoles: Yo ayudo con lo que puedo. Mucha gente me contacta por redes sociales. Gente de todo el país, todo el tiempo. Casi todos los días te diría. Y es un trabajo. Hasta llamo por teléfono. Si me doy cuenta de que la situación es insostenible y que esa persona la está pasando muy mal, directamente le hablo por teléfono. No sé, siento que puedo ayudar mínimamente con mi experiencia, porque tengo mucha data de esto. Y lo hago.
Sandra: 7.362 personas esperan un trasplante en este momento.
Sonsoles: La vida del trasplantado no es nada fácil. Y psicológicamente tampoco es sencillo. Pero bueno, la voy llevando, y me empecé a dedicar a la meditación, que es algo que también me cambió la vida por completo. Yo siempre digo que la bandera de Sandra por ahí es más la concientización sobre la importancia de la donación, porque ella es genial, pero la mía no es tanto esa, sino más la de sugerir que mediten para no enfermarse o para descubrir por qué se enferman y que no haya necesidad de tener que donar.
–¿Tuvieron miedo? ¿Lo hablaron mucho antes o simplemente se lanzaron?
Sonsoles: No, no había mucho tiempo para hablar. Era “ya”, yo no estaba bien.
Sandra: No sé por qué no tuve miedo. El otro día le decía a Marita que con este asunto de la pandemia es como que se me aparecieron miedos que antes no tenía. Si tuviera que hacerlo hoy, no sé si me animo, pero en ese momento no tuve nada de miedo.
–¿Alguna dudó a último momento?
Sonsoles: Cuando se la estaban llevando a Sandra para el quirófano, en la camilla, yo salí corriendo de la habitación y le dije: “Pará, pará, pará, si no querés no lo hacemos, todo bien, lo dejamos acá”. Me estaban viendo y escuchando todos: Mónica, César, toda la familia de Sandra y toda mi familia. Lo más loco es que me acordé de esto como un mes después de la cirugía, en el primer momento no me acordaba.
–¡Cuánta presión para Marita!…
Sandra: Imaginate la presión que tenía la pobre Marita, teniendo que contener a la familia de Sonsoles más toda la mía. Más sus propios nervios y angustia.
Sonsoles: Y la presión mediática. Y mamá que le decía al médico: “¡Las cuerdas vocales de Sandra!”, por el tema de la intubación. [Risas].
–¿Cómo fue explicarle a León?
Sonsoles: León era muy chiquito, así que no le expliqué nada. Recién ahora está entendiendo. Y pregunta: “Pero ¿y cómo?”. Y por ahí me dice: “Yo no quiero que te pase nada, pero igual si te llega a pasar algo le pedís el otro riñón a otro abu” [él le dice “abu” a Marita y “otro abu” a Sandra].
Sandra: La onda me parece que es más contestar las preguntas. Si pregunta, se le cuenta y se le contesta, pero era difícil explicarle en ese entonces porque era muy chiquito.
Producción: Ximena Puig
Maquillaje y peinado: Noelia Páez (@np__beauty)
Agradecimientos: Giesso, Oggi y Rapsodia
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